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Antón Castro

GAMBOA Y LA ENTREVISTA CASI IMPOSIBLE CON RIBEYRO

GAMBOA Y LA ENTREVISTA CASI IMPOSIBLE CON RIBEYRO Desde hace algunos años soy un asiduo seguidor de “El ojo crítico”. Ahora, en RNE, su casa perenne, lo emiten entre las 4.10 y las cinco de la tarde. Sólo lo cambio algunos viernes si está especialmente brillante Juan José Millás con sus relatos breves o en su aplicación de la “Gramática de la fantasía” de Gianni Rodari, y también para escuchar la alegría contagiosa de la mujer que mejor ríe en la radio: Gemma Nierga. Hecha esa salvedad, sigo a esa pareja maravillosa que forman Arrate Sanmartín y Juan Carlos Soriano, aunque ya casi conozco a todas las voces: Paz Ramos, María José Lertxundi, Javier Tolentino, Javier Lostalé, Mauro Armiño, Juan Tébar, Luis Antonio de Villena, el sabio de clásica Pérez de Arteaga o el bello timbre, ya familiar, de Modesta Cruz, dedicada ahora a la literatura casi por completo.

 

 

Hoy, Juan Carlos y Arrate conversaron con Santiago Gamboa (Bogotá, 1965), un buen narrador cuya voz, serena y nada enfática, da a entender que se trata de un tipo excelente, cuya existencia –ha vivido en Pekín, París, España y ahora en Roma- está preñada de aventuras y de amistades como Fernando del Paso o Juan Goytisolo, entre otros. De Goytisolo citó una frase inolvidable: “Nuestras raíces son los pies y los pies se mueven”, dijo Gamboa en torno a su condición de escritor errante.

 

 

Santiago Gamboa, que acaba de publicar “El síndrome de Ulises” (Seix Barral), centrado en un París menos luminoso de lo habitual (según dijo; por ahora no lo he leído ni lo he visto siquiera; se lo voy a pedir a mi adorada y desatendida Nahir Gutiérrez), contó una historia maravillosa. Dijo que cuando se fue a París, intentó entrevistar al gran escritor Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), y ciudadano misterioso donde los haya, acaso uno de los mejores cuentistas del siglo XX en castellano, pero Ribeyro siempre le decía: “Hoy no puedo, que estoy deprimido. Llámeme dentro de unos días”. Una semana o así más tarde, Santiago Gamboa volvía a llamarlo, y oía, con aquella voz entre lúgubre o de ultratumba del narrador cansado: “Hoy no puedo, que estoy deprimido. Llámeme dentro de unos días”.

 

 

Al cabo de algunas semanas, Santiago Gamboa consiguió un trabajo de profesor de clases particulares. Fue a la casa, más bien lujosa, y le indicaron la cocina donde podía fregar los platos. Se marchó indignado y enrabietado, pero aún tuvo arrestos para volver a llamar a Julio Ramón Ribeyro. Y éste, le repitió su mensaje: “Hoy no puedo, que estoy deprimido”. Santiago Gamboa, antes de colgar, acertó a decir: “Y yo también”. Entonces, Julio Ramón Ribeyro, le dijo: “¿Qué le pasa? Cuénteme”. Gamboa le contó y así logró hacerle la entrevista, entrevista que le abrió muchas puertas y que le permitió consolidar su escritura y contar esta maravillosa historia que yo ahora, de oídas, les cuento. Os cuento.

 

5 comentarios

Estefania -

idota no es galboa es Gamboa y si no te gusta la literatura ke diablos haces aki?

griveus -

creo que santiago galboa es un bruto y ODIO LA LITERATURAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA 0'¿97956847%$#&$"$&/#%/(%)/%#%/$/&%)/(%&()=&=&)

gustavo peaguda -

el diario de Julio Ramon Ribeyro (apellido tan gallego) es una autentia perla.

jöse -

que se me ha olvidado fimar

Anónimo -

Aunque sepa mucho de clásica no lo convierte en sabio,hablo de Pérez de A.sólo en Pitagorín de la música o en Cristobalito Gazmoño o en el empollón de la clase.Un sabio no aburre ni inquieta y éste lo hizo en una mesa redonda; no dejaba hablar a Ros Barbá,venga de verborrea como si hubieses emcendido la radio y éste alegando un asunto pendiente,se levantó y se fué