NOTAS DE UN VIAJE AL INSTITUTO DE BORJA
Me encanta ir a los institutos a conversar con los alumnos de ESO o de Bachillerato. Este año he estado en varios lugares, dentro del ciclo “Invitación a la lectura”, y ha sido para mí, de nuevo, una magnífica experiencia. Descubres muchas cosas de los alumnos y, sobre todo, nuevas miradas sobre tus libros. De golpe, ellos han visto una frase, un pensamiento, un fragmento que les ha encantado o que les ha llamado la atención.
En el Instituto Juan de Lanuza de Borja habían leído en varios cursos de Lengua y Literatura mi libro “Los seres imposibles” (Destino, 1999), un libro que es como un homenaje particular al bestiario aragonés y a la vez un inventario de fábulas, un libro por otra parte muy familiar y amical: en él andan mis hijos (Diego, cuando tenía obsesión por los tigres; Jorge, cuando soñaba el cuento de un ciego; Aloma, cuando fue tirada al abrevadero en La Iglesuela del Cid y decidí convertirla en rana…), algunos de mis amigos (Ángel Artal Burriel contempla unas fotos de Patricio Julve que retrató a una Lady Godiva, aragonesa y desnuda, a caballo; Fernando Sanmartín me regaló la historia de Bruno Martín de Villarluengo; Ángel Crespo, que habita su casa encantada de Calaceite) y muchos de los temas que me interesan y me preocupan: la presencia de los artistas, la existencia de las sirenas, esos personajes un tanto desvalidos que tiene una grandeza de alma casi infinita. Como Abel Millán. Como Fermín Arrudi, el coloso de la música.
Nada más llegar a Borja vi el recibimiento gráfico en varias paredes. Una excelente pintora, Elisa, había seleccionado algunos textos, entre ellos uno de los mejores del libro “El escritor imposible” y distintas frases, e incluso piezas breves, y las había ilustrado con su propia mano o con imágenes de internet, tratadas a su antojo. En el salón de actos, donde se ensayaban bailes, piezas de rap y alguna composición clásica de Bach o Haendel, entre otros, habían colocado unos paneles preciosos (luego me dijeron que los había hecho el conserje) donde los estudiantes habían elegido sus fragmentos, sus aforismos, y los habían decorado con imágenes elegidas por ellos, manipuladas en algunos casos. Habían elegido frases que casi no me acordaba que había escrito. Por ejemplo, recordando a los caballos y al pintor Gericault, habían seleccionado una que es de mis favoritas: “Los caballos no piensan. Corren”. El conductor Atín, de Calamocha, recoge a la bella Margarita Artal, amante de Salustio Bienzobas (algunos dicen que les recuerda mucho a Procopio Pignatelli), y la mira con tal intensidad y asombro que ella le dice: “No enloquezcas. Soy de carne y hueso y a veces bostezo”. O también habían reparado en algo demasiado elemental e ingenuo: “¿Un poeta?, le preguntaban. Sí, es un hombre solitario que dice cosas bonitas con las palabras”.
Al leer esta cita recordé algo curioso: la noche anterior, la profesora Pilar Peris me había mandado uno de sus últimos poemas, lo colgué en el blog y decidí concluir así mi presencia en Borja. Pilar, arropadas por los compañeros (Pilar, Barbara, José Luis Corman, Chus, etc.), recibió un largo y emocionante aplauso de los alumnos. Algunos no sabían que su profesora de música escribe versos.Lo pasé realmente bien. Viajé con Ana Alcolea, que ha tenido un gran éxito con sus novelas infantiles y ahora les transmite sus experiencias como novelista a sus alumnos contándoles los secretos de “El medallón perdido” (Anaya), y con Ramón Acín, que prepara la exposición de José María Conget y la edición de una nueva novela juvenil: “Misterio en el collado” (Anaya). Hacía mucho tiempo queno conversábamos durante una hora: de Zaragoza a Mallén y de Mallén a Borja.
Esta es la tercera vez que voy al instituto de Borja: fui en 1991; volví hace cinco o seis años, invitado por Trinidad Ruiz-Marcellán, hablamos de “Los pasajeros del estío” (un libro de Olifante que ha recuperado estos días, con su probada gentileza, Miguel Mena. Fue mi primer homenaje absoluto a Teruel) y regresé ayer. Fue un día realmente precioso. Los alumnos estuvieron encantadores y atentos durante una hora y media. Y eran alrededor de cien.
Mil gracias a todos: a los estudiantes, a Bárbara y Pilar (que me trajeron entre risas a Zaragoza), a Chus, a José Luis Corman (que me contó los secretos de Borja y comarca, y me recordó al inolvidable Miguel Ángel Bordejé).
Me dio un poco de lástima que esta vez no les pudiese contar a los chavales mi pasión por su paisano Pepe Nogués, el arquero de goma que fue internacional una vez sustituyendo a Ricardo Zamora, ante la Italia de Giuseppe Meazza.
*Hablamos de Theodor Gericault, el gran pintor de caballos, y citamos su cuadro "La balsa de la medusa".
4 comentarios
ana a. -
santiago -
Sabía que Ana Alcolea estaba en el colegio de mi pueblo, me llamó la bibliotecaria y mi sobrina quedó encantada con ella.
Pero no sabía que también ibais al instituto donde hice bup y cou (no diré cuántos años hace de eso).
Abrazos.
Frida sinka -
Texiee -
Texiee