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Antón Castro

MAENZA, CONFERENCIA DE GRACIELA DE TORRES

MAENZA, CONFERENCIA DE GRACIELA DE TORRES

[Esta tarde, en el Centro de Historia, a las 19.00, la profesora y realizadora de cine Graciela de Torres Olson imparte una conferencia sobre José Antonio Maenza, el realizador maldito de El lobby contra el cordero. Graciela, en compañía de Francisco Plou, hizo un documental de una hora sobre este cineasta turolense. Hace algún tiempo escribí este texto sobre Maenza, que recupero para recordaros la cita de la siete, dentro de este ciclo de cine que coordina Luis Antonio de Alarcón.]

 

JOSÉ ANTONIO MAENZA

 

Uno de los turolenses más sorprendentes de los últimos tiempos fue el cineasta, escritor y activista José Antonio Maenza (1948--1979): adalid del cine independiente, revolucionario a su modo (era claramente anarcoide y refractario a cualquier ideología), e intelectual inquietante: desde muy joven fue un gran lector, al principio de Martín Vigil, dicho sea de paso, pero luego de pensadores, psiquiatras, estructuralistas, poetas como William Blake o el Conde de Lautréamont. E incluso llevó un diario bastante suculento, en el cual apuntaba sus minúsculas frustraciones, sus descubrimientos o anotaba matices de su personalidad: "Soy muy sensible a lo bueno y más a lo bello. Sensible a la sensibilidad". También refería cómo lo sosegaban la comunión o el rosario o cómo se le pasaba por la cabeza la idea de meterse cura. Poco más se sabe de su niñez turolense. Su padre tenía una tienda de colchones. Veneró siempre a su madre: cuando falleció en 1971, en José Antonio Maenza se recrudeció el complejo de Edipo. Iba al cine más por pasatiempo que por otra cosa, le interesó mucho El Evangelio según san Mateo de Pasolini y ya era muy proclive a las depresiones. Tampoco soportaba que no reconociesen su madurez. Todo ello nos lo revelan las últimas investigaciones de Pablo Pérez y Javier Hernández.

         En Zaragoza, cuando ingresó en la Universidad, halló el caldo de cultivo ideal para desarrollar una personalidad apabullante y a la vez devoradora. Aquí se encontró con el escritor y editor Enrique Murillo, que realizaba el servicio militar. Padre de gemelos, Maenza y él robaban ayudados por el carro en la librería Hesperia de Luis Marquina. Maenza fue toda su vida un cleptómano: robaba libros (Marcuse, Eco), objetos, recuerdos allá donde podía; a su amigo Ignacio Prat, al que respetaba y admiraba por su inteligencia y sensibilidad, le sustrajo una antigua daga con sangre sarracena; al fotógrafo Xavier Miserachs, un abrigo; a Enrique Vila--Matas, un pantalón y una camisa, en los tiempos de la gauche divine, de Bocaccio y de gran promiscuidad erótica. Al parecer, Maenza era homosexual.

         En Zaragoza encontró muchos amigos: Fernando Villacampa, Alejo Lorén (que fue el destinatario de epístolas y confidencias), José Miguel Franco de Espés. Con todos ellos realizó una película independiente: El lobby contra el cordero. Se rodó en Zaragoza en verano e invierno de 1968, en diversos espacios, incluido el cementerio de Torrero, y dio a conocer a un personaje raro, atrabiliario. Tanto lo era que ese mismo año, durante la Semana Santa, había acudido con unos amigos a Calanda. Buñuel acababa de llegar. Al parecer, un grupo de falangistas lo provocaron, le quisieron cortar el pelo y acabó en el cuartelillo, entre otras cosas porque los amenazó con esta frase: "Ya vendrán los nuestros, que tenemos armas de Checoslovaquia en un barco anclado en el puerto de Barcelona". Buñuel también recordó el hecho y calificó, con humor, a Maenza de "insensato". Aquel incidente lo llevó de nuevo a prisión, fue detenido en Teruel y encarcelado en Alcañiz, donde se hizo muy amigo de un alguacil, que le había prestado las Obras completas de Primo de Rivera y le presagio éxito y gloria en cuanto se muriese Franco.

         En El lobby contra el cordero se planteó Maenza la lucha de los estudiantes contra el poder con una estética vanguardista, que rendía tributo al objeto y a los símbolos. El sentido de la provocación de Maenza se trasladó al rodaje y a la relación con sus compañeros: al protagonista José Miguel Franco de Espés le arrojó una botella de sangre de cerdo, y éste dejó el rodaje. Miguel Labordeta también interpretó un pequeño papel de cura.

         Fatigado de Zaragoza, se trasladó a Valencia donde contactó con jóvenes inquietos, entre ellos con el poeta Eduardo Hervás, con el cual hubo sus más y sus menos por un asunto de estética y autoría del nuevo proyecto Orfeo filmado en el campo de batalla. Hervás se suicidó con gas en 1971. En esa época empezó a escribir su novela fragmentaria, experimental y autobiográfica Séptimo medio indisponible (Mira, 1997, presentada por Pablo Pérez & Javier Hernández), se interesó por el esoterismo e introdujo en la cinta una mezcla de sexualidad y política. Más tarde, se trasladó a Barcelona, donde Pere Portabella iba a producirle una nueva película: Horténsia--Beance. Allí entró en contacto con Emma Cohen, Félix de Azúa, Juan Benet, Molina Foix (que elogió El lobby...), Carmen Artal o el citado Vila--Matas. El clima no fue fácil. Maenza era caótico y provocador. Emma Cohen dibujó así el ambiente: "Antonio era un auténtico maldito, vestía mal, no se lavaba y no tenía necesidad de aparentar; eso es lo que le molestaba a la gente de Bocaccio, porque ante él el supuesto malditismo y originalidad no eran nada auténticos, los ponía en evidencia".

         Se fue de Barcelona, hizo la mili en Huesca, donde fue maltratado en muchas ocasiones por sus superiores, e inició su caída, su imparable descenso hacia la nada, su peregrinación por psiquiátricos: primero Béretra (Valencia), luego Teruel en varias ocasiones, donde vivió hasta que apareció en el suelo mortalmente herido, en medio de la calle, frente el primer piso de la casa donde vivía. Se dijo que era un intento de suicidio. Falleció en 1979, dos días después, en el hospital Miguel Servet. Misterios aparte, Maenza es un personaje extravagante, incomparable, pero inacabado, por hacerse. Murió a los 31 años, pero su actividad se truncó prácticamente a los 25 años. El trabajo de los autores nace de un elaborado y laborioso proceso, de una gran generosidad investigadora, aunque a veces incurran, a nuestro juicio, en desmesura interpretativa; al fin y al cabo, la obra de Maenza es escasa, de tanteos y de intuiciones muy del momento, prometedora sin duda pero trunca.

 

 

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