SIEMPRE HAY UN PERRO AL ACECHO
En estos días de lluvia londinense, el cielo parece llorar a espasmos sobre el nogal, los albérchigos y la higuera. Las perras del jardín andan atropelladas: la más grande, una impura mastina del Pirineo llamada Noa, está en celo. La boxer Zara, de pocos meses, vive ansiosa: quiere escabullirse del frío y busca alguien que quiera jugar con ella un instante, que le deje morder el pantalón, o lo que sea. Cuando cae la noche, hacia las diez, las dejamos dormir a recaudo. La grande se tiende sobre una alfombra de Colombia y la otra se abandona en el baño, en una caja con cojines. A veces, ladran de noche, cuando presienten pasos, cuando oyen perros a lo lejos o el bufido de los aviones insomnes. A las ocho de la mañana ya están, de nuevo, en el jardín. Y ahí empieza su auténtico festín o su calvario. La perra grande se acerca al portal y ofrece obscenamente su trasero a un par de perros que hacen guardia como centinelas. Uno es pequeño, como Fred Basset, y apenas llega a alzar sus puntiagudas orejas y su largo cuello; el otro es un perro lobo sin destino y acaso sin dueño que espera su momento. Mientras, se resigna y lame: alza el hocico, lo mete entre los barrotes y busca su tesoro de lascivia. Y así ya llevan varios días. Tal vez una semana. Ambos están al acecho, como quien aguarda el gesto definitivo de un dueño que por un instante se distrae y deja el portal entreabierto. Su enamorada, tranquila, acepta el cortejo. Y lo anhela. La niebla empaña la escena y la vuelve misteriosa, casi irreal, de pesadilla. ¿Qué dirá José Antonio Marina de esta animal y paciente forma del deseo?
*La foto es de Elliott Erwitt, uno de los más grandes fotógrafos de todos los tiempos. Realizó una serie casi inacabable de más de un millar de instantáneas de perros.
2 comentarios
Blanca -
Entrenómadas -
Precioso lo que cuentas. Ada, mi perra, es todo misterio. Tengo que subirla al blog, tengo que subir una foto suya.
Y tienes razón Elliot Erwitt es de los grandes.
AUGURI