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Antón Castro

KATIA ACÍN: VIDA Y CREACIÓN

KATIA ACÍN: VIDA Y CREACIÓN

Y ME QUITÉ LA ESPINA

Katia Acín (1923-2004) vivió varias vidas en una sola. Y siempre, siempre, profesó la alegría, el optimismo y la curiosidad. El álbum de su existencia está marcado por un edén inicial, la muerte de sus padres (asesinados por algunos de los “buenos vecinos de Huesca”), un período oscuro donde perdió hasta su nombre, el amor y la maternidad, la pedagogía; finalmente, en un auténtico reencuentro con su padre Ramón Acín, consumó una vocación aparcada: el arte a través del dibujo y, sobre todo, del grabado, disciplinas que estudió con casi 70 años. En la última década de su existencia, estaba tan poseída por el espíritu de la creación que no tenía ni tiempo para ordenar sus bosquejos, sus pruebas, sus notas: trabajaba y trabajaba con frenesí, con intuición, como si le faltara oxígeno o le restase una tarea ingente y a contrapelo. Aún así, expuso en varias ocasiones y en particular en el año 2001 presentó en Barbastro una muestra de su obra junto a la de su padre, aquel pacifista que fue profesor de dibujo, pintor y escultor, periodista, etnógrafo y político. Entonces, Katia Acín estaba feliz, estaba impregnada de luz y de felicidad, y tenía la sensación de que el azar, al menos simbólicamente, reparaba una vieja deuda con ella y con su progenitor. El sábado, bajo un aliento poético unánime de cariño y reconocimiento, se inauguró una antológica de grabados de Katia en la Diputación oscense, coordinada por Alicia Vela y Antonia Vila: maternidades, mujeres desnudas, escenas ecuestres y de guerra, bocetos y otras sombras, piezas inspiradas en su propia invención y en sus diálogos con Matisse, Picasso, Gericault, Goya, Luis Seoane, Castelao o su padre. Katia Acín solía decir que con los ácidos, en el otoño de su existencia, se quitaba una espina clavada en el corazón y en la memoria. Y ella se asomaba a las ventanas de la calle del aire.

1 comentario

gonzalo villar -


Llegué a Aragón por Labordeta y ahora me quedo en tu casa.