PASIÓN EN PARÍS.
BENJAMÍN BIOLAY SE PASEA DESNUDO
POR EL SALPICADERO COLOR CAREY
Estaba la luna de visita en el cielo.
Yo había olvidado encender las luces del coche,
corría por la autopista sin contraseña.
La carrocería del coche escupía el sonido de los cláxones
que querían invitarme al rebaño.
Desconocían que desde hacía algún tiempo insonoricé mi vida,
que ya no escucho los cantos de los que persiguen mi piel tierna.
Besaban mis pasos un montón de triángulos de emergencia
tratando de prevenirme del peligro
de seguir viaje sin dejarle paso a la mirada,
pero no tenía intención alguna permitir ninguna conversación
entre los faros y el asfalto.
Benjamin Biolay hablaba, se paseaba desnudo
por el salpicadero color carey.
Dejé que su voz jugueteara
con los respiraderos del aire acondicionado.
Le escuché y sus susurros consiguieron
que mi cuerpo dejase de pertenecerme.
La pasión fingió una repentina ronquera
y habló durante horas, acerca de bulevares aún calientes,
de muchachos y muchachas que hartos de hacer el amor
-sobre la explanada recién regada de la Tour Eiffel-
recogían sus cuerpos, hasta hacerlos sombra,
mientras se subían las cremalleras de sus pantalones sin arrugas.
Después perdí el conocimiento.
Muchos científicos quisieron darme la razón
y certificaron mi veredicto sobre aquella noche:
Ella iba a morir escandalosamente bella.
*La foto es de Brassai. Una foto de amor y cine negro. El poema es de Sonia R. Fides, que publicará su segundo poemario el próximo mes de mayo.
2 comentarios
Anónimo aragonés -
Entrenómadas -
La prueba es este texto.