UN CUENTO, O POEMA, DE PEDRO SORELA
Pedro Sorela ha tenido una vida fascinante. Y, a la luz de lo que escribe, aún la tiene. Nieto de explorador e hijo de viajeros, ha residido en varios países. Uno de los textos más bellos que recuerdo de él contaba la mudanza de la biblioteca familiar y sus transportes en barco. Es narrador y ensayista, ejerció de periodista y ha viajado mucho. Sus libros tienen títulos muy especiales: Aire de Mar en Gádor, Trampas para estrellas, que son novelas, o Historia de las despedidas, un volumen de relatos cosmopolitas y sorprendentes que acaba de aparecer en Alianza Editorial. Las peripecias de sus personajes, muy personales e inclinados hacia la alucinación y la extrañeza, transcurren en Venecia, México, Guatemala, París, Hungría o Rekha. Historias de todo tipo: la belleza de un hombre que parece un dios y deslumbra a una mujer, un caballo puede ser testigo de un asesinato, dos criaturas son víctimas de lo que han visto y de lo que no han querido ver, hay historias de animales y de aves, y de despedidas completamente inesperadas. Recuerdo una maravillosa noche en Madrid, de tertulia infinita hasta entrada el alba, con Pedro Sorela y Fernando Valls en La Castellana: las venas con poca sangre y los ojos con mucha noche…
Por múltiples razones –una de ellas es mi amor infinito hacia Portugal desde hace mucho tiempo-, uno de mis textos favoritos del libro es éste, que tiene algo de acumulación de metáforas y sensaciones, de poema en prosa y de sutileza de creador: “Efectos de la lluvia en Portugal”
EFECTOS DE LA LLUVIA EN PORTUGAL
Sirve de brújula, de mapa: esa lluvia de aire sólo puede ser Portugal.
Esconde los teléfonos móviles bajo los paraguas y hace a sus propietarios más inteligentes
Ennoblece las piedras y las condecora con verdín
Destiñe los amarillos en ocre nostalgia
Enloquece a las golondrinas de pura alegría
Baja las voces
Tersa y rejuvenece las mejillas de las jóvenes en el momento del beso
Resucita los estanques
Compone música con la arena de los parques al ser pisada. Música para suela y arena.
Convierte en soles las naranjas del claustro de la catedral de Évora
Se pueden leer libros en los ojos que miran por las ventanas
Devuelve el azul a los verdes
Su gris, y sólo ahí, su gris inspira buenas novelas
A los españoles les da ganas de aprender portugués (los portugueses saben español desde niños)
A caballo de ella, el aire transporta los fados a larga distancia
Algunos banqueros recuerdan, a veces, versos del colegio
Puede perfectamente ocurrir que un transeúnte dicte canciones
Anuncia las saudades: llega cuando la lluvia se va
Amansa los geómetras.
*La foto es de Gerald Bloncourt.
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