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Antón Castro

PABLO GARGALLO, EN EL KURSAAL DE SAN SEBASTIÁN*

PABLO GARGALLO, EN EL KURSAAL DE SAN SEBASTIÁN*

[El próximo jueves, 5, se inaugura una exposición de 87 de Pablo Gargallo en el Kursaal de San Sebastián. Las obras proceden de los fondos de Pierrette Gargallo, distintos museos y coleccionistas. Se verán algunas piezas que llevaban muchos años sin verse. El texto del catálogo corresponde a Juan Manuel Bonet y a la comisaria Lola Durán, cuyo texto reproducimos aquí. ]

Un homenaje a Pablo Gargallo sería impensable sin reunir una muestra armonizada de sus esculturas, sus ejercicios preparatorios de volumen sobre cartón y finalmente sus dibujos. La muestra que la Sala Kubo-Kutxa dedica al escultor de origen aragonés añade a esa inmersión en los procesos creativos del artista una pequeña incursión también en sus trabajos en el ámbito de la joyería. Con un total de ochenta y siete obras, entre esculturas, dibujos, cartones preparatorios y joyas, se pone de manifiesto una dualidad constante en el artista que le mantuvo siempre entre una línea de influencia modernista y filiación más clasicista y otra de raíz netamente vanguardista, sin duda heredera de una inquietud que le llevó a vivir completamente permeable épocas de su vida como la que vivió en el agitado París de los primeros años del Siglo Veinte. Quizá tendríamos que justificar en esa dualidad el permanente carácter figurativo de sus obras, que sobrevive a ejercicios vanguardistas como la tan característica soldadura de chapa metálica, así como a la utilización progresiva del vacío como elemento constructivo de sus esculturas. Ambas particularidades pretenden ser subrayadas aquí por el conjunto de las obras seleccionadas. 

Esta muestra pretende, por tanto, plantear al espectador de forma explícita el vínculo entre las distintas metodologías empleadas por Gargallo a lo largo de su carrera, así como el hilo que relaciona las distintas etapas atravesadas en el terreno formal. Así, concurren parejos estudios en gouache y tinta sobre papel, como el Arlequín con guitarra de 1927 y recortes en chapa de cinc y papel como Cabeza de arlequín, datado en 1929, junto con la pieza definitiva en cobre titulada Cabeza de arlequín II, del mismo año que los recortes. El disfrute conjunto de estas tres obras es un ejemplo ilustrativo del proceso creativo de Pablo Gargallo. La presencia de las tres en un recorrido breve evidencia la relación tanto gráfica como temática, por ejemplo, mantenida a lo largo de sus diferentes etapas. Esto es, la convivencia permanente de un ejercicio del dibujo unido a una búsqueda de renovación de la línea clasicista y una constante investigación en las posibilidades escultóricas del trabajo sobre chapa. Algo a lo que podríamos añadir cierta constante temática que lleva a reconocer lugares comunes entre los que encontraríamos no sólo ejemplos como la figura de Arlequín, sino también la de las bailarinas, los retratos femeninos o las maternidades. En este sentido podemos justificar también la citación de la figura de la segadora en diferentes formatos y con una diferencia de nueve años en el bronce titulado Durmiente o la segadora, de 1924, y el pastel sobre papel de 1932 que lleva por título La segadora. Un caso en el que Gargallo mantendría, además, un común clasicismo fácilmente identificable en ambas obras a pesar de la distancia temporal.

Algo que del mismo modo llamaría la atención en otras mucho más distantes en el tiempo como son las aquí presentes Desnudo de mujer, tinta sobre papel datada en 1903, y Mujer acostada, bronce de 1923. Podríamos decir que los veinte años que separan la realización de estas últimas parecen comprimirse en un ritmo completamente familiar que podría, de no saberse su datación, llegar incluso a pensar que una es estudio preparatorio de la otra.
 Al sesgo de estas conexiones a las que estamos haciendo referencia, debemos hacer hincapié en la intencionada inclusión en la muestra de un total de 12 cartones o recortes previos. Todos ellos ilustran el proceso seguido por Gargallo a la hora de plantear o concebir sus posteriores piezas en chapa de cobre o hierro soldado. Los cartones permitirían al escultor un afinado estudio de la pieza definitiva, lo más fiel posible, y al tiempo le evitarían el dispendio de un material que entonces resultaba notablemente caro, como era la chapa metálica. Es una buena justificación de esta particularidad el cartón preparatorio titulado Greta Garbo, de 1931, y la Cabeza de Greta Garbo con sombrero, del mismo año, acabada en hierro, traída aquí más a propósito que cualquier otra si consideramos la coincidencia de la muestra de Pablo Gargallo en el Kursaal con la 55ª edición del Festival de Cine de San Sebastián, que se celebrará del 20 al 29 de septiembre de 2007 en la misma capital donostiarra. 

En relación con esta última coincidencia podríamos citar los broches sobre plata que Gargallo realizó en 1925, dos piezas tituladas Pequeña star con mechones y Pequeña star con flequillo respectivamente. Ambas hacen inevitable el recuerdo del trabajo que vinculó al aragonés con el taller de Juli Vallmitjana allá por 1905, para quien realizaría encargos como medallista. Y ambas también pueden ser contempladas desde un punto de vista representativo de un canon de mujer muy acorde con la moda de la época y con los iconos femeninos representados por el cine de ese momento. Tanto Pequeña star con mechones como Pequeña star con flequillo forman parte del conjunto de cuatro piezas con el que se pretende no olvidar aquí la importancia, la curiosidad y la belleza del trabajo de Gargallo en el mundo de la joyería. Las máscaras, por otro lado, habrían de ser un hallazgo de Gargallo a su regreso de su segundo viaje de París, en 1907, fruto de una demanda por parte de clientes que rehusaban adquirir obras de yeso o terracota  por un lado, y también de la opción del artista por la chapa frente al bronce demandado, por razones económicas. A su dominio del material, se añadía sin duda la experiencia adquirida por el artista en sus clases de repujado en La Lonja de Barcelona. 

Mención especial merece también la pieza Buey, realizada en chapa de hierro en 1930 por Gargallo, tras una de sus visitas veraniegas al ceramista y amigo José Hugarte. Dos fueron los veranos que Gargallo pasó en Salvaltierra de Álava, y de una de esas estancias queda curiosa constancia en esta exposición en una fotografía tomada en 1929 en la que el arista aparece ante un magnífico buey vasco, fuente de inspiración segura de la pieza arriba mencionada. Destacamos también una pieza de hierro soldado, la que lleva por título Bailarina I, datada en 1929, cuya exhibición resulta claramente extraordinaria si pensamos que no había podido ser contemplada desde hace al menos treinta años. 

   
La procedencia del conjunto que da forma a este homenaje al que fuera maestro incuestionable de la moderna escultura en hierro, resulta plural y en algunos casos curiosa. Las obras proceden en su mayoría de la colección de la familia Gargallo-Anguera; la ayuda de Pierrette Gargallo-Anguera hija del desaparecido Pablo Gargallo, ha sido en este sentido crucial y digna de un muy especial agradecimiento. A su esfuerzo se debe también la creación del Museo Pablo Gargallo de Zaragoza, ubicado en el Palacio de los Condes de Argillo; inaugurado en 1982, actualmente se encuentra en fase de ampliación. A esta exposición, han contribuido también las aportaciones de distintos Museos, Fundaciones y  colecciones privadas detallados en la ficha técnica de cada obra.    

 

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