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Antón Castro

ALMODÓVAR: IMPRESIONES DE UN RODAJE

ALMODÓVAR: IMPRESIONES DE UN RODAJE

 

[Cada cierto tiempo, Pedro Almodóvar publicar en un blog de rodaje las impresiones que derivan de la grabación de su nueva película. El blog se localiza en www.pedroalmodovar.es y es algo más que el testimonio de las experiencias, aventuras y matices de un rodaje, sino también un inventario de otras películas, de recuerdos, de actores, de directores y aquí, también, de su encuentro con el escultor César Manrique, el hombre que redescubrió al mundo Lanzarote, luego ya llegarían, entre otros, José Saramago y Alberto Vázquez-Figueroa. Copio aquí el texto, de unos cinco folios. Es la tercera entrega, creo, del blog del realizador. Y es un texto precioso, lleno de pasión por el cine, de amor a los actores, de idolatría por algunas grandes películas, especialmente del cine italiano. Esta foto de Edward Steichen puede verse en el Museo Reina Sofía, o una de esta misma serie. ]

Escribe Pedro Almodóvar:

 

LANZAROTE-BARAJAS

Nos hemos instalado en los Estudios Barajas, después de terminar todas las secuencias que ocurrían en Lanzarote. La experiencia en la isla de los conejos ha sido estupenda. Supongo que el paisaje influye en las personas, del mismo modo que las personas influyen en el paisaje. Los isleños son tan respetuosos y amables como la atmósfera del lugar en el que viven, a pesar de su habitual e inclemente viento.

Todo han sido facilidades por parte del Cabildo de Lanzarote, lo contrario de la falta de interés por parte del gobierno canario del PP. Lanzarote permanecerá para siempre en el corazón de “los abrazos rotos”. Ya puedo afirmar que Penélope está sublime en sus secuencias, Blanca Portillo rotunda, perfecta, y Lluis Homar impresiona mucho en la piel del amante que pierde la vista en un accidente que ocurre en una rotonda de la isla.

Desde que escribí el guión siempre pensé que esta secuencia (la del accidente) tendría como testigo una de las enormes esculturas móviles que César Manrique sembró por toda la isla. Cuando fuimos a localizar elegí una escultura que imita el continuo movimiento de la tierra y los planetas, diseñada para ser movida por el viento. Los círculos, tres círculos, diáfanos, tienen también algo de la rueda de la fortuna. En este caso de la mala fortuna. Después de haber elegido el lugar nos enteramos por la prensa local que el propio Manrique había muerto en ese lugar, hace dieciséis años.

No sé porqué, encontré la casualidad natural, la verdad es que en esta isla tan original todo me parece natural, por ancestral, supongo. Me hubiera gustado que César, el hombre que luchó y consiguió preservar Lanzarote del turismo devastador, supiera que su isla ya está inmortalizada en el negativo de mi película. Y que los negativos, con poco que se los cuide, son eternos. Lanzarote debe ser uno de los pocos paisajes en el mundo que conserven su imagen original, cuando hablo de la isla siempre me refiero al norte, creo que en el sur la cosa es distinta.

César Manrique inventó Lanzarote, en un momento (los años 60) en que en España se inventaban Benidorm y Torremolinos. Supongo que Franco no le prestó demasiada atención a las Islas Canarias, suerte para ellos, de ese modo los isleños pudieron actuar con más libertad e independencia. Me hubiera gustado que César supiera que he rodado, por fin, en su isla y que he fotografiado algunas de sus obras.
Lo conocí en el año 86 (la primera vez que fui a Lanzarote no fue hace diez años, sino en el 86), yo acompañaba a un amigo en busca de paz interior. Estuvimos una semana y César fue nuestro cicerone y anfitrión. Todo generosidad, gracia e inspiración.

