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Antón Castro

TRES POEMAS DE BILL COLLINS

TRES POEMAS DE BILL COLLINS

TRES POEMAS DE NAVEGANDO A SOLAS POR LA HABITACIÓN, DE BILLY COLLINS, TRADUCIDOS POR EDUARDO MOGA

 

 

 

INTRODUCCIÓN A LA POESÍA

 

Les pido que cojan un poema

y lo sostengan al trasluz,

como una diapositiva de colores,

 

o que peguen la oreja a su colmena.

 

Les digo que suelten un ratón en el poema

y que lo vean buscar la salida,

 

o que entren en la habitación del poema

y palpen las paredes en busca del interruptor.

 

Quiero que hagan esquí acuático

en la superficie del poema

y saluden al nombre del poeta que está en la orilla.

 

Pero lo que quieren hacer

es amarrar al poema a una silla

y torturarlo hasta que confiese.

 

Empiezan dándole con una manguera,

para averiguar lo que quiere decir en realidad.

 

PIN-UP

 

La lobreguez del garaje local no es tan densa

como para no distinguir el calendario de pin-ups

dibujadas que cuelga de la pared, encima de un banco de herramientas.

Te zumban los oídos con el martilleo

del mecánico en el tubo de escape,

y, cuando te acercas a mirar, adviertes que la de este mes

no es la que empuja el cortacésped, con un

sombrero de paja, unos escasísimos pantaloncitos azules

y la blusa anudada justo debajo del pecho.

Como tampoco la que lleva una gorra de almirante e, inclinada

hacia adelante, apoya las manos en un pilar del muelle

y observa por encima de las anclas diminutas que luce en los hombros.

No, estamos en marzo, el mes de los vendavales.

Muy apropiadamente, es la que pasea al perro

por una acera de la ciudad en un día ventoso.

Una mano está ocupada en evitar que el viento le vuele el sombrero

y con la otra sujeta la correa del perrito,

así que, claro, ya no le queda ninguna para bajarse

la falda que se le levanta y se le lía a la cintura,

dejando al descubierto unas piernas largas, con medias, y, sí, el secreto

aparato del liguero. Huelga decir que,

con la confusión creada por el viento y la excitación del perro,

la correa se le ha enrollado con varias vueltas

en los tobillos, lo que le da un aire de impotencia

y desamparo, al que colaboran también

los tacones imposibles con los que se menea.

Te encantaría acudir a su rescate,

coger al perrillo en los brazos,

desenrollar la correa, infundirle seguridad de nuevo

y recibir su insondable gratitud, pero

el mecánico te llama para que compruebes

algo debajo del coche. Al parecer, se ha

encontrado con un problema y el trabajo va a

salir más caro de lo que te había dicho y tardar

mucho más de lo que había pensado.

Bien, qué le vamos a hacer, te oyes decir,

y luego vuelves a tu sitio junto al banco de trabajo,

sabiendo que, cuando el martilleo se reanude,

levantarás muy despacio la hoja del calendario,

lo suficiente como para vislumbrar lo que

te reserva el futuro: ah,

el paraguas de topos rojos de abril y su

palma extendida tímidamente bajo la lluvia.

 

 

LEYENDO UNA ANTOLOGÍA DE POESÍA CHINA DE LA DINASTÍA SUNG, ME PARO A ADMIRAR LA EXTENSIÓN Y CLARIDAD DE SUS TÍTULOS

 

Estos poetas no parecen esconder

nada en sus anchas mangas;

descubren sus cartas muy pronto,

diciéndonos antes del primer verso

si el tiempo está húmedo o seco,

si es de noche o de día, en qué estación se desarrolla el poema,

y hasta cuánto ha bebido el protagonista.

 

Quizá sea otoño y esté mirando a un gorrión.

Quizá nieve en un pueblo de hermoso nombre.

 

«Contemplando peonías en el Templo de la Buena Fortuna

una tarde nublada» se titula uno de Sun Tung Po.

«Sacando agua del río y preparando el té»

es otro, o simplemente

«En una barca, despierto, de noche»

 

Y Lu Yu ya es el colmo:

«En una barca, una noche de verano,

oí el canto de un ave acuática.

Sonaba muy triste y parecía decir:

Mi compañera es cruel. Conmovido, escribí este poema».

 

No hay aquí tornos de hierro que franquear

como en otros títulos: «Vórtice en la cuerda»,

«El cuerno de la neurosis» y cosas así.

No son un felpudo de entrada con confusas y desconcertantes leyendas.    

 

En su lugar, «Salgo a pasear un domingo por la mañana,

al canto de los pájaros y al son de la cascada»

es una cortina bordada de pedrería que me acaricia los hombros.

 

Y «Diez días de lluvia primaveral me han recluido en casa»

es un criado que me acompaña hasta la estancia

en la que un poeta de barba fina,

sentado en una estera, con una jarra de vino,

musita algo sobre las nubes y el viento frío,

sobre la enfermedad y la pérdida de los amigos.

 

Qué fácil me ha puesto entrar aquí,

sentarme en un rincón,

cruzar las piernas como él, y escuchar.

*Navegando a solas. Bill Collins. Edición bilingüe de Eduardo Moga. DVD. Barcelona. 2007

1 comentario

esoliloquio -

Saborear la poesía requiere esfuerzo, de eso no hay duda. Además, el acercamiento a los grandes poetas crea en muchos casos frustración, sensación de club exclusivo, de difícil acceso, a veces incluso hermético, impenetrable.

Tal vez por eso sea especialmente de agradecer la aparición de poetas, grandes poetas, como Billy Collins, con una poesía que el mismo califica de “hospitalaria”.

La poesía se parece a la vida. Pienso que debemos vivir tratando de comprender, pero sin amarrar la vida a una silla, sin darle con una manguera, más bien tratando de hacer surf sobre sus olas.

http://esoliloquio.wordpress.com/2010/06/28/billy-collins-introduccion-a-la-poesia/

Un saludo