SI NO CREYERA EN LA LOCURA
Boceto VI. Pequeño perfil del espacio vacío en La.
Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando
cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando.
(Jorge Manrique)
Nosotros, los espacios vacíos, también sufrimos. Condenados a suplir la presencia no cargamos sobre nuestra espalda otra cosa que tristeza, desencanto y ese punto de nostalgia que tanto hiere a quien ha perdido a un ser querido, la obsesiva idea de recordarle vivo. Con qué desolación me miran los ojos enrojecidos y agotados de quien proyecta sobre mí la gloria del pasado. Confieso que aún siendo mi destino, me sobrecoge. Soy la oquedad que ondea sobre esa silla que ya no tiene dueño, la quietud de su lado de la cama; la grotesca inmanencia que desprenden sus objetos personales, los libros que disfrutó, el inútil reflejo de su espejo, cada pequeño detalle que le rodeaba, el brillo a menos.
Soy también el sobresalto, la estrangulada angustia del que despierta tras la pérdida y recuerda. El golpe asestado al alma, un grito silencioso, entrecortado. El lento y sistemático talado del coraje. La impasibilidad de los proyectos inconclusos. Soy la náusea del cansancio, el contador perpetuo de los tramos imposibles del futuro. La sordidez del deseo insatisfecho. Ocupo, estoico, mi lugar en fechas señaladas. Soy la nota grave del discurso navideño, la pesadilla de los aniversarios, la amargura de los cumpleaños. Soy el despojo, el exceso, el equipaje innecesario. El rincón que se marchita, el recuerdo traicionero. El eco indefinido, sonido de otros tiempos.
*La escritora gallega Angeline, La Dama de las nieves, publica estos días "Si no creyera en la locura". Éste es un fragmento del libro. La foto es de Edward Steichen.
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