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Antón Castro

ERNESTO PÉREZ ZÚÑIGA HABLA Y CUENTA

Ernesto PÉREZ ZÚÑIGA PUBLICA

‘EL JUEGO DEL MONO’ EN ALIANZA

 

BIOBIBLIOGRAFÍA DEL AUTOR

Ernesto Pérez Zúñiga (1971). Como narrador es autor del conjunto de relatos Las botas de siete leguas y otras maneras de morir (2002) y de las novelas Santo Diablo (2004) y El segundo círculo (2007, Premio Internacional de Novela Luis Berenguer). Entre sus libros de poemas, destacan Ella cena de día (2000), Calles para un pez luna (2002) por el que recibió el Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid y Cuadernos del hábito oscuro (2007). Forma parte de diversas antologías, la más reciente Pequeñas resistencias 5 (2010). Ha colaborado en publicaciones como “El rapto de Europa”, “La Mancha” (en Internet) o “El Viajero”. Aunque nació en Madrid, creció en Granada, ciudad en la que no tuvo más remedio que convertirse, de día, en paseante, buscador de plazas y de fuentes; de noche, en noctámbulo. A pesar de una temprana vocación naturalista, se decidió por la escritura desde la adolescencia. En Granada se licenció en Filología Hispánica y publicó sus primeros libros de poemas. Durante aquellos veranos, gracias a pequeños trabajos, recorrió Europa en tren, y quiso fundar una república musical en una isla del Báltico. Con la única beca universitaria que recibió durante sus estudios, se compró un saxo tenor para perseguir al Perseguidor de Cortázar y Lester Young. En compañía de su saxofón, vivió en Málaga, en Ronda y en la Línea de la Concepción, donde fue profesor en un instituto, experiencia que marcó el inicio de esta novela, El juego del mono. Fue precisamente en el ambiente de esta ciudad, donde comenzó a escribir narrativa. Después de un verano en el barrio de Regla, en la Habana, pasó por Madrid, donde sobrevivió a un accidente de moto. Fue entonces cuando decidió no regresar a su trabajo como profesor en Andalucía, y quedarse en Madrid para centrarse lo más posible en la escritura. A pesar de sus ensoñaciones de ganarse la vida como saxofonista, comenzó a trabajar en pequeñas editoriales, hasta llegar a dirigir algunas prestigiosas colecciones literarias. Mientras tanto publicaba sus primeros libros en Madrid. Después de que una de las crisis económicas de nuestra época se llevara por delante la editorial donde trabajaba, se presentó a una plaza de técnico de literatura en el Instituto Cervantes, donde hoy coordina el Departamento de Actividades Culturales. A veces quisiera vivir en el valle de las Quemadas, cerca de las ruinas de Acinipo, con un caballo y un perro, pero es adicto al cine negro, a sus amigos, y a los libros de autores como Valle Inclán, Onetti, Guimaraes Rosa o Murakami, vicios inevitablemente urbanos. Sus ciudades favoritas hoy son Palermo y Tokyo, Padova y Sevilla (ciudades ambas de Dante), y Madrid. La novela, su territorio más libre. Nunca ha tocado bien el saxofón.

Su web es www.ernestoperezzuniga.com

  

Entrevista con Ernesto PÉREZ ZÚÑIGA

  

¿Qué tipo de novela es El juego del mono?

 Es una novela que se presenta como un juego para el lector. Éste tiene en sus manos una intriga, una investigación que es mucho más de lo que parece. El juego se vuelve más divertido y más interesante conforme el lector avanza por la historia. Él mismo se ve envuelto en las mismas preguntas que el protagonista y en su proceso de búsqueda y transformación. En este sentido, esta novela juega con el género de la novela negra (como las anteriores jugaban con el esperpento de Valle Inclán y la novela histórica, o el cuento de miedo y la tragedia griega). La novela es el género más libre, por eso el tema de la frontera es tan importante en El juego del mono, para cruzar las fronteras con libertad.

 Háblanos de esas fronteras.

 Es una novela sobre nuestro tiempo, que se desarrolla en una frontera legal, entre la Línea de la Concepción y Gibraltar. Pero, además, el tema de la frontera es fundamental. Los personajes de esta novela son habitantes de la frontera, contrabandistas de La Línea de la Concepción, por ejemplo. Y toda la novela trata acerca de la frontera: una sociedad de frontera, la frontera entre lo animal y lo humano, entre la vigilia y el sueño, el juego y la responsabilidad, el amor y del poder, la libertad y la manera en que somos prisioneros en nuestra sociedad, la ficción y la realidad. Por otro lado, esta novela juega también con la frontera entre los géneros literarios, introduciendo una estructura dentro de otra, como las muñecas rusas: cuentos, artículos de periódico, un diario, un anuncio, un correo electrónico, un libro dentro de otro.

 Y en el centro de todo eso, Montenegro...

 Sí, Montenegro, el profesor, una voz que cuenta su historia como en algunas novelas de Raymond Chandler o en el cine negro, desde dentro, con cierta ironía, con cierto escepticismo, con melancólica culpa. Un antihéroe que en la novela tiene como referencia a los seres de ficción que interpretaba Bogart, Philip Marlowe, que bebe como ellos, e intenta ser un “duro” con las mujeres, pero al que la realidad vence una y otra vez. En este sentido tiene también algo del Larsen de Onetti.

 ¿Cuáles son las claves argumentales de esta novela?

