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Antón Castro

LA BIBLIOTECA DE HERMANN HESSE

LA BIBLIOTECA DE HERMANN HESSE

Hace exactamente ahora, 30 años, en un junio abrasador, casi candente, visité Zaragoza por primera vez. Venía como estudiante de Electrónica a ver una fábricas de condensadores . La lista de mis compañeros empezaba por M: Meijide, Meizoso, Miramontes, Montes, Morandeira, Moreiras… Recuerdo que nos hospedamos en el hotel Los Molinos, y antes de llegar a él dimos una vuelta por una plazoleta que tenía en uno de sus lados una Biblioteca con un letrero iluminado. Aquella noche, tras un breve paseo por la ciudad solitaria, nos reunimos en dos o tres habitaciones para hablar y hacer el burro. Alguien descubrió a unas monjas al otro lado y se dedicó a chistarles, decirles cosas e incluso exhibirse desnudo hasta que cerraron las ventanas. A la mañana siguiente, antes de ir hacia el polígono de Malpica, aproveché para dar un pequeño paseo y ver más de cerca la biblioteca. Entré dentro y curioseé los estantes que estaban más próximos a la puerta. Recuerdo dos o tres tomos: el volumen “Leyenda” de Juan Ramón Jiménez, una biografía de Hermann Hesse y un título que me llamó mucho la atención: “Rilke en España”. Apenas estuve diez minutos; poco después salí a Independencia y vi aquella Librería General que publicaba los pesados libros de Matemáticas, Física y Química que debía estudiar el futuro ingeniero de telecomunicaciones que nunca llegué a ser. Algunos meses después, me trasladé a la ciudad y convertí aquella Biblioteca Miguel Artigas en uno de mis refugios: iba casi todos los días a buscar libros, a curiosear, a leer periódicos y enciclopedias. Me aficioné a las biografías ilustradas (Miró, Dalí, Einstein), y casi siempre repasaba aquel libro sobre Hermann Hesse, que era algo así como un ensayo biográfico con preciosas fotos. Nueve años más tarde, Plácido Díez y Lola Esther me invitaron a hacer prácticas en el periódico “El día de Aragón”. Descubrí que el 9 de agosto de 1985 se cumplían 25 años de la muerte del narrador y propuse escribir un artículo sobre él. No encontré fotos y un señor muy amable me cedió por unas horas aquel volumen, con un ruego: “Hágame un favor. Escriba un buen artículo. Mi libro favorito es ‘Peter Camenzind”.

[La foto de Hermann Hesse pertenece a Gret Widmann.]

4 comentarios

Niggerman -

Querido Antón:

Es un placer poder conversar contigo por este medio. Lo digo sin ninguna maldad ni doblez, pues yo mismo ando un poco atónito con un par de respuestas, más bien airadas, que han suscitado algunos comentarios míos más o menos recientes... Ante todo querría dejar muy claro, una vez más, que no obro con la mala fe ingénita que algunas personas han creído encontrar tras mis palabras... Es más: con bastante frecuencia he dejado opiniones elogiosas, o simples expresiones de alegría al encontrarme con una hermosa foto, con un poema que a mí me parece interesante, etc.

Así que no actúo por provocación, ni mucho menos. Es que creo, bona fide, que un medio tan ágil, tan flexible, tan inmediato como son las bitácoras, van de perlas para poder expresar gustos, opiniones, comentarios, etc., que no tienen por qué ser forzosamente unánimes, creo yo. Es más: un blog como este tuyo en particular tiene la ventaja de que resulta enormemente informativo y atractivo, lo que a mí, que no soy muy de participar en estas cosas (por timidez, sobre todo), me estimula sobremanera. Así que, por ese flanco, gracias: nos tienes al día, al diísima.

En cuanto a Hesse, queda claro que no me gusta. Aunque es preciso matizar, pues tampoco yo lo he leído demasiado. Tengo un recuerdo nefasto de "El lobo estepario". Y, curiosamente, los relatos son también lo que a mí más me ha atraído de su producción (de la que conozco, claro).

Gracias, un placer haber tenido este breve intercambio contigo, y un abrazo a ti también (sin mucho roce, porque el calor aprieta).

De Antón -

Querido Niggerman: Gracias por tus visitas, tus advertencias y tus comentarios. Me gustaría contestar más a tu sentido de la provocación, que es estupendo e invita constantemente a jugar, a discutir. Nunca había pensado que Hesse tuviese un aire estreñido y estirado, pero quizá sea así. Es como un místico con corbata. Lo de pelmazo y engreído, tratándose de la literatura, es un lugar demasiado frecuente... Sucede con Juan Goytisolo, Pérez-Reverte o Ruiz Zafón, sin ir más lejos. En el fondo, todos somos un poco así: pelmazos y engreídos, aunque no nos lea casi nadie, aunque no seamos demasiado buenos.

No soy un fanático lector de su obra, quizá lo que más me gusten son sus relatos, pero la anécdota es escrupulosamente real. Por ahí está la hemeroteca.

Un abrazo. Antón

Niggerman -

Reconozco que he visto muy pocas fotografías de Hesse. Pero todas tienen un similar aire entre estreñido y estirado. Qué sujeto este Hesse, qué pelmazo engreído...

Para Luisa: comparto tus nostalgias de las bibliotecas de los departamentos. Qué razón tienes.

Luisa -

Yo siempre me he sentido muy bien en las bibliotecas, incluida la "Miguel Artigas". También me gustaba mucho, durante los años de Universidad, ir por las tardes a las bibliotecas pequeñas de los departamentos, a leer, a tomar notas para trabajos, y charlar en los pasillos con los compañeros. Era como ingresar en sucesivas dimensiones.
Feliz 30 aniversario de tu venida a Zaragoza. Es estupenda tu capacidad de evocación.
Besos