LÍNEA, CRISTAL Y DELIRIO: ARQUITECTURAS DEL SUEÑO
Zaragoza, la novia del viento, al abrigo del gran proyecto de creación y futuro que supone la Expo, ha cambiado paulatinamente de fisonomía, de relieves, de perfil desde cualquier posición. Es una ciudad que ha ganado en alturas, en puentes, en edificios de compleja construcción y estética, en paseos y en accesos. Es algo más que una ciudad junto al río: es una ciudad con río, el padre Ebro, que se mira en él, que lo ha hecho más suyo que nunca y que ha iniciado la transformación de su cauce y sus riberas como un espacio de solaz, de paseo, igual que ha ocurrido con el contestado Paseo de Independencia de Iñaki Alday y Margarita Jover, por poner un ejemplo, que ahora es la avenida de la alegría, el espacio de reconocimiento y de encuentro. Zaragoza, con las obras de la Expo y la idea global del corredor verde, se ha desposado al fin con el Ebro. O, cuando menos, ha iniciado ese periodo entusiasta que anticipa una larga relación. Zaragoza se ha desperezado no de golpe exactamente, pero casi: con PLA-ZA, con ese faro de luz y desventrada blancura que es la Estación Delicias (tan inhumana, es cierto, tan desoladora, pero tan moderna e icónica, tan imprescindible, también), con sus cinturones de ronda, con el arsenal de IKEA e incluso con el nuevo Aeropuerto, tan discutible quizá desde el punto de vista arquitectónico. Y esa mudanza la perciben los ciudadanos día a día, pero también los profesionales, los arquitectos que la sueñan, que la esculpen, que la refundan y la dibujan, y dirigen la materialización de sus moles.
Luis Franco, que trabaja con su socio Mariano Pemán en varios proyectos (la Comisaría de la Expo, la rehabilitación del Paraninfo, que se abría ayer, el nuevo hotel Alfonso I, entre otros espacios), ofrece esta visión general: “La Expo 2008 supone, de entrada, una especie de reconciliación con la propia capacidad y con nuestro lugar en el mundo. Zaragoza deja de ser una ciudad de segunda, de vida provinciana. Y en ello es muy importante la gente de fuera, los arquitectos, los ingenieros, distintos tipos de profesionales: quieren conocer lo que se ha hecho y lo valoran. Dicen: ‘¡Qué interesante, Zaragoza’! Y otro tema interesante es la recuperación del río. Eso ya no tiene vuelta atrás. Ya forma parte de la conciencia de la ciudadanía, de la sustancia misma de la ciudad. La gente sabe que el río existe y que es suyo. Se ha apropiado de él y lo disfruta. Lo ha incorporado a su cotidianidad y a sus valores. Lo hemos visto con la pasarela de Manterola: la gente se ha cabreado con las pintadas, siente esa pasarela como la calle de su casa”. El Ebro, a su paso por Zaragoza y en el dibujo del meandro, genera fascinantes y múltiples imágenes: un nuevo imaginario visual, un paisaje matizado, rico en gamas y en instantáneas, que tiene algo de inagotable paleta de pintor. La pasarela ciudadana de Manterola es Expo y umbral de Expo y, a la vez, apéndice, de la ciudad: un apéndice en suspensión que “resulta ligero, liviano, elegante, que parece flotar”, tal como lo define Luis Franco.
Otro arquitecto como José Javier Gallardo, que acaba de concluir un espectacular Museo del Fuego en la calle Ramón y Cajal, hace otro análisis general: “Construir la arquitectura es un hecho sujeto a interpretaciones diversas que deben funcionar no solo funcionando, valga la redundancia, sino haciendo enmudecer: es la construcción armónica de las relaciones artísticas y tecnológicas cuyo producto final debería regalarnos sensaciones sexis, estimulantes y provocadoras”. Eso exactamente sucede con un proyecto como el citado Museo del Fuego que se sitúa en el antiguo convento de los Mínimos de la Victoria, abundante en sugerencias, en estudios de la luz, en atmósferas y en recuperación de piezas y estancias y estructuras repletas de energía, ingenio, plasticidad y utilidad, donde el arquitecto también es un diseñador de espacios ocultos.
