ADIÓS AL ACTOR SANTIAGO MELÉNDEZ
"Santiago Meléndez era un hombre de teatro que estaba marcado por la pasión". La frase es de la actriz y directora teatral Cristina Yáñez, pero la asumen otros muchos del colectivo del espectáculo. El actor, escritor y director falleció ayer de cáncer. Fue fundador de Vitamínico, de La Mosca Teatro y Teatro del Alba, y era un creador marcado por la intensidad, la ambición, la energía, la curiosidad, la furia incluso, que se transformaba en la escena.
Santiago Meléndez (Teruel, 1958-Zaragoza, 2017) empezó a hacer sus pinitos en el Instituto Pignatelli y consolidó su vocación en la Universidad de Zaragoza, donde se matriculó en Filología francesa. Con La Mosca, especializada en el mimo, hizo ‘Guernika’, de Fernando Arrabal, ‘El dulce sabor de la canela en rama’ y ‘El alba’. En 1981 fundó Teatro del Alba, una compañía capaz de poner en escena obras muy diferentes y novedosas como ‘Así que pasen cinco años’ de Lorca, quizá el autor que más amaba Meléndez, del que montó ‘Yerma’, los ‘Sonetos del amor oscuro’ o ‘La casa de Bernarda Alba’.
El gran sueño de la escena
Con Teatro del Alba alcanzó momentos de gran teatro: turbulento, oscuro, de indagación, capaz de explorar los oscuros laberintos del alma, de la conciencia y de una sexualidad turbulenta. Ahí están piezas como ‘El rayo de colgado’ de Paco Nieva, ‘La señorita Julia’ de Strindberg, ‘Tierra negra’ y ‘Cantar de bestias’, que eran obras suyas, o aquella función, ‘Severa vigilancia’ de Jean Genet, marcada por una poesía oscura, desarraigada, doliente. "Santiago Meléndez fue toda su vida un luchador. Fue un rupturista, un valiente, un radical, y a la vez era frágil. En su obra podía haber rabia, dolor, desasosiego y candor. Apenas unos días antes de morir me pidió que le tradujera ‘El hombre de la flor en la boca’ de Luigi Pirandelli, el relato de un hombre con cáncer. Quería llevarla a escena. Así era", dice el marionetista Karlos Herrero, gran amigo de Meléndez.
Luis Felipe Alegre, director de El Silbo Vulnerado, afirma: "Santiago Meléndez tenía un apasionamiento difícil de repetir. Quería hacerlo todo porque todo le preocupaba: la puesta en escena, la coreografía, la escenografía, la luz y la dirección de actores. Podía ser un severo director de actores. Sus espectáculos no pasaban inadvertidos. Recuerdo que Francisco Nieva vino varias a veces a ver los ensayos de ‘El rayo colgado’ y estaba fascinado. Le encantaba verlo trabajar y dirigir". "Era un hombre de escena. He trabajado con él en varios espectáculos y diría que interpretaba con una entrega total. Era excesivo en ocasiones. Se apasionaba. Se llevaba el trabajo a casa y al sueño. Alguna vez le dije: “Para, Santiago. Para”. No dejaba de pensar. Recuerdo que quería montar ‘En la soledad de los campos de algodón’ de Bernard–Marie Koltès: me pidió que la dirigiese y él la interpretó con José Dault. Trabajamos juntos en ‘Yo no soy un Andy Warhol’ y ‘Misiles melódicos’: jamás dejaba de darte una réplica. Estaba a tope en escena y podías fiarte de él", explica Cristina Yáñez, directora del Teatro de la Estación.
Fran Fraguas, que trabajó con él en ‘Buñuel, Lorca, Dalí’ del Teatro del Temple, insiste en esa idea: "Santiago era un artista intenso en escena. Él encarnaba a Luis Buñuel y yo a Lorca. Te sostenía la mirada como nadie, te apoyaba, te seguía", explica el actor de ‘Oregón Televisión’. Fraguas, conmovido como muchos de sus compañeros (lo acababa de sustituir en ‘Cabaret Shanghai’, su último proyecto), también trabajó con él en funciones del Centro Dramático de Aragón como ‘Misiles melódicos’ o ‘La vida es sueño’. Desliza un hermoso retrato: "Santiago era brusco a veces. Aparentaba serlo. Parecía negarte el pan y sal, bromeaba sin concesiones, y sin embargo, cómo se preocupaba por ti. Era paternal, delicado. De verdad. Podía decirte con inmensa ternura: “Fran, ahí no se te oye, Fran”. Siempre tenía muchas ideas interesantes".
Un rostro en las series
Meléndez trabajó, sobre todo como secundario, en muchas series de televisión: ‘La que se avecina’, ‘Olmos y Robles’, ‘Física y Química’, ‘Águila Roja’, ‘Amar en tiempos revueltos’ o ‘El Ministerio del Tiempo’, entre otras. En ellas mejoró como actor, mitigó su vehemencia y sacó partido a sus personajes. Y también se asomó al cine, quizá en menor medida de lo que hubiera soñado. Por ejemplo, entre otros títulos, participó en 'Just&cia' de Ignacio Estaregui. Sin embargo, su gran sueño –compartido con su compañera y esposa Pilar Molinero, una actriz intensa, de carácter, que murió en 2014; con ella tuvo dos hijas: Lara y Lucía– fue el teatro, algo que nunca abandonó ni como actor ni como director, escritor o productor. Ahí están sus funciones de microteatro o ‘La casa de Bernarda Alba’, que estrenó en 2015.
Cristina Yáñez resume: "Yo creo que nunca se recuperó del todo de la muerte de Pilar Molinero. Yo le veía la mirada perdida, errática, como si estuviera en otra parte. Aunque parecía un hombre expansivo, siempre fue muy celoso de su intimidad". Santiago Meléndez, en un diálogo con Soledad Campo para HERALDO, confesaba: "Me reinvento todos los días. Esta es una profesión muy ingrata e insegura, pero me apasiona". Fue su vida, su delirio y será su mejor recuerdo más allá de la muerte.
*Este texto apareció ayer en Heraldo de Aragón.
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