PACO IBÁÑEZ, EN EL PRINCIPAL
Paco Ibáñez nos ha marcado la vida a casi todos los que éramos jóvenes en los últimos años del franquismo y en los primeros años de la democracia. Y a los que no eran tan jóvenes y, tal vez, a muchos que no eran tan viejos. Paco Ibáñez, siempre de negro y sobrio, encendía la emoción con su canto: como su amigo José Antonio Labordeta, fue un creador de himnos: ‘Palabras para Julia’, ‘A galopar’, y algunos más. Bastantes más. Gracias a José Antonio Labordeta conocí a Paco Ibáñez en Zaragoza en un festival de cantautores que se organizó en la Universidad hacia 1988. Fue para mí una experiencia maravillosa: mitómano como soy, acababa de leer el perfil de Nativel Preciado de Paco para la revista ‘Tiempo’. Del encuentro que dio lugar al perfil nació una historia de amor entre ambos, creo recordar. Oí a Paco Ibáñez fascinado: me preguntaba de dónde le salía la voz, aquella austeridad de la tierra y de la raíz, aquel hontanar de emociones. Paco decía el verso como nadie, le gustaba decirlo, era capaz de encontrar musicalidad, latido, ritmo, melodía, conmoción y mensaje en cualquier poema de Quevedo, Neruda, Jorge Manrique, José Agustín Goytisolo, Antonio Machado, Lorca, Alberti o León Felipe. Influenciado por Atahualpa Yupanqui y por Georges Brassens (al que versionó magistralmente) y por los rapsodas y versolaris vascos, ha sido el cantante de la poesía y de los poetas. Se atrevió con todo. Cantante de los poetas, con otro lujo orquestal, lo sería luego, o lo estaba siendo casi a la vez, Amancio Prada.
Después del concierto, escribí unas notas para ‘El día’. Y a la mañana siguiente, quedé con Paco en un hotel de Gran Vía, creo recordar, y conversamos durante dos o tres horas. Qué maravilla: hablamos de sus años en Valencia, pocos, de la Guerra Civil, del regreso de Francia a San Sebastián y a los caseríos, de la partida a Francia de nuevo, donde se haría ebanista (me gustó mucho cómo describía el clima del taller y el magisterio paterno) y violinista episódico, y luego guitarrista. Paco había conocido a medio mundo: entonces me parecía hondo y elegante, de una intensidad telúrica, un apóstol de la libertad desde su militancia de izquierdas. Con él empecé una serie, a doble página, que se titulaba: ‘El trovador ante el espejo’. Saldrían luego, entre otros, Imanol (cada vez que recuerdo aquella entrevista aún lloro: me pareció un hombre entrañable y frágil, condensaba en su vida el País Vasco con sus cien contradicciones y su riqueza), Javier Krahe, Javier Ruibal, Pablo Guerrero, Luis Pastor, Hilario Camacho… Y algunos más. Creo que la entrevista apareció un domingo. Y unos días después, Paco Ibáñez llamó a casa, vivíamos entonces en Bretón 44, y habló con mi mujer. Carmen no se creía que quien estuviese al otro lado del hilo fuese Paco Ibáñez. Le dijo que era un amigo que le tomaba el pelo. Que “¿cómo iba a ser Paco Ibáñez si se había educado con él, si era una de las bandas sonoras sustanciales de su vida?” Paco le dijo: “Dígale a Antón que me ha hecho un buen retrato”. “¿Cómo un buen retrato? Mi marido no es fotógrafo”. Paco añadió: “Dígale eso, que él lo entenderá”.
Marina Rossell, José Antonio Labordeta, Luis Pastor y Paco Ibáñez.
Nos veíamos siempre que volvía a Zaragoza. Recuerdo otros conciertos, uno en el Rincón de Goya. Hablamos un rato, me trajo uno de sus discos dedicados: ‘Por una canción’, que es uno de mis favoritos. Tiene temas inolvidables, de esos que casi te hacen llorar. “Noche de miedo en Granada…”, aún le oigo decir… Siempre me acuerdo de que un día le hice un retrato apasionado en forma de entrevista. Un retrato que conservo en una carpeta, llena de cosas suyas, que dice: Paco Ibáñez. La voz de los poetas. El poeta de la voz de la tierra y el misterio.
Paco Ibáñez actúa esta noche en el Teatro Principal en el festival A Cántaros, que organiza Toño Berzal. El concierto es a las 21 horas.
3 comentarios
Emilio -
Con Paco Ibañez tengo una historia de serendipia que siempre me arrepentiré de no haber completado. El año pasado fui con Kenia a un restaurante de La Boquería y al entrar alguien desde una mesa me gritó que cuidará con las vigas. Yo pensé que era el típico borracho del barrio y ni me giré. Al sentarnos comienzo a contarle a Kenia que dos días antes mi hermana había grabado una entrevista a Paco Ibañez y que le había pedido que firmará un disco para mi. En ese momento escucho como el hombre que me había advertido sobre las vigas comienza a hablar en Francés y al girarme a verlo me doy cuenta de que es Paco Ibañez. Más tarde me arrepentí de no haberle dicho nada, ni darle las gracias por un disco que dos días antes me había firmado a través de mi hermana.
Fui al concierto del martes en el Principal, sólo, me fui a casa triste porque vi de repente como habían hecho en él mella los años.
mayusta -
Angel Guinda -