EM@IL DESDE HUESCA (CUENTO DE SAN LORENZO)*
Has faltado a la cita. Traidora. Me habías dicho que nos veríamos aquí, en esta ciudad que nunca pierde el sigilo, en este rincón encendido de charangas y albahaca. Me habías dicho que habías reservado tres noches para bañarte bajo las estrellas, a la luz de las lágrimas de San Lorenzo. Conservo todos tus correos; los he impreso varias veces y figuran en mis libros de cabecera, en las guías de viaje, en algunas de mis revistas favoritas, “Citizén”, entre ellas, con portada de Carla Bruni, la cantante que más te gusta. Y yo estoy aquí, en Huesca, recorriendo los lugares que había pensado recorrer contigo: los paseos del parque Miguel Servet, las avenidas umbrías que se internan bajo los pinos o que conducen a las pajaritas de Ramón Acín, la costanera que lleva al Museo Provincial (me había dicho: “volveré a ver el cuadro de ‘La noria’ de Acín, con ella”), la fosca sala de la Campana de Huesca, los alrededores del CDAN, los caminos hacia Ayerbe y Loarre. Huesca está que se deshace de alegría, y tiene algo de aldea global y en desorden. Ojalá hubieras sido tú esa mairalesa que me tentó a medianoche, que me invitó a su peña y que me anudó a su cintura. Cuando estábamos en lo mejor, o en lo peor (no quiero pensar en los remordimientos que me sacudirían luego), se detuvo y me dijo: “Déjalo. Te vendrías conmigo, pero piensas en otra, y yo no quiero ser en mi casa y en mi ciudad, y menos en fiestas, plato de segunda mesa”. Lo que te digo. Me pregunto si existes, si no eras ella en realidad, o si todo habrá sido un delirio y una burla de San Lorenzo, que habrá derramado lágrimas de cocodrilo.
*Este texto apareció hoy en mi sección "Cuentos de domingo" de Heraldo de Aragón. La foto es de Anna Koudella.
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