ADIÓS A SOL ALAMEDA, CONVERSADORA
Desde hace más de veinte año colecciono todos los suplementos de 'El País Semanal'. Me han acompañado de mudanza en mudanza, como un viejo ajuar, como ese fondo de armario donde siempre encuentras lecturas, temas, personajes y fotografías que quieres volver a ver. Entre esos suplementos hay algo que amo especialmente: las entrevistas en profundidad. Las entrevistas de Rosa Montero, que luego recogió en varios libros, las entrevistas de Sol Alameda, una periodista a la que siempre he admirado por su discreción, por su humanidad, por su intensidad sigilosa y por su elegancia. A diferencia de Rosa Montero, que parecía formar parte de la entrevista, juzgar con severidad en ocasiones, con idolatría en otras, y conste que eso también me gusta (vean la entrevista, amasada con antipatía inmediata, que le hizo a Montserrat Caballé), Sol Alameda preguntaba y preguntaba y preguntaba, con la certeza de que el mejor retrato psicológico nacía de las propias palabras del entrevistado: de lo que decía, de lo que callaba, de lo que ocultaba, aunque sus entrevistas también solían tener un retrato inicial de contexto, casi una etopeya. Fallecía hace unos días Sol Alameda. Leo la necrológica de Nuria Escur en 'La Vanguardia', leí otras, leí la de Fernando Trueba, la de Juan Cruz, de la Gabriela Cañas, la de Carmen Pérez-Lanzac, que contaba una anécdota que me pareció muy divertida. Le dijo que le gustaría acompañarla a una de sus entrevistas; Sol contestó: “No. De ninguna manera. No se lo permito ni a mi hija”. Nuria Escur también reproduce esta anécdota, aunque no cita a Carmen Pérez-Lanzac. Dice, por cierto: “Para Alameda la entrevista no fue nunca un mero trámite o un intercambio de información a la búsqueda de un titular. Era un verdadero ritual, una puesta en escena que merecía, al menos, la garantía de la privacidad”. Conozco a Emilio Martínez Lázaro, coincidí con él en algunos de sus rodajes (siempre recordaré el de 'La buena vida' de David Trueba), visitó 'Borradores' con Ignacio Martínez de Pisón. Desde aquí a él y sus amigos, a los amigos de Sol Alameda, que nos daba sencillas e intensas lecciones de periodismo, les envío un abrazo. Hay seres maravillosos que te esclarecen la vida aunque nunca llegues a conocerlo. Con Sol Alameda siempre tuve la sensación de que era esa maestra cálida que enseñaba a diario y a la que nunca llegarías a conocer. En el bajo de mi casa, están casi sus 'Obras completas'.
*Encuentro esta puesta de sol sobre el mar, y aquí queda como homenaje a Sol Alamedad, la maestra de la conversación.
1 comentario
Diego Fernández -
Saludos,
Diego