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Antón Castro

LABORDETA, SEGÚN LUIS ALEGRE

 

 

LO MEJOR DE NOSOTROS MISMOS

 

Por Luis ALEGRE

 

Las necrológicas arrastran la mala fama de ser muy oportunistas. La mía de José Antonio Labordeta va a parecer, además, muy redundante: Labordeta ha sido un ser esencial en mi vida y una de las personas con las que más me he reído. Y era un crack, un genio, un fuera de serie y un tipo conmovedor. Ese tipo de cosas son las que he repetido muchas veces alrededor de él durante cerca de 30 años.

 

Hubo –hay- miles de Labordetas y cada uno tenemos el nuestro. Aragón tiene el suyo: no se conoce el caso de otro aragonés con más carisma ni más adorado por sus paisanos. Labordeta les dio muchos motivos durante cuatro décadas: elevó espectacularmente la autoestima de los aragoneses y fue su principal referencia social, cultural, musical y política, incluso, para muchos a los que nunca se les pasó por la cabeza votarle. Labordeta era el aragonés en el que los aragoneses nos encantaba mirarnos porque reconocíamos en él lo mejor de nosotros mismos.

 

España también tiene su Labordeta: el Abuelo era ese hombre con aspecto de muy buena persona que, como ciudadano, cantante, presentador de televisión, agitador cultural o político, siempre estaba pendiente de la gente sencilla, de los olvidados, de los perdedores. No sé si habrá habido algún otro político en la historia de España que transmitiera semejante confianza y tal sensación de dignidad, de generosidad y de antiarribismo.Y, también, para todos los españoles, era el autor del himno que mejor atrapó la ansiedad de libertad acumulada por este país durante tantos años.

 

Mi Labordeta es inagotable y comienza antes de conocerle, en los años 70. Era un ídolo personal: me gustaban mucho sus canciones y me gustaba mucho él, con ese bigote, esa calidez y esa ternura. Luego, en los años de Andalán, alrededor de lujos como Manolo Rotellar, Eloy Fernández Clemente y Emilio Lacambra, no sólo nos hicimos amigos sino que, con total naturalidad, me hizo sentir parte de su familia. Y como cualquiera que tuvo la fortuna de ser su amigo, sé muy bien que era el mejor amigo posible: nunca te pedía nada, nunca te decía que no. Y siempre, siempre, te quería. Abuelo, a ti nunca te diremos adiós.

 

*Luis Alegre conoció a José Antonio Labordeta hace treinta años. Ha vivido muy cerca de él siempre. Labordeta decía que le gustaba irse de copas con él. Este artículo, con algunos cambios, apareció en Heraldo.

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