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Antón Castro

ASUN VALET EN EL TORREÓN FORTEA

ASUN VALET EN EL TORREÓN FORTEA

ASUN VALET ROMPE EL MAR

Me atrajo la pintura de Asun Valet antes de verla en la sala de A del Arte por primera vez. La contemplé en el catálogo y esa primera visión me hizo pensar en Manuel Mompó, en Vassily Kandinski, en Paul Klee, tal vez en Fernando Zóbel, por el rasgo de sutileza y sugerencia, por la estructura entre musical y desprendida de sus lienzos, por su seguridad, por su configuración etérea. Uno siempre instala sus emociones dentro de un vasto de campo de afinidades, hasta situar al artista que acaba de conocer en su propio mundo, personal e intransferible, modulado con sus gestos, con su sentido de la composición y del color.

Asun Valet es, de entrada, una artista apacible: una mujer de suavidades, de luz y de lentitud que se deleita en el diálogo del control y el azar. Lo mide todo –la estructura de sus cuadros, el arabesco del color, el matiz sutil de una emoción incierta, el cosido que puede irrumpir en un lateral-, y a la vez también se somete al albur del desorden, al arrebato mismo del trabajo, al encuentro con el numen que cabalga en sus dedos, en su cerebro o en la música que puebla y adensa de calma su estudio. Es una pintora marcada por el eco de Zóbel, sí, de Guerrero tal vez, de Mark Rothko y, sobre todo, de la pintura japonesa. Hay en ella una vocación oriental, una inclinación hacia el silencio y sus vacilaciones. Cree en la imagen, en la superficie trabajada de cromatismo y adivinación. Rechaza una y otra vez cualquier atisbo de figuración. Si la hay, si aparecen una silla o un conjunto de sillas, también habrá un subrayado o un desmán que nos invita a pensar que estamos ante una obra abstracta. Lo dice: “No me interesa la naturaleza”. Al menos, no le interesa la naturaleza como una totalidad que trasvasar a sus lienzos. Aparecen láminas o tiras de un color blanco o crudo, círculos, vuelos, espirales, escaleras, pájaros e incluso sillas como sucede en ‘Silla experimental’ (que es un homenaje al lugar del observador: a la propia pintora ante la obra tal vez, y quizá a la trepidante relación del arte y el diseño), pero son fragmentos de un universo muy elaborado donde importa ante todo la pintura: la masa, la penetración de la mancha, las veladuras obstinadas, el centelleo de trazos y sesgos que invitan a soñar. Lo que le importa a ella es el conjunto desfigurado y armonioso que responde a un afán y a una certeza: Asun Valet intenta hacer visible la ausencia. Intenta sugerir el iceberg que crece hacia el fondo del mar. Intenta despojarse, con espacios y sedimentos del fuego interior, de sus sombras y componer una emotividad remansada, instantes íntimos, contrastes, horizontes abiertos por los que, si fuéramos ave o brisa, querríamos salir volando.

Cuando se le quieren poner sustantivos o narratividad a su pintura –del tipo: “aquí hay un mar de atardecida”, o “ahí, en ese díptico alargado, podría verse la estela de un barco en el mar”, o “veo el rastro de un pájaro que sobrevuela el cielo sobre el mar”-, Asun Valet interviene y señala: “He roto el mar”. Es cierto. Rompe el mar a cualquier hora. Rompe y rasga. Vacila y encuentra. Extiende el celaje y lo acota. Disuelve la atmósfera hasta crear un estado de ánimo, una sensación inmediata de gozo y de tranquilidad, y una reverberación interior: el pintor se ha buscado en la materia y el espectador, ante el desenlace, se hace preguntas y se conmueve. Asun Valet escribe con la claridad, con el temblor, esparce leves motivos de alerta, convoca músicas. Insiste: “He roto el mar desde una idea: el color no cansa. Y yo le dejo que haga sus apariciones”. Como un fantasma. Como un diamante caído entre flores de escarcha.

Esta exposición se titula Márgenes activos y en, el fondo, es una meditación de la pintora sobre sí misma y su lugar en la pintura. ¿Quién soy, dónde estoy, qué expongo de mí mientras trabajo en el estudio, a solas, transformada en delirio y vértigo y vulnerabilidad, disuelta en creación y desconcierto? ¿Cuál es mi sitio en el paisaje coral del arte? La artista se define sobre el lienzo; de cada obra puede extraerse un autorretrato, los perfiles de una búsqueda, una pelea casi incansable y sigilosa consigo misma desde la forma. El otro asunto que le obsesiona es una sensación no de aislamiento sino de independencia, de no estar en ninguna corriente ni en ningún grupo, un poco al margen, lejos del centro y de lo obvio, en esa especie de periferia que alude a lo desubicado, a lo inconcreto, al vagabundeo a la intemperie en los arrabales del crepúsculo. Asun dice que su verdadera apuesta es plástica, expresiva, que lo que más valora es la imagen y su significado, su capacidad de conmoción. De ahí sus márgenes: ella está en los bordes, trabajando, con sus propias huellas, con una trayectoria no demasiado convencional. Está: más concentrada que rabiosa, más radical que iconoclasta, con una intuición incesante que se desparrama. Realiza una pintura lírica, sin duda, pero no blanda, es armoniosa e intensa por la vía de la introspección, es en cierto modo minimalista. Aspira a transmitir lo máximo con lo mínimo y se plantea este oficio de vivir como una manera de reinventarse desde el arte contemporáneo. “Me siento esencialmente contemporánea –dice-. Intento renovar y renovarme. En esta profesión tienes la sensación de que siempre se empieza de cero”.

Márgenes activos es una exposición reposada y a la vez espontánea que muestra espacios abiertos, que vuelve a hacer evidente el interés que siente la artista por la arquitectura, su atracción por la geometría, y que reivindica su libertad en el tratamiento de la pintura. Hay en sus cuadros como un afán de fuga, de ensoñación, un camino abierto al infinito. En la muestra establece un diálogo entre los trípticos y los dípticos y las piezas sueltas. Asun Valet ha querido realizar un pequeño guiño al propio espacio del Torreón Fortea. Sobre sus planos ha creado un desarrollo especial y espacial, fragmentos de un todo, fogonazos de un tapiz, un puzle que el espectador reordena en su cabeza e intenta completarlo, aunque seguramente no valga la pena ni tengo sentida. Al fin y al cabo, cuadro a cuadro, Asun Valet se afirma en una idea: la firme voluntad de romper el mar.

 

Márgenes activos. Asun Valet. Torreón Fortea. Ayuntamiento de Zaragoza. Hasta principios de marzo. Este texto figura en el catálogo de la muestra.

1 comentario

Jesús -

la conocí de vista en el Instituto donde hice el Bachillerato donde impartía la materia de dibujo.