 El juego del mono emprende una bajada a los infiernos del instinto humano, su animalidad, su deseo y su necesidad de salvación. Está estructura- da como un juego circular, donde el protagonista también debe escribir un libro para salvarse. De hecho, la novela rompe una lanza por la autenticidad literaria, como una de las pocas cosas que enaltecen al ser humano, librándolo de la locura y de la desesperación. El protagonista y narrador, Montenegro, es un profesor neurótico y alcoholizado, que vive en una casa con sótano, en un pueblo casi abandonado. Ese sótano es el lugar donde baja a enfrentarse a sus fantasmas, y también donde, al parecer, estuvo secuestrado un hombre que apareció muerto años atrás. En su relación con sus alumnos, Montenegro se enamora de una adolescente a la que imparte clase, al tiempo que mantiene un affaire con una compañera de trabajo adicta a la cocaína. En la novela es importante el tema de este tipo de adicciones, que, más que liberarnos, nos acercan a lo animal. De hecho, Montenegro visita a menudo Gibraltar, donde experimenta con los monos entregándoles pequeñas botellas de whisky. Un día, encuentra un manuscrito en el sótano, escrito por el hombre secuestrado y asesinado. La lectura de ese libro interno, que es un canto a la pureza bajo una situación de tortura, transforma íntegramente al protagonista, que inicia a partir de ese instante una búsqueda del asesino.

 Parece un juego peligroso.

 Decía Nietzsche que el juego es uno de los fundamentos del ser humano, un juego realizado con el poder de creación de un niño, también con su falta de responsabilidad. Nuestra sociedad se ha entregado a esta visión del mundo en nuestra época más que en ninguna otra. En este sentido, el protagonista de esta novela, Montenegro, toma conciencia de las consecuencias nefastas de este juego, y lo hace gracias a un mono, un primate jugador por excelencia.

 ¿Qué tipo de consecuencias?

 Nuestra aparente falta de responsabilidad, el abandono de la ética en nuestra forma de vivir. Sin ella somos poco más que monos. Durante la no- vela, en algunas ocasiones Montenegro encuentra en los monos un brutal espejo, la soledad de los animales desvalidos. El ser humano también puede llegar a serlo, un animal desvalido, y un animal peligroso.

 ¿En Gibraltar, en la Línea de la Concepción especialmente?

En absoluto. La Línea de la Concepción no era más que otra víctima de la sociedad, una ciudad en la frontera de Europa. Viví allí en el 97. Ahora ha cambiado mucho, pero entonces resumía muchas de las contradicciones de nuestro mundo: un paro brutal, jóvenes con la única prosperidad posible en el contrabando, aceras abandonadas a los vientos del Estrecho. Al mismo tiempo, un lugar de una belleza natural apabullante. Allí fui profesor y fui consciente de la inmensa responsabilidad que tiene la educación, y cómo muchas veces está en manos de personas que no creen en ella, o que han sido vencidas por la desilusión y el desencanto. Por eso quise retratar a Montenegro como un profesor irresponsable, aunque en el fondo se da cuenta de lo fundamental que es cambiar las cosas. Sus alumnos apenas saben leer y escribir con solvencia. Esto es un hecho en muchos institutos de secundaria de España, aunque cueste trabajo admitirlo. En España urge una reforma del sistema educativo, contenidos, métodos para motivar a los alumnos, medios, formación y seguimiento del profesorado. Los profesores sacan unas oposiciones, son contratados, y se enfrentan a una clase que puede estar llena de alumnos muy conflictivos, ya sea por su actitud o por su bajo nivel de conocimientos, algo que muchas veces está ligado, por supuesto. Son una especie de llaneros solitarios, abandonados por la propia estructura a la que pertenecen, y que poco a poco dejan de creer en su trabajo. He conocido casos de profesores que no creyeron nunca en él. Eso es también inadmisible.

 ¿Te documentaste entonces en directo?

 Fue una época feliz. Conocí a personas maravillosas, entre los profesores y entre los alumnos. Hablé también con algunos pequeños contrabandistas, me contaron a su manera cómo trabajaban. Yo iba haciendo memoria literaria de todo. De hecho, fue ese año, el 97, cuando dejé de vivir en Andalucía para venir a Madrid, la ciudad donde nací y a la que siempre había querido volver, para centrar mi vida en la escritura. Hasta entonces sólo había escrito poemas. A partir de entonces, comencé con la narrativa. Esta novela dio los frutos de aquel mundo diez años después. La comencé en el 2007. De alguna manera cierro un círculo con ella. De las tres que he escrito, es con ésta con la que estoy más satisfecho.

En ella haces varios homenajes literarios.

 Empezando por el protagonista. Montenegro es el apellido de la madre de Valle-Inclán, y uno de los míos, el quinto o el sexto, quizá el séptimo o el octavo, pero me gusta pensar que soy descendiente del escritor que más quiero. Montenegro tiene algo del Marqués Bradomín de las Sonatas, cierta perversidad y cierto lirismo en su manera de hacer memoria. Luego la novela tiene homenajes a la Santa María de Onetti, a perdedores lúcidos como el doctor Díaz Grey, o a las fantasías psicológicas de Murakami, a las Mil y una Noches, a la literatura oriental, a Nabokov, muchos otros. Todo escritor es una suma voces, toda novela contiene otras. Los mejores amigos de Montenegro son seres de ficción. Yo creo que la mejor literatura nos salva y nos acompaña en la vida con una complicidad y una fuerza similares a la amistad, y esta novela sostiene esta idea y de alguna manera la celebra.

*Cuelgo aquí esta entrevista que me ha remitido Mar Portela y la editorial Alianza. Conozco a Ernesto Pérez Zúñiga, hemos coincidido en un par de ocasiones, nos hemos intercambiado correos y no sabía que tenía una vida tan historiada. El libro es realmente estupendo, las críticas en diversos medios lo corroboran a diario.

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