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Antón Castro

LABORDETA PUBLICA SUS MEMORIAS

Labordeta recompone su memoria

desde “la vida marrón del cáncer”

 

[El escritor, político y cantautor presentó ayer ‘Regular, gracias a Dios’ (Ediciones B), un libro optimista que es un himno a la existencia y a la amistad, y una mirada “a las mujeres de mi familia”. Xordica reedita con portada de Mari Burges sus ‘Cuentos de san Cayetano’.]

 

 

 

Desde “la vida marrón del cáncer”, José Antonio Labordeta (Zaragoza, 1935) ha tenido fuerzas para “componer un himno a la vida, a la familia y a los amigos” en su nuevo libro: ‘Regular, gracias a Dios’ (Ediciones B), que acaba de presentar en su casa y en la terraza de su hija Ángela, “que tanto me ayudó en la redacción de estas ‘Memorias compartidas”; Ángela reedita en Xordica su novela familiar ‘Bombones de licor’. Labordeta parecía un marinero recién retornado, exultante de ánimo y frágil de piernas, y explicó que este volumen aporta, a diferencia de otros textos autobiográficos suyos como ‘Banderas rotas’ o ‘Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados’, una nueva mirada sobre sus padres y su suegra Sabina, y sobre un montón de anécdotas que “he ido contando en cenas con amigos y que el escritor Félix Romeo me sugirió que las pusiera por escrito”.

Y no solo eso: Labordeta, que padece un cáncer de próstata y que ha pasado muchas horas en el hospital en la habitación 807 y 808 del Servet, se enfrenta a su enfermedad y la narra sin dramatismo, “con optimismo, con alegría y con una clara celebración de la existencia”. Declaró que estas páginas, sencillas y directas (“algunos me han dicho que al fin he aprendido a escribir”, bromeó), le habían obsesionado: todos los días tras las sesiones de quimioterapia tenía unos enormes deseos de sentarse ante el ordenador para contar sus recuerdos.

El libro tiene algo de ‘Esta es su vida’, como dijo su editor Íñigo García Ureta de Ediciones B. Es un ejercicio de desnudez que arranca de la revelación del cáncer. A partir de ahí, jugando con el presente y con el pasado, recompone sus años en el Colegio Alemán, el trabajo y el heroísmo de sus padres, el clima del colegio familiar Santo Tomás de Aquino con tantos personajes que le han dejado una huella indeleble, como su tío Donato, que combatió en la Guerra Civil, o el profesor Gilaberte, que murió demasiado joven; también aborda su traslado a Teruel, el nacimiento de ‘Ándalán’. Labordeta cuenta cosas que apenas había esbozado de su estancia en Versailles, donde narra una curiosa experiencia sexual, su traslado a Aix-en-Provence, donde conoció a españoles del exilio, un camarero que siempre le miraba mal por llevar el ‘Abc’ entre las manos, lo llevaba para enseñar español y hablar de la actualidad española, y donde vivió un gracioso equívoco: confundió la palabra burdel con Bourdelle, el nombre del escultor, y “acudió a ver con Ricardo Lapetra un documental sobre el artista, que luego me pareció muy interesante, cuyo reclamo era una mujer desnuda”. Agradecido a sus médicos, pidió al Gobierno de Aragón que destine un edificio completo para oncología, “que es una especialidad joven y complicada, algo que se ha hecho en San Sebastián”. Y le quitó hierro a su propia dolencia, sobre todo porque ha encontrado, en ese ir y venir por los pasillos de los hospitales, casos estremecedores como los de Edu, Pedro y tantos otros.

Tampoco le faltó la vena reivindicativa y crítica al abordar la situación del país. “Vivo con enorme tristeza la situación política y económica del país –señaló-. Todo el mundo da soluciones y nadie las pone en práctica. En mi última intervención en el Congreso le dije a Zapatero que yo ya no lo votaría por su gestión y por lo poco que había apoyado a Aragón. El tiempo me ha dado la razón. Lo que se está haciendo es inconcebible. ¿Qué pasa en La Moncloa, qué se está haciendo, qué hace Rajoy? No hacen nada. Estamos en una situación dramática. Ahora mismo no sé cómo vamos a salir de este follón, pero este país es especialista en tirar siempre adelante y supongo que ahora también lo hará”. De entrada, él intenta abrazarse a la esperanza con nuevas palabras: escribiendo, reflexionando sobre su vida de cantautor en el franquismo y la Transición, sobre la de su familia ( y sus mujeres: su madre, su suegra Sabina, su mujer Juana de Grandes, sus hijas Ana, Ángela y Paula) y la de los otros. Este volumen, donde se revela que Jorge Oteiza le mandó una cariñosa carta tras ver su revista ‘Orejudín’, coincide con la reedición, con portada de Mari Burges, de uno de sus libros más entrañables y zaragozanos: ‘Cuentos de San Cayetano’ (Xordica), la memoria de la ciudad, de los amigos en la posguerra y del grupo Niké.

 

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