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Antón Castro

GERARDO SANCHO: EL OJO QUE TODO LO VIO

GERARDO SANCHO: EL OJO QUE TODO LO VIO

La paradójica historia del reportero cuyo valioso legado se ha incorporado al Archivo Municipal de Zaragoza

 

Gerardo Sancho (Navarrete del Río, 1911-Valencia, 2006) fue uno de los grandes reporteros de Zaragoza durante más de medio siglo. El Ayuntamiento de Zaragoza ha adquirido para el Archivo Municipal una colección de 3.000 fotos, 1800 suyas y más de 1.000 de otros artistas y de todas las épocas de su colección personal. Ángel Pérez, periodista y experto en protocolo, le atribuyó al fotógrafo “un ojo de cíclope”. De niño apenas era un andariego madrugador, que recorría hasta ocho kilómetros antes de ir al colegio para traerle leche a su hermana Silvina, cuando se percató de que no veía nada de un ojo. Quizá por ello nunca soñó con ser fotógrafo; además, cuando realizó la primera comunión vino un fotógrafo ambulante al pueblo y retrató a casi todo el mundo. Les decía a todos que estuviesen alerta a su cajón “que iba a salir el pajarito”, y éste no salió nunca. Tras previo pago, anunció que mandaría las fotos de inmediato. No llegaron nunca. Gerardo Sancho resumía así la experiencia: “De aquel sujeto nunca supimos nada: estafó no solo a mi familia, sino a todos el pueblo de Navarrete del Río”.

Años después, Gerardo dio muestras de su curiosidad: le gustaban las letras, leía ‘Corazón’ de D’Amicis y redactaba unos diarios de todo: de los juegos de la niñez, de los partidos de fútbol, de los paseos y de los secretos de la botillería de sus padres. En 1926, un tío suyo que trabajaba en Administración en HERALDO le buscó acomodo en el periódico y le dieron un puesto de fotógrafo. Jamás le dijo a nadie que no veía nada de un ojo. Y así, con aquel secreto en el cuerpo (“un fotógrafo, en el fondo, solo necesita un ojo”, pensé) inició su tarea de reportero para todo. Captó la vida cotidiana, los toros, aquellos majos como el ‘Tío Rana’ que esperaban el porvenir en el velador del café Royalty. Sus maestros, Marín Chivite y Martínez Gascón, le contaron que ocupaba el puesto que había dejado Lucas Cepero, asesinado en la plaza de Sas por un marido despechado en un asunto de faldas, y encomendaron al ‘Chaval’ sus primeras instantáneas: fútbol, toros, vistas de la ciudad, catástrofes, personajes. Uno de ellos fue el socialista Indalecio Prieto, al que retrató en Ejea en un mitin. Y a éste le sucedieron Ril Robles, Ascaso y Durruti, y ‘La Pasionaria’.

Antes de la Guerra Civil, Gerardo Sancho siguió el misterio de ‘La Casa del Duende’, y le reclamaban fotos de Londres y de Nueva York. Fue llamado a filas, y estuvo sucesivamente en Pontoneros, en Belchite, en el frente de Huesca. Recordaba: “En Gavín vi a un oficial republicano fallecido con unas botas nuevas y decidí quitárselas. Pero cuando empecé a tirar, se me soltaba también la pierna. Su cuerpo estaba medio descompuesto. Me impresionó tanto que jamás toqué a un difunto”. En cambio, sí tomó espectaculares y dramáticas fotos de la contienda.

Ingresó en ‘Amanecer’ y posteriormente en ‘El Noticiero’, y fue nombrado delegado de la agencia Europa Press. Gerardo Sancho –como otros compañeros: Marín Chivite, Emilio Lozano, Martínez Gascón, Luis Mompel o Calvo Pedrós, luego- estaba en todas partes, con un olfato especial: poseía visión artística y documental y sentido de la noticia. Decía: “Pienso como Robert Capa: si quieres sacar buenas fotos colócate cerca y permanece atento. Y eso he hecho”. Ante su objetivo desfilaron personajes como Eva Perón, Ernest Hemingway, Luis Miguel Dominguín, Sara Montiel, Carmen Amaya, Ramón J. Sender, y fue testigo de la evolución de la ciudad y de las grandes noticias: los muertos del correo de Teruel en 1966, el accidente del pozo de San Lázaro, los éxitos de ‘Los magníficos’ o el incendio del Corona de Aragón en 1979. Nada se le escapaba, nada le parecía irrelevante, y la mejor prueba es ese legado que su viuda Dolores Lafuente, Lolita, querría que se quedase en Zaragoza, la ciudad donde se erigió como un testigo imprescindible de cuanto pasaba, como un incansable cronista gráfico a pie de calle. 

*Este artículo ha aparecido hoy en Heraldo de Aragón. En la foto, Paquirri, El Cordobés y otro diestro [Había puesto Curro Romero, pero es evidente que no lo es: al escribir el nombre pensaba en Curro Vázquez; sí parece que sea Antoñete, como sugiere el amable anónimo y como afirma Rafael Castillejo. Gracias a ambos]. Gerardo Sancho fue un magnífico fotógrato taurino. Su mejor foto, además de algunas de Manolete, fue la de la terrible cogida de Jaime Ostos en Tarazona en 1963.

2 comentarios

Rafael Castillejo -

Sí, a la derecha puede verse a Antonio Chenel "Antoñete".

anónimo -

creo que no es Curro Romero, sino Antoñete...