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Antón Castro

LAS HEROÍNAS DE ZARAGOZA, VISTAS POR CANO

LAS HEROÍNAS DE ZARAGOZA, VISTAS POR CANO

En una ocasión, el catedrático y Premio Aragón de las Letras José-Carlos Mainer emparentó a José Luis Cano (Zaragoza, 1948) con Jorge Luis Borges. Ambos se mecen en un completo mar de referencias, de ecos y homenajes, de relatos cruzados y de erudición. Cano es el autor de las vidas, gráficas y literarias, de un puñado de aragoneses célebres. Se había acercado a muchas mujeres, en particular a Agustina Saragossa i Doménech, pero siempre le habían interesado especialmente las heroínas de los Sitios. Y ahora, en plenas fiestas del Pilar, dos siglos después de los combates contra el francés invasor, Cano –humorista de HERALDO- publica uno de sus peculiares libros: “Las Sitiadas” (Xordica, en colaboración con distintas instituciones), sobre las mujeres heroicas de la guerra de la Independencia. El catedrático José Antonio Armillas, comisario del Bicentenario de Los Sitios, las define así en el prólogo al libro: “Eran las heroínas –Sitiadas, las titula José Luis Cano- que, inmunes al riesgo, al cansancio, las heridas y la enfermedad, anduvieron en primera línea, guerreando, abasteciendo, curando, auxiliando, compadeciendo…; de todas ellas desgranas sus biografías en textos entrañables y con imágenes bellísimamente descriptivas”.

José Luis Cano trabaja en una doble dirección: la parte gráfica, que siempre constituye una apuesta por una estética, por unos colores y por la creación de una iconografía nueva a partir de la existente, y el texto literario, repleto de estudiados anacronismos, bromas, surrealismo, ironía y, sobre todo, de humor. Dice: “La Condesa, por levantar el ánimo de los resistentes, ahorca un muñeco de Napoleón en el balcón principal de su casa. Los zaragozanos se mueren de risa”. En “Las Sitiadas” hace lo mismo: visualmente opta por un expresionismo intenso, que desdibuja los rostros y acentúa los gestos y las atmósferas, y se inclina por un cromatismo que funde diversos tonos del azul y del ocre dentro una atmósfera próxima a la pintura de historia del siglo XIX.

A partir de ahí empieza a contar esta incesante “batalla de las mujeres”, que se atrevieron a todo: a ser madres en medio de la refriega y a conspirar constantemente (la Condesa de Bureta), a soportar un balazo en el cuello y avanzar como si nada (María Agustín, “la única zaragozana inválida de guerra”), a agitar en la refriega “una bayoneta calada en un palo de escoba” (Casta Álvarez), a ejercer de espía ilustrada de Palafox (Josefa Amar y Borbón) o a comportarse como el mejor artillero (Manuela Sancho, la propia Agustina de Aragón, que “se toma muy a pecho sus galones y su carrera militar”).

También repara Cano en personajes menos conocidos como Josefa Buil, nacida en Barbastro, y Benita Portolés, de Alcañiz, que llevaron vidas paralelas. Escribe Cano: “Benita y Josefa eran de esas amigas que, si una hace una cosa, la otra, también; de esas amigas que, si una se queda viuda en los combates, la otra, también”. Y en Josefa Lostal, de la que no se sabía ni dónde ni cuándo nació, ni de qué murió, aunque sí que regentó una taberna. Otra mujer indómita fue la ejeana Juliana Larena, a la que un día le cayó una granada encima, “la coge y devuelve al enemigo con enorme éxito. Espera que caiga otra y repite la operación con enorme éxito”. El retrato más tierno, y el más largo, es del la Madre Rafols.

Casi todas recibieron una pensión, tras presentar multitud de documentos, y aún así, por lo general, murieron “pobres de solemnidad”.

 

LA FICHA

Las sitiadas. Texto e ilustraciones: José Luis Cano. Prólogo: José Antonio Armillas. Xordica, Fundación 2008, Instituto Aragonés de la Mujer y Ayuntamiento de Zaragoza. Colección Xordiqueta. Zaragoza, 2008. 48 páginas.

*La única ilustración que puedo reproducir aquí es la de Agustina de Aragón. No tengo otras.

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