RETRATO DE JULIO CORTÁZAR*
El día que Julio Cortázar murió en París, en febrero de 1984, entré en la Librería Pórtico y me gasté mi modesto sueldo de cajero de bingo en comprar las biografías, estudios, entrevistas y los escasos volúmenes de cuentos que no poseía de él: una larga veintena de títulos que me han acompañado siempre, de aquí para allá, como un instrumental necesario. Hubo una época en que me aprendía de memoria los inesperados finales de sus relatos o aquellos fragmentos donde contaba el combate entre Jack Dempsey y Luis Firpo, el Toro salvaje de la Pampa, que oyó en la radio junto a su madre; cuando se consumó la derrota, Argentina se echó a llorar y el niño Julito también.
Dice Cristina Peri Rossi en su libro Julio Cortázar (Omega, colección "Vidas literarias") que el escritor argentino, nacido en Bruselas en 1914, era el autor más amado por el público, porque sentía y utilizaba la literatura como un juego. Y no parece referirse sólo a ese memorial de prodigios y libertad absoluta que es Rayuela, sino a Historias de cronopios y famas, Un tal Lucas o sus textos fragmentarios y hechizados como Último round, 62 modelos para armar o La vuelta al día en 80 mundos. Cortázar disfrutaba de la palabra como disfrutaba de la vida y con las mujeres --lo cambiaba casi todo por su compañía y el lenguaje de la emoción que les atribuía--, con las novelas rosas o los bolsos de las damas. A veces invocaba a sus tías, a Celina en concreto, y recordaba que su bolso era como "un Arca de Noé".
Cortázar debió ser un tipo entrañable, nada dogmático a pesar de que, tras su primer viaje a Cuba, apoyó decididamente a Fidel Castro. Entonces, en 1963, estaba casado con Aurora Bernárdez, traductora de Ítalo Calvino, pero allí conoció y se enamoró hasta la perdición de Ugné Karvelis, "una real hembra, una walkiria" que se convertiría en su agente literaria y en la criatura más celosa del mundo. Cortázar atraía a todas las mujeres con su eterna juventud --a Peri Rossi, recuerda ella, le decía a menudo: "Soy inmortal"--, por su modernidad, por su forma de hablar, por su irresistible encanto. Con la escritora estableció una relación de amor y camaradería literaria, había hallado en una librería de viejo su novela Libro de mis primos, cuando él estaba a punto de entregar a la imprenta su comprometida novela Libro de Manuel. Se citaban en París, en Barcelona o en Deià (Interviú les robó una foto, con Peri Rossi en top less, y tituló: "Julio Cortázar y las tetas"); el clima de complicidad entre ambos debió ser absoluto. Los quince poemas que le dedicó a la autora de Indicios pánicos son perfectas piezas de amor, confidencia, ironía y exilio que integraron el volumen Salvo el crepúsculo.
Cortázar amaba la ópera y el jazz, el surrealismo y las experiencias del OULIPO (en las que participó con Georges Perec, Raymond Queneau, Boris Vian y el propio Calvino) y se curaba de sus ataques de melancolía viajando. Aprovechaba sus largos vuelos para redactar sus cuentos; así nacieron el ya mítico Queremos tanto a Glenda o Deshoras. En 1979 se enamoró de Carol Dunlop, mucho más joven que él, y vivieron esa pasión hasta la muerte de ella en 1982. Entonces Juan Carlos Onetti le dejó un mensaje que decía: "El de Arriba es un hijo de puta". Apenas dos años después, falleció el escritor de una enfermedad misteriosa, igual que su mujer. Peri Rosi dice que fue por sangre contaminada de sida y recuerda aquel episodio que escandalizó a Francia y provocó dimisiones. Los medios se hicieron eco de aquella biografía que no es tal --es más bien un libro de recuerdos del amigo y amante muerto, y a la vez una carta a un fantasma querido--, y han hecho hincapié en el asunto del sida. No era necesario. El crítico aragonés Rafael Conte ya lo contó en su libro de memorias Futuro imperfecto (Espasa Calpe, 1999).
4 comentarios
Antonio Pérez Morte -
hei leido o teu conto no xornal e gustoume:
Como todos os domingos.
Laura Rodríguez -
Gracias.
Laura
Magda -
En GUadalajara existe "La cátedra Cortázar", que sostienen varios escritores e instituciones, entre ellos Carlos Fuentes. Hay anualmente una reunión, congreso, y se pone de lo mejor.
Magda -
Yo tuve la fortuna, de estudiante en mis primeros años, de conocerlo, con esto quiero decir de verlo en algunas conferencias. Hablaba en un argentino bastante especial, y aunque nació en Bélgica por cosas del trabajo de su padre, de belga no tenía nada ni por herencia ni por nada, y sin embargo su acento tenía una r que sinceramente me cai pesada, se me hacía "sangrona", como decimos por acá (pedante).
Un gran escritor, y muy guapo, de ahí el éxito con las mujeres, además de percibirse tierno.
Un abrazo, Antón.