JAVIER TOMEO CON JAVIER GURRUCHAGA EN LA CASA DEL LIBRO
Mañana viernes, a las 20 horas, el escritor oscense Javier Tomeo presenta su última novela, “Los amantes de silicona” (Anagrama, 2008), en la Casa del Libro de la calle San Miguel, número 4. Javier estará acompañado de uno de sus grandes admiradores, Javier Gurruchaga, que hará una presentación-espectáculo, y también por Hermelo Delgado, responsable de la Casa del Libro.
Leí la novela hace unos días. Reproduzco aquí el texto que publiqué en Heraldo de Huesca.
LA REBELIÓN DE LOS AMANTES DE SILICONA
Acabo de adquirir un delicioso libro: “Escribir” (Pre-Textos) de Henry David Thoreau, que es una selección de su diario de 16 tomos sobre la escritura y la creación literaria. El volumen, de apenas un centenar de páginas, no tiene desperdicio. De repente, en una de sus páginas, encuentro esta frase: “Un libro habría de ser una veta de oro, igual que la frase es una diamante encontrado en la arena o una perla sacada del mar”. De inmediato le aplico el párrafo al último libro del oscense de Quicena Javier Tomeo, cuya inventiva no cesa. Tomeo tiene algo de paseante cansino por su ciudad, de pasajero inadvertido en el parque o en el Coso Alto, y de invitado perpetuo al Festival de Cine. Cuando llega la primavera, retorna con un mohín de fastidio o quizá de fatalidad, pero con también con la felicidad del niño gigante que vuelve a casa por vacaciones. Tomeo va por aquí y por allá, ensimismado y tierno, delirante y gruñón. Entre ceja y ceja lleva sus sueños, sus ideas, sus imágenes, y en un bolsillo de la chaqueta algún libro raro que él lee. Uno de sus libros herramienta sobre historia, cocina, animales o criminales.
La nueva novela de Javier Tomeo se titula “Los amantes de silicona” (Anagrama, 2008) y es, como casi todos sus libros, un tratado de pensamiento, un análisis de la vida cotidiana y de las relaciones de pareja desde el prisma más verdadero: el del absurdo. Javier Tomeo es pura intuición. Tiene un extraño olfato para captar los problemas básicos de la existencia: la incomunicación, el silencio, la incapacidad de ser feliz, la soledad más pugnaz, la hipocresía... Aquí, con ingenio y con su proverbial sentido del humor, con su inclinación al disparate sin énfasis, cuenta la historia de un apacible matrimonio que ha perdido el deseo y también el amor (cuando menos el deseo del otro, el intenso amor por el otro; poseen, por cierto, una tienda de lencería) y deciden hacerse con dos muñecos hinchables, ampliamente sofisticados, capaces de hablar y de cantar ópera, entre otras virtudes, para así satisfacer su lánguida vida sexual por separado. De esa manera, Basilio compra la muñeca Marilyn, que pesa diez kilos; Lucrecia adquiere el muñeco Big John, que tiene una erección permanente y puede alcanzar, cuidadosamente estimulado, una dureza excepcional y suplementaria en su pene. La historia evoluciona de una manera inesperada. Marilyn y Big John cobran vida y se rebelan, y su rebelión consiste en que se enamoran y consuman su atracción.
A partir de ahí, Tomeo pone ante los ojos del lector el hilo de otra madeja: los personajes dialogan sobre la pasión, el hábito sexual de los animales, la fidelidad, la traición, el tamaño de los genitales o sobre un poeta turco que fornicó con una leoparda. Incluso para la muñeca Marilyn, el tamaño también importa. Lo más curioso es que todo este mundo, delirante, próximo a Kafka de nuevo, a Beckett, a Boris Vian, a Luis García Berlanga (y a su película “Tamaño natural”), a Luis Buñuel y Georges Bataille, pero también a los mundos de anticipación de E. T. A. Hoffmann, todo ese universo en realidad forma parte de una novela erótica que escribe un amigo del narrador, Ramón M.; el narrador, que se parece un poco a Javier Tomeo -se dedica “a la distribución y venta de frutos tropicales, especialmente chirimoyas y mangos”-, interfiere, corrige, apunta y sugiere a su amigo el novelista. Así Javier Tomeo crea un artefacto estupendo de metaficción, divertido y preñado de intenciones, en el que están sus obsesiones y objetos: las relaciones viciadas, el podrido amor, la televisión, la pornografía, la irreparable crisis conyugal, la ópera, los bestiarios, la ciencia y la zoología, el surrealismo. En Tomeo siempre hay intuiciones fulgurantes. Con alguna ironía debe leerse ésta: “El nivel cultural de este país mejora cada vez más por obra y gracia de los consultorios sexológicos de la televisión”.
Curiosamente, esta novela tan desternillante como corrosiva llega al mercado cuando quitan el “Aquí no hay tomate”. ¿Habrán leído en Telecinco “Los amantes de silicona”?
Los amantes de silicona. Javier Tomeo. Anagrama: Narrativas Hispánicas. Barcelona, 2008. 144 páginas.
*La foto me la cedió esta tarde una de mis libreras favoritas, Julia Millán. Apareció en un libro de viejo. El original ahora obra en poder del poeta y lector de novela negra Gerardo Alquézar.
2 comentarios
RAMON VERDU -
ana a. -