EL EMBRUJO DE ÁLVARO CUNQUEIRO
Se habla tanto de Alvaro Cunqueiro (1911--1981) en Galicia que parece que desde que uno nace ya debe conocer su existencia o saber que se trata de un escritor importante. Fundamental para nosotros. Yo había oído hablar mucho de él, incluso hacia 1976 ó 1977 leí una entrevista en una revista que dirigía Víctor Freixanes y en la cual colaboraba un jovencísimo Manuel Rivas, Teima, donde le hacían una entrevista al autor de As crónicas do sochantre. Decía: "Si yo le hiciese caso a las puñeteras manías de este país, hace años que hubiera dejado de ser escritor". No entendí muy bien a qué se refería, pero sentí curiosidad por saber qué le reprochaban.
Al día siguiente, me fui a la sección de Gallego de la Biblioteca de la Universidad Laboral donde estudiaba Electrónica, desgraciado de mí. Y curioseé en los ficheros con sus títulos en castellano y gallego: Las mocedades de Ulises, El año del cometa, Tesouros novos e vellos, Os outros feirantes y Merlín e familia, que además era de las más antiguas. La saqué e intenté leerla varias veces: siempre me perdía y volvía a empezar. Me gustaban los títulos de los capítulos, el episodio de la sirena, la complicidad del viejo Merlín y de doña Ginebra varados en una fraga de Lugo, en Miranda; me sentía revivir en la historia de amor del niño que cuenta y de la muchacha, Manoel y Helena, pero sólo intuía las cosas, no lograba descifrar muy bien nada de aquel mundo ucrónico que lo mismo fundía una historia rural de los años 50 con un pasado de leyenda salido de Las mil y una noches. Así era Cunqueiro: imprevisible, extravagante, fabulador y raro. Incluso en su forma de escribir: afirmaba negando, y redactaba un gallego que yo desconocía por completo, parecía medieval o lejano: un lenguaje inextricable matizado por rumores de lluvia y cánticos taciturnos y maliciosos de sirena sola en altamar.
Por aquellos días andaba yo muy interesado en el teatro y en investigaciones parateatrales con Teatro Circo. Cada vez que iba por el local que estaba cerca de la playa del Orzán, encontraba al grupo ensayando bajo las órdenes de Manuel Lourenzo. Un genio. En los primeros tiempos preparaban A noite vai coma un río de Cunqueiro, con una espléndida y rubia Luisa Merelas, creo recordar. Y luego empezaron a montar O incerto señor don Hamlet del escritor de Mondoñedo. ¡Cómo disfrutaba en aquellos ensayos, qué emoción meiga de magia y añoranza cada vez que oía aquella poesía encantada, el secreto de los bosques hecho sílabas!
Cada noche, volvía para Arteixo en el último autobús que había: el de las diez y media. Y un día me di cuenta de que en él viajaba también uno de los actores: Xan González Eirís, que iba hacia Carballo, donde vivía y trabajaba en un banco. Era y es un actor extraordinario. Jamás podré olvidar aquellos viajes: me enseñó literatura, música (él me invitó al primer concierto, y al segundo y al tercero y al cuarto, de la Sociedad Filarmónica) y un día le dije que no podía leer a Cunqueiro. Que lo había intentado con varios libros pero que me era imposible.
--¿Conoces Merlín e familia?
--Ese es el libro que más me ha hecho padecer.
--No puede ser. A Cunqueiro hay que leerlo por el placer de leer. Es el escritor más feliz del mundo. Encarna el duende de la palabra.
Volví a intentarlo y logré comprenderlo por fin, conseguí absorber su misterio, esa ardua y cristalina mezcla de vida cotidiana, tan semejante a la mía, adolescente de aldea, y de trasmundo. Luego ya me zambullí en él con desafuero y encontré el mundo clásico, el mundo medieval, personajes extraordinarios, una erudición excepcional y sospechosa cuando quería, de ingeniosos apócrifos, viajes y amores y picardía, y una prosa sabrosísima que me invitaba a soñar como un narcótico o como un filtro de enamorar.
*Rondalla romántica de Mondoñedo que presidía un esbelto y altísimo y soñador Álvaro Cunqueiro Mora.
2 comentarios
felix castro vicente -
felix castro Vicente -
Lo poquísimo que he escrito creo que tiene a él como referente, esa forma de mezclar "realidad" y "ficción" lo cotidiano y lo extraordinario. También me influyó para investigar el Diccionario Infernal de Collin de Plancy, al ver que en un artículo que era un libro que él tenía como referente y del que me he hecho un coleccionista asiduo de ediciones, con todas las españolas y varias francesas (publiqué un artículo sobre ellas en Hibris) y también creo que me influyó leer su libro "tesouros e outras maxias" en mi ciprianillofilia y mis investigaciones sobre el libro de San Cipriano, de las que también he publicado algo (en Hibris y en Murguía) y que es como una madeja cada vez más grande que me envuelve más y más hasta no saber si es el gato el que juega con el ovillo o el ovillo el que juega con el gato y lo enreda en un hilo sin fin.