FERNANDO AÍNSA: POEMAS DE "APRENDIZAJES TARDÍOS"
Cuando florece el cerezo
y se cubre del presentimiento blanco de fruta,
empieza realmente la primavera.
Porque el almendro pudo confundir su flor
con las nieves de febrero
y el melocotón darnos falsa esperanza
de bonanza en el ventoso marzo,
tantos trajes tiene el vestuario de la naturaleza.
Son estos aprendizajes tardíos
—en realidad de hortelano improvisado—
los que ahora me ocupan:
descubrir el ritmo secreto de lo que me rodea,
la tenaz indiferencia con que llevan adelante su empeño
los árboles frutales de la huerta.
Si esto fuera la India,
de noche arderían hogueras en los campos para no perder tiempo en la faena
y se cultivaría arroz en las cunetas.
Seríamos tantos
que un enjambre de niños recogería la oliva en diciembre
y las calles del pueblo lucirían como abigarrado bazar
donde el olor de las especies recordaría el azafrán de antaño.
Si esto fuera la India,
los burros serían sagrados
y no habrían sido vendidos a los gitanos.
Seríamos tantos
que no extrañaría ver muertos en las plazas,
piras en los montes
y cenizas arrojadas,
entre lloradas abluciones,
al río Martín.
Pero esto es Teruel
y del pueblo se van.
A todo lo más,
se telefonea a los padres desde Barcelona.
¿Qué es esto de las raíces?
Las tienen ellas, plantas y árboles,
fijados al paisaje desde el primer brote
hasta el rayo que los parte o la hoz que las siega.
¿Por qué debo tenerlas yo,
personaje provisorio de tan diversos escenarios?
¿Fueron raíces las que unían a la barra de muchachos
que bajábamos a la playa las noches de verano
y freíamos pescado sobre la arena
de aquel Montevideo ahora evocado?
¿Fueron raíces las que se arrancaron
cuando el aire se hizo irrespirable?
¿Qué fueron de ellas los años en que cambiaste de lengua,
cielo y compañera?
Errabundo trabajador,
cosmopolita, por entonces sin saberlo,
voluble viajero
¿arraigado dónde?
Imaginabas otras vidas posibles
como un juego de piezas intercambiables
—cuentos, destinos alternativos—
cuando te asomaste
a la orilla del Pacífico
en Papudo
y mirabas seducido las vetustas casas de madera
hogares de otras existencias que podrías haber vivido
o novelabas los caserones en Normandía
con sus persianas bajadas en el invierno interminable,
desde una bicicleta alquilada en la estación.
¿Raíces?
Las tienen ellas,
cuya silenciosa vocación botánica
José cuida con esmero.
Arraigados vegetales
árboles plantados en sus trece
orientados hacia el sur,
callados,
creciendo a su ritmo,
palmo a palmo,
como indican sus secretas leyes.
Aunque fuera del viento pasajero encaramado
por tantos años
ahora me digo
—algo más sosegado—
al modo de la autora de “el silencio de las plantas”
(esa poeta de nombre impronunciable)
que la relación unilateral entre ellas
—las enraizadas—
y yo
no va mal del todo,
aunque la conversación entre nosotros
sea tan necesaria como imposible.
*"Aprendizajes tardíos"(Renacimiento, 2007) es un poemario del escritor de "origen aragonés y uruguayo de adopción" Fernando Aínsa, autor de "Travesías. Juegos a la distancia" (2000), "Pasarelas" (2001), "Espacios de encuentro y mediación" (2004) y "Del topos al logos. Propuestas de geopoética". En la actualidad reside entre Zaragoza y Oliete "Aprendizajes tardíos" es su primer libro de poesía. La foto es deJuan Manuel Castro Prieto.
4 comentarios
casajuntoalrio -
Los puedes ver en:
http://lacomunidad.elpais.com/ap/posts/view/269104?blog_nicetitle=atrapadordesuenos
casajuntoalrio -
De momento voy acopiar algún poema de tu blog para llevarlo al mío.
Gracias
Fernando -
a veces nos negamos?...un abrazo Antón...sigue fotos y poemas...que hermoso!.
Luisa -