FANTASMAS

Pero César Manrique no es el único fantasma que me visita en este rodaje. En las naves del Estudio Barajas, donde nos encontramos ahora, rodé hace veinte y dieciocho años respectivamente la mayor parte de “Mujeres al borde de un ataque de nervios” y de “Átame”.
Desde que volví a pisar los estudios yo era consciente de ello, pero el intrincado trabajo de decoración me tenía tan absorto que en mi cabeza no cabía nada más. Pero los fantasmas saben esperar, esa es su especialidad.

Ahora que ya estamos rodando y que recorro a toda hostia los mismos pasillos de entonces, al menos cien veces por día, y que después de la comida salgo por la misma puerta por donde salía Antonio Banderas con un pelucón heavy, después de encontrar a Victoria Abril... todos los personajes de las secuencias que rodamos aquí, que fueron muchísimas, acompañan dulcemente mis continuos movimientos. El aire del estudio está lleno de buenos y malos recuerdos, pero el paso del tiempo los ha  uniformado a todos, los desagradables ya no lo son, y los maravillosos lo son mucho más. Mire a donde mire me encuentro a Victoria recogiendo un cojín envuelto en una funda de lana, mientras se la come con los ojos Francisco Rabal en silla de ruedas, o a Carmen Maura, volviéndose literalmente loca por el abandono de su amante en la ficción y por otras neurosis personales.

Antonio Banderas y María Barranco también me visitan, y Julieta Serrano. A Antonio le veo por todos sitios, él actuó en las dos películas, y en las dos estaba “bigger than life”, en aquel momento no había actor con más encanto y más fuerza, derrochaba capacidad en todos los tonos y estilos posibles. Le veo aparecer por todos los rincones, me saluda haciendo el pino, cuando llamaba la atención de Marina-Victoria. Le veo espiarla entre los panós del decorado. Le escucho confesarle su amor a Victoria, con una cajita en forma de corazón, llena de bombones. Atándola y amordazándola, para que no se mueva, y así, inmovilizada, descubra que nadie la va a querer tanto como él.

Recuerdo cuando ensayamos la escena. Antonio no podía estar más tierno y más salvaje, ni Victoria más emocionada. Victoria era la reina de la lágrima justa, brillando en los ojos, sin desbordar los párpados. Penélope es su digna sucesora en ese trono dramático. En muchas secuencias, tanto ahora como en “Volver”, mi trabajo como director consiste en controlar que esa lágrima no rebase nunca el párpado.

CHICAS Y MALETAS

Por esas casualidades imprevistas, que multiplican la presencia de fantasmas en los Estudios Barajas, estamos rodando fragmentos de una comedia claramente inspirada en “Mujeres...” en la misma zona del estudio donde hace 20 años rodamos las “Mujeres...” originales.
Una de las múltiples unidades dramáticas de las que se compone la película-río que será “Los abrazos rotos” narra las dificultades de un director y de su actriz para hacer una comedia disparatada en un momento especialmente tormentoso de sus vidas. La película se llama “Chicas y Maletas”, y tiene en común con “Mujeres…” una maleta, llena de ropa del amante que se va, y el gazpacho como detonador de situaciones supuestamente cómicas que mal interpretadas deben resultar patéticas, por exigencias del guión.

Penélope no interpreta el papel de Carmen Maura, aunque su personaje sea el de una mujer abandonada. En “Chicas y Maletas” su personaje es más bien un cruce entre la Candela de María Barranco y Holly Goligthly (de “Desayuno con diamantes” [Audrey Hepburn]), con el peinado de Sabrina.

Ha sido una experiencia muy interesante para Penélope, Carmen Machi y para mí mismo, conseguir una interpretación que resulte patética en escenas propias de un vodevil. Es muy difícil actuar mal a propósito, sin caer en la parodia. Pero las dos superaron el reto, y al final todos nos reímos mucho.

Este fin de semana, uno de los cientos mensajes-spam que me llegan decía “Mi novio me ama más gracias a Eurofarmacia”. Al título del mensaje no le falta gracia, creo que cuadraría bien en una película de Dino Risi, el gran director de comedias que murió hace pocos días.

