COMPAIRÉ Y LA BELLEZA DEL PIRINEO
La Diputación de Huesca y el palacio de Villahermosa celebran los veinte años de la creación de la Fototeca con un homenaje al artista y farmacéutico oscense Ricardo Compairé (1883-1965)
Ricardo Compairé (Villanúa, Huesca, 1883-Huesca, 1965) fue un fotógrafo minucioso y paciente con una elevada conciencia artística. Hace 20 años, su legado fue determinante para crear la Fototeca de Huesca, que posee más de 500.000 negativos. Quizá por ello, para celebrar una trayectoria intachable, se ha organizado la muestra ‘Ricardo Compairé. El trabajo del fotógrafo’, dividida en dos espacios: las salas de la Diputación de Huesca, donde se expone una antológica temática y deslumbrante de su obra, hasta la Guerra Civil, y en el palacio de Villahermosa de Ibercaja, donde se cuelga casi una cincuentena de fotografías estereoscópicas que abordan su temática más caracterísrica. El profesor y fotógrafo Enrique Carbó es el comisario de este proyecto que presenta las copias originales de la producción de Compairé, las que él hizo, vio y mimó, y el nuevo positivado al paladio, donde se ha utilizado un negativo al completo que revela nuevos detalles.
Carbó explica: “Ricardo Compairé conoció la fotografía muy pronto. Inicialmente quiso ser pintor, e intentó serlo en Barcelona mientras estudiaba farmacia. Cuando se trasladó a Hecho ya empezó a tomar fotos. Se percató de que una parte de la vida de los Pirineos, con sus trajes y sus fiestas, empezaba a perderse, y quiso captarla sistemáticamente”. Compairé, farmacéutico y enamorado de la botánica y de las imágenes desde niño, tenía una gran capacidad de persuasión y además era amable. “Como si fuera un auténtico director de cine o de escena, componía a su gusto, pedía determinadas poses a sus retratados. Hay fotos que parecen de corral de comedia, con esas miradas tan elaboradas que se cruzan. Compairé situaba a la gente en el carasol, elegía a cuatro o cinco paisanos, mujeres o niños, y les tomaba una foto en un lugar y luego las cambiaba de sitio. Era un fotógrafo exhaustivo, que seleccionaba muy bien las horas de luz, un arbusto, un bodegón, y componía una obra estupenda”, agrega Carbó. La exposición se ha organizado temáticamente como una crónica visual de una forma de vida en toda su extensión. Lo hizo durante sus años en Hecho y Ansó, desde 1908 hasta 1920, y luego desde Huesca, donde se instaló en 1921 y frecuentó la amistad de Ricardo del Arco, José María Aventín, Ramón J. Sender y sus hermanos, y Ramón Acín. Tras la Guerra Civil apenas volvió a fotografiar.
La propuesta abarca paisaje, paisanaje, arquitectura y objetos. Arranca con la serie de los pastores del Pirineo y los contrabandistas, de lo más característico de Compairé, y continúa con la naturaleza idealizada o romántica, donde se ve un increíble retrato de un paisano de espaldas que anticipa una famosa foto de niños de Eugene W. Smith. La muestra sigue con los pueblos y los cuadros de costumbres, de una belleza coral indudable, los tipos del Alto Aragón, entre los que destacan las instantáneas de grupo de varias generaciones, y los retratos. Ante ellos, Carbó dice: “Qué diferencia: las mujeres ganan por goleada. Posan con confianza, con sosiego, eligen bien su posición, y los hombres están incómodos, asustados, no encuentran su sitio”.
Después vienen las casas, un capítulo titulado ‘La fotografía moderna’ en el que Compairé “se acerca claramente a los logros de Cartier-Bresson o Kértesz”, una colección de escaleras, donde la luz parece cristalina y velazqueña, los bodegones y rincones (“que tienen algo de arte pop: son la mirada hacia las pequeñas cosas de cada día, y a la vez tienen algo de cuadro de Sánchez Cotán”, indica Carbó), y el conjunto se completa con tres reportajes: sobre el puerto de Barcelona, los pescadores de la Barceloneta y los alfareros oscenses; a ellos debe sumársele el de la aventadora Buil (1930-1945), que se encuentra en la planta superior, en el vestíbulo de acceso. “Estos reportajes, presentados en copia de papel baritado digital, son la gran aportación de la exposición junto a las fotos estereoscópicas. No se habían visto, y aquí se ve la ductilidad de Compairé. Mientras exponía en Barcelona en 1929, se dirigió al puerto con su cámara réflex de 6 x 9 y de 9 x 13, y tomó estas fotos frescas y espléndidas. Y lo mismo hizo con los ceramistas. O con las tomas de la aventadora Buil: son un ejemplo de fotografía industrial”.
Ricardo Compairé fue, quiso ser, un artista preocupado por la estética –en el arte de componer, en el encuadre, en la elección de la luz, en la búsqueda del contraste…- y a la vez un documentalista de los Pirineos y de una época. “Eso sí –refiere Carbó- sus fotos no rezuman nostalgia”. Son bellas, atraen, conmueven, pero no son elegíacas. Compairé nunca perdió la serenidad de su mirada.
*Uno de los característicos retratos del fotógrafo nacido en Villanúa.
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