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Antón Castro

ALEJANDRO J. RATIA: DE 'EL SOL DE HERÁCLITO'

ALEJANDRO J. RATIA: DE 'EL SOL DE HERÁCLITO'

Las piedras fueron iguales hasta que llegó la lluvia. Ahora todas son distintas, cada cual de su color, como camaleones desorientados. Unas se abren y crecen como esponjas, otras se acorazan y refugian en su negrura de escualo.

Las formas se ven de repente desnudadas y se esconden unas tras otras; descubren un pudor olvidado al mismo tiempo que su piel, pretendiendo protegerse en la apariencia de no ser sino un montón de piedras. Pero algunas entre ellas tendrán siempre esa desgracia de quedar al aire, de ser violadas por el agua, y no sabrá explicarse el porqué de su figura.

Se invita a nuestro tacto.

Las piedras son lo que ya dijimos, camaleones desorientados que corren de un lado para otro y se entrechocan. Sólo que mirándolas se paralizan y no saben qué fingir al camuflarse. El río las marginaba, mientras que la lluvia las requiere. Bajo el agua vertical desisten de esconderse, se sorprenden vulnerables a la curiosidad..

Si coges una piedra en tu mano, el montón de donde la escogiste se te escapa, como reptil que hubiera sacrificado su cola y se escurriera aterrorizado por una grieta.

Considerar las cosas como tales o, mejor dicho, cada cosa como ser aislado es perverso. Enfermedad propia de nuestra condición, de ese no saber nada seguro de nosotros mismos sino nuestro existir nosotros mismos, que nunca nos elude. Nos encontramos diciendo de la piedra en nuestra mano que aquello es una piedra. Y del montón de donde la robamos, que aquello es un montón de piedras. Ese uno, esa cardinalidad, es el primer atributo que aplicamos falazmente.

 

**

 

Sobre la tapia desbordan los jazmines. Cierro los ojos y hago que anochezca entre mis dedos para que el sacrificio de los pétalos surta efecto.

Ayer fui dueño del jardín. Hoy camino al sol sin privilegios, esquivado por las sombras, y me contento con refrescar mi frente entre las hiedras que asoman a la calle para escarnio del paseante.

Ayer el jardín fue mío y me servían zumo de limón con agua de Vichy bajo sus emparrados. Ahora robo las flores que se escapan de sus propietarios.

Intenté narrar la historia de aquella familia que me desheredó. Bien es verdad que sólo en sueños fui invitado a sus jardines y que lo de adoptarme fue una broma, simplemente un pasatiempo. En cuanto me puse a escribir sobre ellos, sus rostros desaparecieron y sus anécdotas las convertí en una danza y luego en polvo, hasta sólo quedaron las estatuas. Perdido festín de laureles, de palmeras y jazmines, laberintos donde jugar al escondite  con iguanas de piedra, donde llorar la miel amarga de los nísperos.

La mariposa del esmalte vuela y se deja atrapar por mi cartera, donde queda disecada.

He aprendido que el jardín no puede ser sino herencia.

 

*Alejandro J. Ratia, crítico de arte de ‘Heraldo’ y coordinador de la política de exposiciones de la Fundación Santa María de Albarracín, publica su tercer libro: ‘El sol de Heráclito’ (Zaragoza, 2009; 96 páginas), un poemario en prosa que edita Eclipsados, el sello de Nacho Escuín. Le he pedido un par de fragmentos y aquí están. Esta foto de Monica Belluci es de Frederic Meylan.

1 comentario

Blanca -

Estupendo relato y estupendisima y sensual foto de Monica Belluci. :)

Feliz fin de semana Antón!!!!!