El gran cine italiano de los años 50, 60 y 70 estaba lleno de nombres estratosféricos, los mejores directores del mundo, en ese momento; junto a ellos y tal vez ensombrecidos por ellos, había muchos otros directores con los que el tiempo ha sido más generoso que los críticos de su época. Además del gran Dino Risi, Zurlini, Monicelli, Rosi, Comencini, Bolognini, Elio Petri, Germi y un largo etccétera.
Este mismo fin de semana he visto en casa “Il bell’Antonio” de Mauro Bolognini (una historia que con la Eurofarmacia del mensaje, hoy sería imposible) y me ha impresionado como sólo me impresionan las obras maestras. Reconozco que adoro los dramas que tienen como fondo la vida de provincias, donde la gente se relaciona con sus vecinos, a grito pelado, de balcón a balcón. La Catania del film de Bolognini podría haber sido perfectamente la Mancha, donde nací (También he vuelto a ver “El mundo sigue” de nuestro querido Fernán Gómez y me he quedado estupefacto. Absoluta obra maestra, de un neorrealismo tan brutal que se acerca al expresionismo alemán.) Volviendo a “Il bell’Antonio”, qué modo tan delicado y conmovedor de hablar de un problema tan secreto e injustamente vergonzante como la impotencia. Maravilloso guión firmado por Passolini, con un “bello” y doliente Mastroianni (vestido ya con traje negro, camisa blanca y gafas negras, atuendo que repetiría en “La dolce vita” y que para mí supone la esencia de la elegancia masculina mediterránea, el hombre que no hace ostentación de su virilidad y que desconfía de su atractivo. Mastroianni, en suma). Adoré también a la Cardinale. Cada vez que veo a Claudia Cardinale pienso en Penélope Cruz (en lo que sueño que debería ser la carrera de Penélope Cruz). Aunque en mi película la imagen de Penélope está más inspirada en la dureza cristalina de Gene Tierney, la ingenuidad adorable de Audrey Hepburn, y la mirada desolada de la Marilyn de “The Misfits” [“Vidas rebeldes], (dependiendo de las distintas etapas por las que su personaje atraviesa en el guión), creo que a quien más se parece Penélope, sin saberlo, es a la Cardinale de final de los 50, y los 60. “La chica con la maleta”, “El Gatopardo”, “8 y medio”, “Rocco y sus hermanos”, “Rufufú”, “Vague stelle dell’Orsa” y “Un maledetto imbroglio”, de Germi... Haría un remake de todas esas películas con Penélope en lugar de Cardinale, si tuviera el tiempo y el talento de todos sus directores.

Estamos en la sexta semana de rodaje. Madrid es un horno y Rodrigo Prieto nos está asando literalmente en los estudios Barajas. Hay días en que las pelucas de las actrices se vienen abajo, lacias, después de las dos primeras tomas, el decorado y los maquillajes se derriten, los posters se despegan de las paredes. Rodrigo es un gran director de fotografía pero nosotros no estamos acostumbrados a utilizar tanta luz. Normalmente, según mi productora, utilizamos cien kilowatios, y ahora, en el estudio, hemos instalados mil kilowatios. Energía suficiente para alumbrar un pueblo de dos mil almas.
Si alguna vez encuentran una foto donde un servidor aparece parapetado, en un interior, tras unas gafas negras y un sombrero, no piensen que me he vuelto un gilipollas en busca de glamour, sólo soy un director que padece fotofobia, achicharrado por cientos de kilowatios de luz.

Pero en el cine la luz es lo que importa. Sin la luz con la que Von Sternberg iluminó el rostro de Marlene, Marlene nunca hubiera sido la Dietrich, se habría quedado en una chica socarrona tirando a gordita. La magia está en la luz. Así que no me quejo.
Hasta pronto.

Pedro Almodóvar

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