LECTURA Y VIDA DE GARCÍA LORCA
A estas alturas del siglo XXI parece que de Federico García Lorca está todo dicho. Luis Buñuel lo definió con total exactitud: "La obra maestra era él". Neruda dijo que era un "multiplicador de la hermosura". Vicente Aleixandre anotó: "Era tierno como una concha de la playa. Inocente en su tremenda risa morena, como un árbol furioso. Ardiente en sus deseos, como un ser nacido para la libertad". Aunque también intuyó las máscaras del héroe: sospechó que tras esa personalidad volcánica e imparable existía una trastienda de dolor y de pena. Muchísimo más podría decirse de un hombre arrollador, que embaucaba con cuentos, fábulas y músicas para retener a los amigos, para que no lo dejasen con su profunda soledad de criatura estéril y abisal, que respiraba por igual desgarro y poesía. Poesía. "...Yo no como, ni bebo, ni entiendo más que en la Poesía". Y eso fue su vida y su obra, ese binomio irreductible y denso, porque sí algo le definía era "la inmensa alegría consciente de crear".
Siempre se creyó que Lorca era un malabarista de la palabra, un malabarista profesional. Estaba dotado excepcionalmente, es cierto --y lo estaba para todo: para armonizar canciones y componer, para realizar más de 400 dibujos, para escribir una poesía incomparable, para el teatro escrito o representado. Recuérdese que como dramaturgo fue incomprendido y censurado en 1930 por presunta pornografía, sobre todo con Amor de don Perlimplín con Felisa en su jardín--, pero su literatura nace de la vocación y del esfuerzo. Y de la inspiración, esa prodigiosa luz que le nimbaba el alma de visiones. Tuve una niñez feliz en Fuentevaqueros y Granada, por lo que veremos siempre que su infancia será su edén. Estudió en la Residencia de Estudiantes junto a una generación esencial: Pepín Bello, Salvador Dalí, Buñuel, Celaya, y tantos otros. Y junto a éstos (mejor aún, gracias a su lúcida perversidad) se alejó de la orientación esteticista y gongorina de la Generación de 1927 para abrazar un surrealismo desesperado, tal como ha explicado Agustín Sánchez Vidal en Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin. La crisis sentimental con su amante el escultor Emilio Aladrén, sumada a las críticas de Buñuel y Dalí al Romancero gitano --que fue un gran éxito en 1928. Hablaban de "reaccionarismo estético" y de "putrefacción"--, lo llevaron a la Estados Unidos. Allí, durante un año vivió "la experiencia más útil de mi vida", la experiencia que le abocó al infierno del desamor y de la barbarie y le dictó algunos de sus mejores libros: Poeta en Nueva York o los dramas El público y Así que pasen cinco años. Surrealismo consciente y hondo, exorcismo de pasión, viaje hacia la desolación y la denuncia, con ida y vuelta a la memoria del paraíso que fue Granada, Fuentevaqueros, su vida anterior de huerta, naranjos y pitas agrias.
Volvió a una España republicana y provocó la indignación de la derecha con sus obras dramáticas: con Yerma fue tildado de irreverente y de ateo y contó con la colaboración de Margarita Xirgu. Se basó es un hecho real, tomado del pueblo, para escribir su drama lírico y dramático, Bodas de sangre. Igual haría luego para componer La casa de Bernarda Alba, que cierra una trilogía sobre las mujeres, a las que tanto admiraba, de las que tan próximo se sentía, quizá porque la mujer es la tierra, surco donde anidará la semilla y la vida, y él siempre se sintió próximo a ese símbolo: su niñez, los olores, las gentes sencillas, las ayas, todo eso le invocaba la tierra. Lorca, como ser humano, se sentía estéril y frustrado. Y de ahí su solidaridad con la mujer, con los que sufren, con los desheredados. De ahí que confesase: "... En este mundo yo siempre soy y seré partidario de los pobres (...), de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega".
Radical e independiente de izquierdas, tenía más enemigos de lo que parecía. Y cuando empezó el gran fratricidio, algunos se vengaron (por su homosexualidad, por su ideología, porque su cuñado era el alcalde socialista de Granada, por pura insconsciencia y canibalismo): lo fusilaron en el barranco de Víznar un día abrasador de agosto en 1936. Felizmente, no llegó a saber que su gran amor --el joven Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca, el enigma tan silenciado de su vida-- falleció en el Frente de Bilbao en 1937, a quien le dedicó su impresionante colección de Sonetos del amor oscuro, aquello de "Amor de mis entrañas, viva muerte, // en vano espero tu palabra escrita // y pienso, con la flor que se marchita, // que si vivo sin mí quiero perderte." Federico García Lorca era un torrente de genio y que escribía en una hermosa lengua, cruzada de andalucismos, repleta de metáforas, de símbolos y de embrujo.
7 comentarios
Sevillano -
joana -
Y que quieres que te diga, obdulia, a mí siempre me ha parecido un hombre guapísimo... claro que llevas razón en lo de que su cara es más antigua que las canciones de Miliki... E lógico, norrrr? Bezoz a tooz!
lluvya -
y respecto a obdulia... que triste que haya gente tan... en fin... tiene que haber de todo en el mundo pero duele la ignoracia cuando se muestra de manera tan... bueno, no quiero caer en el insulto pero es que... uf... como cuesta!!
casi que me despido.
besitos
obdulia -
Luisa -
Besos.
Mariano Ibeas -
Y no dejé de soñar con el poeta, sus amigos y su risa; sí, aquí debió ser feliz.
Mariano Ibeas
Fernando -