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Antón Castro

NACHO FORTÚN EN HUESCA

NACHO FORTÚN EN HUESCA

 

EL CUADRO MUDABLE. PAISAJES

 

EL PINTOR IGNACIO FORTÚN EXPONE

EN EL PALACIO DE VILLAHERMOSA DE HUECA

 

LUZ Y METAMORFOSIS

Por Roberto SÁNCHEZ

En el devenir de la obra  de Ignacio Fortún hay un empeño, un esfuerzo constante por el cambio, por la metamorfosis. Los personajes que poblaban sus obras hasta 1987 han desaparecido, o bien se han ocultado en los paisajes urbanos, en los recovecos de los espacios invisibles (fuera de campo) llamados “paisajes límite”. Ahora, casi siempre, los personajes somos nosotros (y él) que miran, que rebuscan en las imágenes de sus obras ensalmos ocultos que nos desvelen las mil y una metamorfosis que la luz produce en sus plásticas ensoñaciones sobre zinc o aluminio.

Ignacio Fortún  es un alquimista tranquilo, pero constante. La luz y el espacio, incluso el que está fuera del limitado cuadro, son sus elementos primordiales y los combina con sabiduría. Pero su afán no es el de controlar nuestra experiencia. Todo lo contrario. Pretende abrirnos caminos y puertas. Sus paisajes ofrecen tesoros que no permanecen ocultos por mucho tiempo, ya que sus metamorfosis se producen –las producimos- nosotros mismos. No quiere Fortún limitarse a colgar unos cuadros en espacios, hasta ese momento, vacios de sentido. Quiere ofrecernos una ruta abierta, pero previamente escenificada mediante la luz y el color. Nos ofrece sucesivamente en un orden abierto tres ambientes. El primero tiene como protagonistas imágenes de Zaragoza y una panorámica oscense. El segundo, prefiere paisajes entreverados de naturaleza y urbe, pero abiertos al mar. Y el tercero, imágenes con referencias al mundo rural, que inciden en la más reciente línea de trabajo del pintor. Además, en función de los recovecos del lugar expositivo, Sus pinturas y serigrafías sobre zinc y aluminio, tienen frente a la luz y el movimiento del que las observa, una cualidad especular que también reacciona ante los filtros cromáticos (esos tonos fríos o calientes que impone la iluminación). Y aquí, volvemos a la metamorfosis, a la reinvención del paisaje. Aunque, en muchos casos, el punto de partida fue una toma fotográfica (como si fuera un casting de imágenes y los cuadros personajes a los que se les buscó la escenografía más adecuada), intuimos y luego comprobamos que los territorios oníricos terminaron por imponerse. Eso le pasa a Bajo la lona, en la que de modo inesperado aparecen personajes, pero cuyos rostros desvaídos, fantasmales, confieren a la imagen un tono de pesadilla contemplativa, si esto es posible.

La última cabina, El huerto y la laguna, Paisaje que mira o Sombra de Monegros también ofrecen visiones que partiendo de lo real, son inquietantes reinvenciones, variantes de la realidad que se disponen a descubrirnos sus misterios.

Escenografías, puesta en escena y configuración de espacios que nos conducen al punto de vista cinematográfico. Nunca negó Ignacio Fortún, hijo reconocido del siglo XX, su pasión por el arte cinematográfico,  fue uno más de los que sucumbió al poderoso influjo hipnótico de la vibrante imagen proyectada. No era de extrañar que un cineasta se interesara por su quehacer, tan próximo, en muchos casos, a la mirada de un creador de imágenes en movimiento, ya que desde la incorporación de los soportes metálicos (desde 1997), ha ido creciendo su preocupación por la “puesta en escena” de sus paisajes, y por los juegos dramáticos y variantes expresivas que facilita la iluminación. Así, muy pronto, Domingo Moreno un cineasta aragonés (nacido en La Almunia en 1965) siempre preocupado por las artes plásticas y el mejor modo de reflejarlas en el audiovisual (de complementarlas y complementarse) le propone un trabajo que terminará por titularse: “Vislumbre. Miradas latentes en la obra de Ignacio Fortún” (2006). En él, los escritores Adolfo Ayuso, Fernando Sanmartín y Soledad Puértolas, conviven con uno de los cuadros del pintor. En un espacio íntimo narran su experiencia, en torno a la cualidad especular del metal y la memoria de los paisajes urbanos representados. Esta estupenda y concienzuda película de 30 minutos se detiene también en el proceso creativo de Ignacio Fortún, en su estudiada “puesta en escena”, en los intercambios de opiniones y perspectivas,  en las interacciones con la música que acompaña sus exposiciones, en definitiva con sus “intervenciones artísticas”, tan complejas como un montaje cinematográfico. Estamos ante una “colisión” de modos artísticos muy fructífera (en una sinergia próxima a la de Víctor Erice y Antonio López en “El sol del membrillo”, filme de 1992). Domingo Moreno ha sabido captar, en buena parte, el espíritu creativo de Ignacio Fortún, y ha sido capaz de traducirlo a imágenes empapadas de ese espíritu de alquimista tranquilo.

En la representación de esa Sombra de Monegros parece ocultarse algo tremendo, pero que descansa, oculto…Y nosotros, plácidamente nos dejamos seducir. Miramos y nos adentramos con decidida inocencia en universos, sin embargo, inquietantes y oscuros como los de David Lynch en “Carretera perdida” (1997) o los de “Paris, Texas” (1984) de Win Wenders,  algo más luminosos, pero no menos inquietantes. Dos cineastas muy diferentes que conectaron y se sirvieron de los paisajes vitales de Edward Hopper (1882-1967), ese pintor de origen neoyorquino, también capaz de trascender su obra pictórica. Admirador de creaciones artísticas de primer orden, concebidas por cineastas como Marcel Carné, Robert Siodmak o John Huston, fue admirado y “reutilizado”, a su vez, por cineastas como Alfred Hitchcock, Robert Altman y los dispares Lynch y Wenders. Sombras y luces que también admira nuestro creador aragonés.

La propuesta de “El cuadro mudable” es un juego, entre la introversión más reflexiva e inquietante y los aspectos más lúdicos de la luz expresiva interactuando con la visión paisajística. Un juego en el que Ignacio Fortún nos invita a introducirnos y a participar, mediante un recorrido, en unos paisajes que nos llevan más allá de los límites meramente físicos de la obra plástica. Nosotros, guiados por su escenografía, seremos los personajes de esas historias que surgen entre las luces y las sombras.

 

Texto de Roberto Sánchez para el catálogo de Nacho Fortún

Roberto es profesor de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza. Crítico de Cine, colaborador de Radio Zaragoza (Cadena Ser). Experto en carteles de cine y en bandas sonoras.

2 comentarios

Vicente -

Ignacio es un gran artista. Lo conocí en su estudio y me impresionó la "vida" de sus obras. Es increíble y necesario.
Lo comparto, si no te importa, querido Antón.

Abrazos

Inde -

Madre mía, Fortún. Lo que me impresiona siempre lo que pinta este hombre.