LA PLENITUD VISUAL DEL EMBARAZO*
[La peluquera y maquilladora Carmen Arbués Miró y el fotógrafo François Poirier, asentados en Murillo de Gállego, firman un deslumbrante libro sobre la mujer embarazada: “De un mundo a otro”.]
Desde hace varios días, me atraía poderosamente la atención un libro de gran formato. Una mujer desnuda y embarazada, con el cabello plateado y metálico, extiende su mano derecha mientras luce su perfil orondo sobre un fondo de papel de aluminio pintado. Ése es el motivo de portada. Veía el libro una y otra vez en la mesa de novedades, casi como una tentación. Miraba los cuerpos desnudos, miraba las esculturas pintadas, las mujeres-lienzo, las mujeres de arena, las mujeres-flor, y siempre me quedaba un tanto perplejo. ¿Qué era aquello, en realidad: la memoria de Venus, madre y tierra? ¿Un libro sobre el embarazo, un tratado sobre la exultante y nada convencional belleza de la gestación? ¿El relato visual de un cuerpo que cambia y que se hincha con el milagro de la vida en su interior? ¿Un manual en imágenes, próximas al arte contemporáneo, sobre la mujer que desarrolla, con gozosa opulencia, una nueva forma de energía o la semilla del mundo?
Me fijaba en sus autores, Carmen Arbués Miró y François Poirier, y me quedaba indeciso. ¿Quiénes serían? Siendo tan aficionado a los libros de fotografía, sospechaba que un día u otro acabaría por adquirirlo. Un día, recibí una llamada del cineasta y etnógrafo Eugenio Monesma: me habló de una pareja de creadores, repletos de fuerza e imaginación, que vivían en Murillo de Gállego. Me dijo que habían publicado un libro extraordinario, pero creo que no me dijo nada más. Tal vez añadiese: “Te va a encantar”. Hace unos días, en una pequeña bolsa de plástico, recibí un libro de gran formato. Era “De un mundo a otro”, y lo firmaban François Poirier y Carmen Arbués Miró. Por supuesto, era el libro que me perseguía en todas las librerías. Me gustaron las dedicatorias. Carmen le dedica el trabajo a su madre, Carmen Miró Polo. Y Poirier, a todas las madres del mundo.
Volví a zambullirme en sus páginas. No cabía duda: era un libro sobre la feminidad, sobre la condición de madre, sobre el instante en que “el vientre se va agrandando como anuncio de una vida”. Es un libro sobre la esperanza, sobre el misterio del espermatozoide que se encuentra con el óvulo, es un libro sobre la metamorfosis más hermosa y sobre el porvenir. Escriben los autores, bajo una parábola gráfica que anuncia la curva del embarazo y la hendidura del ombligo: “Piel dilatada, ensanchada, estirada, que respira por los poros un ansia de futuro”. Arbués y Poirier comparan a sus mujeres con heroínas, vulnerables y enérgicas a la vez, con diosas, y a continuación abordan las diversas suertes del desnudo más iluminado por dentro.
Carmen es maquilladora, figurinista, peluquera, y es una creadora de atmósferas, de guaridas para el sueño y de espacios abiertos, que ha trabajado mucho en el cine y que sigue haciéndolo, sobre todo, en Francia. François es director de fotografía de películas y es fotógrafo de arte con sobrados recursos, enorme paciencia y con una sensibilidad especial. El lector-espectador se sumerge en las páginas para verlo todo: esa belleza sangrante, y tal vez telúrica, que se cuartea como un fruto al final de su sazón cuando está a punto de sobrevenir el definitivo vómito de vida, la humana certeza de un pálpito. Aquí hay muchas cosas, muchas mujeres que son actrices o máscaras de una gran función teatral que es la pura ostentación del embarazo. Hay mujeres árbol, esculturas en proceso, amazonas indómitas, mujeres que aparecen recortadas sobre un fondo que evoca a Dalí o Tanguy, mujeres que han sido soñadas por Rousseau el Aduanero, mujeres que parecen estudios de pintor o bocetos de escultor, mujeres con mantillas que remedan a preñadas manolas de la España cañí. Hay mujeres que se asoman a las azoteas de la gran ciudad, mujeres que acarician la viola con una gran nota musical inscrita entre los senos y su protuberancia dichosa. Mujeres que han sido captadas en París o en Venecia, en pleno carnaval, y a orillas del río Gallego. Este libro tan solar lleva un escueto prólogo, una “Carta desde el interior” de Pierre Jouannet, que se cierra con un hermoso grito: “¡Bienvenido a la vida!”
*Este artículo aparece hoy en las páginas de opinión de Heraldo de Huesca, donde escribo desde hace casi un lustro por gentileza de Mariano Gállego.
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Blanca -