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Antón Castro

'MEMORIA': CUENTO PABLO LORENTE

 

El profesor, crítico literario y narrador Pablo Lorente Muñoz acaba de publicar en el sello Eclipsados su primer libro: ‘Relatos desde ninguna parte’. Hace unos días me enviaba este relato del volumen.

 

 

MEMORIA

Por Pablo LORENTE MUÑOZ

Había pasado los dos últimos años de su vida estudiando las oposiciones para Abogado del Estado. Tras una brillante carrera de Derecho, leyendo un día el periódico El Independiente, había decidido presentarse a aquellas oposiciones y sacarlas siendo el primero del país costase lo que costase. Seguramente, las prácticas impagadas o los varios años de becario, motivaron su decisión. Además, estaba seguro de que su mente prodigiosa sería su baza más importante.

Desde el primer mes de colegio, Julián Castro, se había dado cuenta de que su cabeza podía retener hasta los datos más inverosímiles, en su primer examen de Historia, la profesora le creyó superdotado porque su alumno había reproducido hasta una errata que aparecía en el tema. El método de Julián era tan sencillo como eficaz, miraba el ángulo inferior de la página y memorizaba el número de hoja, a partir de ahí fotografiaba mentalmente la estructura de la página y posteriormente leía la explicación. En la gran mayoría de las ocasiones no entendía absolutamente nada de lo que allí ponía, simplemente, maquetaba en su mente lo que decía y lo retenía palabra por palabra, letra a letra, sin ninguna confusión, sin ninguna duda.

Usó ese mismo método para memorizar las Páginas Amarillas y ganar un concurso nacional de niños prodigio, también para tocar sin pasión alguna las obras completas de los clásicos del Barroco al piano y ser considerado un maestro del instrumento con 13 años. Sin embargo, esa misma habilidad anulaba la mayoría de los sentidos prácticos para la vida, pues todo aquello que escapaba a su mente fotográfica, dejaba de tener sentido y validez.

Acabó la carrera de Derecho con 20 años y muy pronto, el propietario del despacho de abogados se dio cuenta de que su supuesta inteligencia superdotada era simplemente una farsa de la naturaleza, pues Julián se mostraba incapaz de ordenar los pensamientos, tener cualquier tipo de empatía con los clientes o ser útil para esclarecer un caso que escapara al ordenamiento jurídico que aparecía redactado en las leyes. Así que lo fue usando como  enciclopedia andante, porque lo único cierto, es que Julián almacenaba una capacidad absurda de datos.

El día que decidió presentarse a la oposición se despidió de su jefe con un leve apretón de manos sin apenas escuchar el consejo que le dio: “Mucho ánimo y piensa muy bien en el sentido de las leyes”.

Julián bajó aquella tarde a una librería especializada y compró los temarios oficiales, a los dos meses, había memorizado completamente todas y cada una de las páginas. Durante el primer mes de su propósito, olvidó llamar a una chica con la que salía hacía algún tiempo, sólo cayó en su ausencia cuando se la encontró por la calle y ella lo miró con una extraña mezcla de desdén y angustia.

Lejos de sentirse mal por ello, comprobó con placer que no encontraba su nombre en su memoria, enterrado por la ingente cantidad de datos acumulados a modo de fotografías, que conforme iban llegando, iban arrinconando en un oscuro sótano de su mente las fotos pasadas, antiguas. Ni siquiera miró a la chica directamente, aunque la última mirada de reojo le bastó para ver asomar una lágrima en los ojos de ésta. Ni siquiera devolvió el saludo, olvidada quizá hasta la capacidad de habla, siguió adelante, caminando más rápido y cuando se sintió seguro detuvo un poco el paso, miró a su alrededor asustado por primera vez en su vida e intentó recordar la cara de su mejor amigo del colegio, no pudo, tampoco pudo recordar cómo se inscribió en aquel concurso ridículo de memoria, tampoco el escenario de su primer concierto de piano y se empezó a preocupar.

Pero a la mañana siguiente todo siguió como hasta entonces. Día tras día, repetía una y otra vez todo el temario, con las leyes: BOE 347 2005 corregido en el BOE sobre… y así  sucesivamente. Y ese trabajo, junto con los muchos libros que le prepararían para la prueba de la entrevista con el tribunal, sacando más y más fotografías.

Quedaban pocas horas para el examen, debía madrugar, pero antes comprobó de nuevo que no había ni una sola fisura en su método, recordaba todo punto por punto, cada coma, cada número de página, cada artículo de la Constitución, cada número de BOE, BOA, BOJA, BOPV, con su fecha y registro, todo, absolutamente todo.

Cuando hubo comprobado que lo sabía todo eran las 4 de la mañana, metió al armario el traje negro, la camisa blanca a estrenar y la corbata de un color discreto que alguien le había regalado alguna vez, no recordaba quién ni en qué situación. Se acostó y quitó las pilas al despertador.

Por nada del mundo quería despertarse para ir al examen.

 

 

*Las dos fotos son de Joan Colom.

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