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Antón Castro

PARÍS 3, LECTURA DE JUAN MARQUÉS

PARÍS 3, LECTURA DE JUAN MARQUÉS [Encuentro esta preciosa nota sobre París 3 de Aloma Rodríguez del escritor Juan Marqués, discípulo de José-Carlos Mainer y la traslado al blog. Juan Marqués, becado en la Residencia de Estudiantes, ha publicado esta nota en el blog de “La tormenta en un vaso”.]

No hace falta haber leído mucho para haber leído muchos libros que transcurren en París. La mitología sobre esa ciudad lleva siglos funcionando, y la han convertido en el epicentro de muchas cosas, y, particularmente, en un escenario predilecto para pintores, escritores o cineastas. Después el arte, haciendo el camino de vuelta, ha condicionado la vida de los que crecieron viendo esos cuadros, leyendo esas páginas, admirando esas películas. De uno de los personajes de la última novela del extraordinario escritor suizo Urs Widmer, se dice que «A París fue porque todo el mundo tenía que vivir una temporada en París» (El libro de mi padre, Barcelona, Salamandra, 2oo6, p. 46), y en esa exageración hubo y hay una verdad. París ha sido el destino anhelado por generaciones enteras de poetas, fotógrafos o músicos, en varios momentos de los doscientos últimos años, y eso hace que, al menos en cierto sentido, lo siga siendo de vez en cuando, sin necesidad de ser demasiado mitómano, esnob o infantil.


También los escritores españoles han sido atraídos por esa ciudad, primero fascinados por su bohemia y su color (y allí están, entre muchos ejemplos, el París de Ramón Gómez de la Serna, el Aquí París de Pío Baroja, o el ya desmitificador París de José Gutiérrez-Solana que va a ser inminentemente publicado en La Veleta), o después, en algunos tristes casos, obligados por el exilio (o por razones muy diferentes e indeterminadas, como César González-Ruano, según acaba de recordar —y fantasear— José Carlos Llop en su curiosa ficción París: suite 1940). Saltando las décadas, han pasado sólo cuatro años desde que Enrique Vila-Matas narró sus recuerdos de su huida a esa ciudad en París no se acaba nunca, y hace unos meses nos llegó la particular crónica que el zaragozano José María Conget hizo de su estancia de un año en París en Pont de l´Alma. Ambas narraciones contenían ya suficiente desenfado y aversión por la solemnidad como para comprobar que “la ciudad del amor” comenzaba a ser vista y narrada ya con un tono muy diferente, poco sumiso a las leyendas y a la tontería.
Es en esta estela donde puede leerse París tres, la novela con la que la también zaragozana Aloma Rodríguez irrumpe en el mundo literario, y, concretamente, en una magnífica editorial, Xordica, que ya ha acogido a muchos de los mejores escritores aragoneses de estos años (los jóvenes Julio José Ordovás, Daniel Gascón, Ismael Grasa o Cristina Grande, junto a autores consagrados como José Antonio Labordeta, Javier Tomeo, el propio Conget o, muy recientemente, Ignacio Martínez de Pisón) y que merecería ser mucho más conocida en el ámbito nacional (e incluso más allá).
París tres es, sin duda, una novela. El que la protagonista se parezca tanto a la autora, y el que, al parecer, el origen de esta narración está en un blog que fue escribiendo Rodríguez durante su año de beca Erasmus en París, no la convierten en un diario, aunque se aprovechen bien algunos recursos de ese género. Es una crónica íntima, pero no se la está contando a sí misma sino a nosotros, con una curiosa y muy lograda mezcla de exhibicionismo y humildad.
Hay momentos de una sencillez preciosa («Estoy nerviosa y Barreiros tiene sed. Él me abraza y yo le doy agua», se lee en la página 23, en lo que podría ser, tal como está, un delicadísimo y maravilloso poema zen) e incluso emocionantes, como en ese impagable capítulo (el «Setenta y ocho») en el que, tras telefonear a su padre para felicitarle su cumpleaños, la voz narrativa comienza a contarnos con detalle lo que va a ocurrir en la cena familiar en el restaurante, eso que aún no ha sucedido y ella no va a presenciar, pero que ya imagina desde la distancia y el cariño, añorándolos desde su nueva vida.
Se trata de una novela muy fácil de leer, lo cual, lejos de lo que alguien pudiera pensar, es otro mérito de la autora, y ni quiere decir que sea simple ni implica que haya sido también fácil de escribir. Más bien se aprecia todo el trabajo que hay detrás de estas 130 páginas. Trabajo de detectar las cosas que se quieren contar y, después, trabajo de contarlas, y de contarlas bien, sin trampas, sin pedantería, sin inflación. Aloma Rodríguez se muestra especialmente brillante en los finales, en los cierres de muchos de los noventa y ocho pequeños capítulos, al rematarlos con breves párrafos o líneas sugerentes que establecen una complicidad muy intensa, y donde se descarga buena parte de la calidad lírica que contiene el libro. Después de un complicado y fatigoso viaje en coche, por ejemplo, termina escribiendo que «En casa, bajo la persiana y cierro la cortina. El sol está a punto de salir» (p. 114) y entonces uno se siente cansado pero protegido, como en su propia casa. O qué fácil es compartir la limpia intimidad doméstica de la que se nos hace partícipes para completar el capítulo «Setenta y uno»: «Estamos semidesnudos encima de la alfombra. Me pongo encima de él y le pregunto si tiene hambre». (p. 96).
Los que tengan hambre de buenos libros harán bien en dedicar un par de horas a éste, donde la ternura gana la batalla a la frivolidad, la juventud a la inercia, el trabajo a la improvisación. París tres es una pequeña y sorprendente delicia. Un debut tan deslumbrante y libre como sus últimas palabras.

 

*París 3. Aloma Rodríguez. Xordica: Colección Carrachinas. Zaragoza, 2007. 136 páginas. [La foto es de Rogelio Allepuz, y la publicó en "El Periódico de Aragón", con una entrevista de Joaquín Carbonell.]

3 comentarios

Nerea -

Yo lo comencé ayer. Por ahora, es estupendo.
Un saludo.

Juan Marqués -

Estimado Antón Castro,
qué preciosa sorpresa encontrar mi reseña en su blog. Se lo agradezco de corazón, pues así mi texto tendrá más lectores de los que seguramente merece. Y qué emocionante eso de ser presentado como "discípulo de José-Carlos Mainer"... De todas las cosas que soy, ésa es la que más me enorgullece (y la que más me hace trabajar, por terror a decepcionarle y no estar a la altura de la temeraria confianza que puso en mí...).
A mí, por otro lado, me parece más rica la reseña que sobre "París tres" publicó David Mayor ayer en el "Artes y Letras". El Heraldo llega al Paseo de la Castellana sobre las doce del mediodía, y allí estoy todos los jueves para ver qué cuentan Nachete Escuín, Dani Gascón, Ordovás, Romeo y compañía... Para no perder ciertas costumbres casi domésticas.
Gracias de nuevo.
Juan

Entrenómadas -

Estupenda reseña. He terminado el libro hace un par de días y me ha gustado mucho. A mí siempre me alegra y asombra la habilidad de la gente para describir situaciones, lugares y personajes con soltura y belleza.

kisses