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Antón Castro

PEPO PAZ: TRAS LOS PASOS DE DONOSO EN CALACEITE

PEPO PAZ: TRAS LOS PASOS DE DONOSO EN CALACEITE

Por Pepo PAZ

Estamos acabando de revisar las galeradas de uno de los libros que verán la luz con la llegada de la inminente Feria del Libro de Madrid: son los Poemas de un novelista, único volumen de este género producido por el novelista chileno José Donoso. El libro lo escribió durante su estancia en Calaceite (Teruel), entre los años 1972 y 1976, junto con tres de sus obras narrativas: Historia personal del boom, Tres novelitas burguesas y Casa de campo. Editado originalmente en Chile, se encontraba inédito en España. Paradojas del destino. A nosotros nos puso sobre su pista el director de cine Emilio Ruiz Barrachina, que coincidió hace unos meses en este bello rincón de la Matarraña turolense con Manuel Rico, Félix Grande y Paca Aguirre. Ruiz Barrachina es autor del libro Tinta y piedra y del documental Calaceite: tinta y piedra. En ambos se repasa, de manera exhaustiva, la estancia de la familia Donoso en el pueblo.

 

Además de los poemas de Donoso (y del prólogo personal y las fotografías familiares que acompañaban a la edición chilena), nos pareció interesante agregarle algo más de valor a la edición española así que nos pusimos en contacto -a través de la Agencia Balcells- con uno de los muchos amigos del novelista que pasaron por Calaceite en aquellos años, Jorge Edwards (premio Cervantes), para proponerle que escribiera una introducción a la presente edición. Edwards aceptó gustoso el reto y nos ha enviado un delicioso texto donde rememora su amistad con el maestro Donoso y, además, repasa las influencias anglosajonas en su poesía. Toda una delicia.

 

Manuel Rico llevaba insistiéndome meses y meses, desde que acudiera hace ahora un año a un encuentro poético en Calaceite, en que aprovechara uno de mis viajes de trabajo para patear las calles de la monumental villa turolense. Así que en este Puente festivo, aprovechando que el Ebro pasa por Zaragoza y que tenía que elaborar un reportaje en esa provincia (comarcas de las Cinco Villas y de Calatayud), dejé un hueco para el domingo por la mañana y me desplacé hasta allí desde la capital maña (hora y media escasa en coche a primerísima hora de la mañana).

 

La memoria me era esquiva. Claro que ya había pasado por Calaceite: hace casi diez años, en el retorno apresurado de una de mis primeras colaboraciones viajeras para El Mundo (bodegas modernistas en la Conça del Barberà y la Terra Alta). Mi padre se estaba muriendo. Llegué de regreso a Madrid con el tiempo para pasar la última madrugada junto a su lecho, en el silencio espeso de la noche de un caluroso mes de julio para olvidar. No había vuelto por Gandesa y la Terra Alta hasta hace poco más de un año. Fue, éste último, un viaje repleto de emociones y recuerdos. Como quien cierra un círculo. Una sensación amarga que me ha vuelto a acompañar hoy cuando descorría el camino de aquel otro desplazamiento en sentido opuesto: Pina de Ebro, Híjar, Alcañiz y Calaceite. Imposible desterrar de mi cabeza el color de la tierra mezclado con la estampa dolorida de mi memoria de aquellos días de un julio borroso.

 

En el silencio de esta mañana de domingo del mes de mayo (llegué a las nueve de la mañana a un pueblo todavía dormido) sólo se oía el griterío madrugador de las golondrinas y el insolente vahído del cierzo lamiendo jambas y esquinas. En el silencio de esta mañana fría de la primavera de la Matarraña, únicamente el polvo de esta tierra (acumulado con paciencia en los huecos de las piedra, sobre las persianas, en los dinteles centenarios y en los pasos del caminante) parecía querer compartir conmigo la complicidad de la búsqueda. Durante tres horas me he detenido aquí y allá fotografiando cualquier detalle que pudiera servirnos en el hipotético caso de que alguien, algún medio de comunicación, se interese por los Poemas de un novelista y la bonita historia que se tejió aquellos años en Calaceite (por allí pasaron decenas de amigos de Donoso, desde Luis Buñuel a García Márquez, Cortázar, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Ana María Matute, Carlos Barral, los Moix, etc, etc).

Preguntando a los vecinos que, poco a poco, iban poblando las desiertas y angostas callejas en fugaces y silenciosos desplazamientos (el pan o el periódico), he caminado con la lentitud del que se aventura por universos desconocidos hasta tropezar con la casa donde vivieran Donoso, su mujer y la hija de ambos hace más de treinta años. Muy cerca, a dos pasos, queda la que ocupara Mauricio Wacquez, amigo íntimo de Donoso (y con otra bonita historia de triste final que se relata en el documental de Ruiz Barrachina).

El patio delantero de la vivienda, ubicada en la parte alta del pueblo (allí donde penetra sin problema la luz del sol y los vecinos han plantado rosales y macizos con flores que refulgen con la primavera), muestra una evidente desidia, un abandono de meses que denota (tal vez) el paso del último invierno sin habitantes. Nada, ningún panel o placa, recuerda al paseante que allí vivió uno de los escritores latinoamericanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Nada menciona el importante papel que jugó, como centro de debate cultural e intelectual de la época, la presencia de Donoso y de su círculo de amistades en Calaceite durante los estertores del franquismo.

 

Me comenta Antón Castro, director del suplemento Artes y Letras (Heraldo de Aragón), que el documental de Ruiz Barrachina levantó ampollas entre algunos de los vecinos del pueblo. Lo he visionado con atención hace un rato. No descubro el motivo. Y no quiero pensar que este vacío de las autoridades locales o regionales esté relacionado con ese asunto. Tal vez sea, todavía, un lejano eco de aquel mundo "tremendamente frío y hostil" con que se encontraron Donoso y su familia en Calaceite a comienzos de la década de los setenta. Un universo rural y campesino, ajeno e infranqueable, que sólo la aparición del escritor en una entrevista realizada en Televisión Española en el 77 vino a relajar en parte y que sitúa mi curiosidad sobre otra arista de aquella realidad: el ensimismamiento del creador frente al mundo que le rodea (y no pienso sólo en aquellos campesinos coetáneos de Donoso sino también en el papel de Maria Pilar, su mujer, durante aquellos duros años). Las ediciones digitales de los periódicos anuncian, en la soledad de la madrugada, la muerte de Pablo Lizcano...

*Pepo Paz es el editor de Bartleby y además realiza continuos reportajes de viajes. Es un trabajador incansable, con un excelente olfato. Sobre las "ampollas" a las que se refiere, el libro sí desató alguna polémica, pero pronto se superó y ahora Emilio Ruiz Barrachina es muy querido en Calaceite y esa zona del Matarraña.

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