Uno de los proyectos más valorados por distintos expertos es, en la zona sur, el Edificio Aragonia. Un profesional tan pulcro en sus volúmenes, tan elegante de línea como Basilio Tobías señala: “El Edificio Aragonia, que está terminando Rafael Moneo con el rigor, la solvencia y la brillantez con la que nos tiene acostumbrados, conseguirá reequilibrar el interés y la actividad urbana en una zona que necesitaba una nueva centralidad”. Ese “rascacielos horizontal” es de una gran complejidad técnica y de usos. También Luis Franco como José Javier Gallardo lo ponderan. Dice Franco: “Es una pieza urbana, de variados usos, complejísima y difícil de resolver y, sin embargo, Moneo le ha sabido otorgar unidad. Va a ser una decisiva y muy elaborada zona de oficinas, de hotel, de viviendas, con complejo deportivo y comercial, con reserva de aparcamientos”. Tobías añade: “Creo que a Zaragoza le hacía falta una pieza de ese porte para incrementar ese cosmopolitismo que la escala de la ciudad demandaba”.
¿Qué aporta, a la escala y al cosmopolitismo, un edificio como el World Trade Center de Zaragoza (WTCZ)? Franco dice que aporta “una cierta categoría de ciudad moderna e importante. El edificio a mí no me desagrada en absoluto. Posee una resolución limpia, elegante, no es pretencioso y podría haberlo sido, acentúa nuestro cosmopolitismo y nos sitúa entre las ciudades de calidad media alta que ya lo tienen”. Ese edificio con vistas es un perfecto observatorio del gran laberinto de la ciudad que crece y se despliega en todas las direcciones. IKEA, más allá de su arquitectura, también modifica la ciudad, supone un cambio sustancial en ámbitos, en forma de vivir e incluso en forma de entender la decoración. “IKEA es todo un mundo y supone otro modo de ver la vida, igual que lo es ZARA”, o que lo han sido otros centros comerciales, con la revolución que supuso el Corte Inglés. El filósofo y profesor de Filosofía Ignacio Izuzquiza dijo una vez: “El Corte Inglés ha hecho más por los aragoneses que cualquier consejería de Cultura”.
Otro proyecto que ha llegado con la Expo, y que está fuera de Ranillas, aunque muy próximo, es el edificio de Viviendas para la Expo que ha diseñado Basilio Tobías, una obra que representa muy bien un modo de entender la construcción y la arquitectura. Es un edificio amable, rico en el uso de materiales, variado en sus estructuras, que muestra y esconde, que usa bellamente una cerámica metalizada de tono verdoso y el cristal. Luis Franco sostiene que “siendo un edificio muy sólido, tiene algo de edificio casi aéreo, ligero, que es muy ‘educado’ para la ribera del río”. También merecen atención, entre otros núcleos de viviendas, el Edificio de Viviendas Tuteladas (C. Nuevo Parque, en el barrio de San Gregorio), de Ángel Comeras, las Viviendas VPO en el barrio de Torrero (calle Biescas) de Jaime Magén, las Viviendas VPO (Calle Matilde Sangüesa) de Paco Lacruz y Montserrat, entre otras. Otro edificio importante es el de los antiguos almacenes Gay que han llevado a cabo Julio Clúa (responsable también de unos de los edificios precursores de la arquitectura más novedosa en PLA-ZA como es el de Imaginarium, tantas veces ensalzado) y José María Ruiz de Temiño, con la colaboración artística de Santiago Arranz.
No podemos olvidar la plaza Eduardo Ibarra, en La Romareda, del estudio Cano Lasso, la Rehabilitación de la Antigua Azucarera de Alfonso Torre, el Hotel Ibis de Jesús Marco o la Escuela Infantil el Tren de José Javier Gallardo, entre los edificios recientes. Pero lo mejor, lo más extraordinario es que hay muchos más, y otros están en camino: la Escuela de Artes nueva, el Espacio Goya, la Ampliación del Museo Pablo Serrano.
*José Antonio Melendo, los ojos desvelados de Zaragoza, el cazador de luces a cualquier hora del día, ha realizado esta sugerente foto de la Torre del Agua, que se ha quedado un poco baja.
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