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Antón Castro

ÁNGEL GONZÁLEZ PIERAS: DOS POEMAS

Ángel González Pieras lleva muchos años en Aragón. Casado con la periodista Encarna Samitier, trabajó en 'El día de Aragón' y en 'Heraldo', entre otros medios. Actualmente se dedica a la gestión de estaciones de nieve. Además de periodista y enamorado del mundo del arte y del cine, también escribe poesía. Tiene varios poemarios inéditos. Hoy me ha enviado estos dos poemas.

 

 

LA LOBA VENCE A LA ESTATUA

 

                                                           Palazzo Borghese

                                                                Hotel Turner

                   

Se acercó a mí sigilosamente.

Llevaba la copa en la mano. Su pelo

seguía luciendo los bucles níveos

que tenía en su pedestal de mármol.

Me miró con sus ojos pétreos

y su mano se clavó –en la más pura

literalidad del término- en mi pecho.

Bebe. Toda yo estoy en la copa.

Conforme la boca iba llenándose

del néctar delicioso que me ofrecía

mi cuerpo entero se convertía en estatua.

Fue una gran suerte que me despertaras

de aquel sueño agónico con la sonrisa

que luces desde hace siglos. Que comieras

cada átomo de mi piel con el hambre

de carne que sacas por las mañanas.

Que llenaras mi boca con tu lengua.

Que anegaras con mi sangre tus ojos.

Que arrancaras mi corazón de un mordisco.

 

 

                                 EL OCASO DEL FETICHISTA            

                                                           

                                                                                     Palazzo Vecchio

                                                                                              Florencia 

 

¿Crees en el destino, cariño?

Lo pregunta como distraída.

Oyendo de lejos sus propias palabras.

La tarde empieza a entrar por las ventanas.

Lija sus uñas recostada en el diván.

Medio desnuda.

Un gran parecido le une a Paolina Borghese,

a quien nunca conocerá

porque le aburre a morir el arte.

No lo sé. Depende de los días…¿Por qué?

Se me ha ocurrido de repente. Es divertido, ¿no?

Por las rendijas del corazón se cuelan

los ecos finales de Loving cup de los Rolling Stones.

Un latigazo de whisky se apodera de mi garganta.

¡Pensar que por ella vendí mi alma

por un mísero penique al diablo. Y que no hay vuelta atrás!

Tendré que soportar toda la vida sus disparates.

Ni siquiera me gusta ya comerle la boca.

*Las tres fotos son de Horst P. Horst. 

 

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