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Antón Castro

HISTORIAS DE AMOR TURBIO DE JULIO JOSÉ ORDOVÁS

HISTORIAS DE AMOR TURBIO DE JULIO JOSÉ ORDOVÁS

 

Julio José Ordovás, como uno de sus personajes, siente debilidad por mirar desde la ventana, mientras llueve, cae la nieve o golpea el cierzo, por leer y por escribir. Es, aunque detesta el fútbol, un cazagoles de palabras, de emociones, de instantes. “Nomeolvides” es un proyecto muy distinto a los que había firmado hasta ahora –el diario “Días sin día”, el volumen de viajes “Frente al cierzo”, la colección de artículos “Papel usado”-: es un libro de retratos y miniaturas de mujer porque estos relatos breves, estos poemas en prosa y estos daguerrotipos, que de todo hay aquí, tienen por protagonistas a mujeres, a muchas mujeres que son escritoras, lectoras convulsas, peregrinas del silencio, de la soledad y de la insatisfacción. A una de ellas, se dice, “Le pesa, demasiado, el corazón”. Otra, como Iris, “oye cantar las alondras, aquellas alondras de la canción de su madre”. Todas son un poco la misma mujer desubicada y soñadora: las gemelas, Miren Coro, “Diana, la sombra de una flor enferma”, “Raquel camina sola y borracha y llorando”. Hasta esa “Nomeolvides” que cierra el libro, y le da título, de la que se dice: “Su voz es la voz del viento que barre, espera y desordena todos los tequieros”. Este libro un tanto desgarrado, con ecos de Baudelaire, es un ejercicio de contención, un mosaico de atmósferas, un laberinto de pesadillas. Julio José Ordovás habla del barrio y sus tabernas, de los áticos y de los fantasmas, y rinde homenajes a un puñado de mitos literarios: Isak Dinesen y su amor Denys Finch-Hatton; Cortázar, Boris Vian y el jazz; aquellos años de leyenda en Tánger o “La odisea”. “Nomeolvides” tiene algo de ejercicio de estilo, de prueba sentimental de autor y de declaración de amor hacia un puñado de criaturas reales o imaginarias que andan por ahí, sin rumbo, con algo de muñecas rotas y desesperadas.

Nomeolvides. Julio José Ordovás. Prensas Universitarias de Zaragoza (PUZ): colección “La gruta de las palabras”. Zaragoza, 2008, 48 páginas. La foto es de Amy Arbus, magnífica fotógrafa e hija de Diane Arbus.

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