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Antón Castro

EL ÁLBUM DEL DEGOLLADO

EL ÁLBUM DEL DEGOLLADO

Para Fernando Valls y Gemma Pellicer

Una de las historias más espeluznantes que he oído nunca y que creía como verdaderas, rotundamente verdaderas, me la contó María de Carballido, una mujer viuda, madre de dos hijos, con la que me dejaba mi madre alguna vez. Me daba maizena y papas de maíz. Y me alimentaba de historias terribles como ésta. Al lado de su casa, y muy cerca de la nuestra, estaba el Bosque de Malvís, la fraga de Malvís, que quiere decir bosque variado en árboles, arbustos y umbrías frondosas. Aquel también lo era, y era, además, un lugar inquietante, con su luz tamizada, sus helechos arborescentes, sus gigantescos eucaliptos y sus estratégicas umbrías. Allí decían que el viento se convertía en un pájaro inmenso cuando caía la noche. Nos parecía un lugar infinito, sin demarcar, con grutas, covachas de animales y presencias casi monstruosas. Aquel era el límite a la incertidumbre. Rara vez nos internábamos allí. Había un momento en que María de Carballido sentía la necesidad de hablar de ese bosque.

 

Me decía, entonces, que allí, al atardecer, un día sí y otro también, aparecía una mujer hermosísima que llevaba un espejo y una navaja barbera. Con el espejo provocaba reflejos que llamaban la atención de los cazadores y de los leñadores. Había un momento en que éstos percibían su presencia, se acercaban y se quedaban estupefactos. Era una mujer rabiosamente bonita que los convocaba a su lado. Poseía  aura y olía como la salvia y la menta. Y ellos se acercaban tanto y tan confiadamente que ella extraía su navaja barbera y los degollaba.

Aquella historia resultaba completamente absurda e inverosímil, yo me daba cuenta. Cuando empecé a tranquilizarme, y a hacer gestos de incredulidad o de no tener miedo, María de Carballido me mostró una prueba irrefutable: un día fue a su cuarto y me trajo el retrato de su marido. “Sé lo que te cuento. Mi marido murió así, qué desgracia, y tan cerca de casa. Nunca nos atrevimos a recuperar su cuerpo. Se habrá quedado ahí a merced de los buitres”. Lo más sorprendente es que tenía un álbum de fotos de su esposo al que le había puesto este título a prueba de niños impresionables: “José. El álbum del degollado”.

*La fotografía de este bosque casi encantado pertenece al fotógrafo Sebas Navarrete, excelente creador de atmósferas que nos hacen pensar en José Verón Gormaz.

4 comentarios

sergio -

una porqueria ....dediquense a otra cosa mas vale!!! putosss

Anónimo -

Qué suerte habrás tenido, pajaro.
Me gustaría mucho conocer esos cuentos...

El álbum de Job -

La vecina de mi madre, doña Pepa, casada con un militar, también me contaba cosas como esta cuando me dejaban con ella. Es lo que en Zaragoza siempre nos contaban a los chicos.

Fernando Valls -

Muchas gracias, querido Antón, me siento muy honrado.