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Antón Castro

DIÁLOGO CON JOSÉ MARÍA CONGET (Recuperación)*

DIÁLOGO CON JOSÉ MARÍA CONGET (Recuperación)*

[José María Conget (Zaragoza, 1948) acaba de ser designado Premio de las Letras Aragonesas 2007 por el conjunto de su producción literaria. Recupero esta conversación sobre algunas de sus pasiones: el cine y la poesía, Sevilla, donde reside, los tebeos, la literatura...] 

«La literatura y el cine sólo me han producido placer»         

--Ha estado viviendo tres años en Sevilla. ¿Cómo le ha ido?
        
--Muy bien. Dejé atrás Nueva York, tras ocho años apasionantes, y decidí volver a la enseñanza. Sentía nostalgia de ese periodo de relajo de julio, agosto y septiembre. Los amigos me decían si me había vuelto loco. Me encontré con profesores amenazados por la ESO, agotados y desesperados, pero yo no he tenido ningún problema. Volvía fresco, sé apañármelas en el aula y además soy un veterano.
   
     
--En Sevilla, ha sido muy bien acogido. Publicó en Renacimiento
«Una cita con Borges» (2000).        
--Es cierto. He hecho grandes amigos: Fernando Iwasaki, Hipólito Navarro, Juan Bonilla, Juan Lamillar, Eduardo Jordá. A Abelardo Linares, por ejemplo, ya lo conocía de Nueva York. Algo tuve que ver con el hecho de que el librero y poeta adquiriese la biblioteca de 500.000 ejemplares de Eliseo Torres. Estuvo un año en Nueva York ordenándola y trabajando en ella.
        

--¿Ha escrito mucho o no en estos años?
        
--Más bien poco.
«Una cita con Borges» es una recopilación de textos diversos. Pero sí he concluido un proyecto que se remonta a mi primera novela: «Quadrupedumque» (1981). Me refiero a una antología de la presencia del cine en la poesía.

--Llevaba media vida con ese proyecto.        
--Cuando Jesús Munárriz se decidió a publicarme mi primera novela en Hiperión, tuvimos una ligera discusión sobre cine y poesía. Yo le dije que el cine había tenido un gran eco en la lírica, y me dijo que ése sería un libro precioso. He ido recogiendo textos aquí y allá, pero recientemente aparecieron dos libros que me inquietaron un poco:
«The Faber Book of Movie Verse» y en México se publicó «Los poetas van al cine». Me dije: «Tengo que entregar el proyecto». Ya está en manos del editor con todos los permisos sobre la mesa. Son 200 poemas, un extenso prólogo y más de un centenar de notas, creo que divertidas. Abarca todo el siglo XX y el primer poema, malísimo pero muy curioso, es de 1900 del aragonés Luis Ram de Viu. El volumen se titulará «Viento de cine», que es un verso de Pedro Salinas.        


--¿Qué poetas aparecen?
        
--Muchos, de casi todos los movimientos y generaciones. No están Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado. El gran momento del cine en la poesía corresponde a la Generación del 27 o y las vanguardias, pero también hay cosas de Celaya, por ejemplo.
        

--¿Cuáles son los contenidos de la antología?
        
--Podríamos establecer cuatro apartados. Hay poemas que utilizan el cine como metáfora del sueño, de la vida, de la memoria, y no dudan en usar la terminología fílmica del tipo primer plano, secuencia, travelling. Otros poemas tratan de los mitos del cine; el más tratado es Chaplin, luego Greta Garbo (Alberto Porlán escribe contra ella y cita una serie de actrices que iban a ser mucho más célebres: hoy nadie las recuerda) y Marylin Monroe. Luego se habla mucho de las películas como referente sentimental, y por último hay poemas sobre las salas, entendidas como el lugar donde uno fue feliz.
        

--¿A qué cine de Zaragoza le habría dedicado un poema de haber sido poeta?
        
-
-Al Elíseos. Allí vi la primera película con mi mujer,
«Barbarroja» de Akira Kurosawa.        

--¿O al Fuenclara, no? Ha descrito en
«Todas las mujeres» aquel reguero de pis que venía desde las últimas butacas.        
--Yo mismo contribuí a ese regadío. Era el cine más barato de Zaragoza. Olía fatal. Descubrí que había localidades de galería a dos pesetas y allí iba a ver películas con mi amigo Aguirre.
  
      

--¿Le ha marcado más el cine que la literatura?
        
--No. De ninguna manera. Yo he sido un gran lector, y aún lo soy, aunque leo menos por razones de tiempo y por la edad. La literatura ha sido esencial en mi vida: como lector y escritor. Sólo me ha producido placer. Al cine no he dejado de ir jamás: acudo cuatro o cinco veces a la semana. Sólo hay un género que no me gusta nada: las películas bélicas, y en particular las de submarinos. Y tampoco en exceso los melodrama. Hace poco me salí de
«Bailando en la oscuridad» de Lars von Trier. Los últimos «almodóvar» tampoco me gustan. «Todo sobre mi madre» me parece una mentecatez, está descontextualizada socialmente, algo que no ocurría con las primeras cintas de Almodóvar, que me encantan.        

--Ha publicado un libro sobre el cómic,
«El olor de los tebeos».        
--Siempre quise escribirlo y me ha salido un volumen autobiográfico, sentimental y un poco erudito. Es un texto de algo menos de un centenar que páginas, de estructura muy libre, que se centra en varios aspectos: los kioscos, de varias ciudades, no sólo de Zaragoza. Los kioscos de mi infancia estaban en porterías, la señora de Hernán Cortés me fiaba, y también me gustaba el que estaba al lado del cine Coso. Recuerdo que cuando vi mi primer kiosco en Barcelona me pareció entrar en un navío que contenía auténticos tesoros.
        

--¿Cuáles son los otros asuntos que aborda?
        
--De cómo el amor se manifiesta socialmente, a través de bodas, hijos o muertes; de la presencia de los dinosaurios en los tebeos, que se remonta al menos a 1933; de tebeos musicales de niñas como
«Claro de luna» o «Serenata»; de los viajes en los tebeos, y también comento cuatro fotos de niños leyendo tebeos.        

--Hablemos de París...
        
--Cuando fui a París por vez primera me pareció pomposa y cargante. Con el paso del tiempo, he mejorado esta impresión. Me parece una ciudad de grandes estímulos culturales. Siempre me adapto muy bien a todos los lugares. 
        

--Creo que trabajaba en una novela...        
--Se va titular
«La bella cubana», que es una famosa pieza del folclore musical cubano, de Ernesto Lecuona. Es la primera vez que tengo el título de un libro. Trata de la relación que se establece en Nueva York entre un joven y un escritor fracasado y mayor, silencioso y extraño, del cual nadie sabe su condición de novelista. 

*Retrato de José María Conget.

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