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Antón Castro

'EL PASEO EN BICICLETA', EN ANDORRA

'EL PASEO EN BICICLETA', EN ANDORRA

 

Esta tarde, a las 18.30, en el salón de actos de la Biblioteca de Andorra presento mi libro ‘El paseo en bicicleta’ (Olifante, 2011), dentro de la programación cultural que realiza la localidad turolense, caracterizada siempre por una intensa actividad. Será una presentación con lectura. Estuve hace poco en Andorra, durante el homenaje a Eloy Fernández Clemente, donde moderé una mesa con Gonzalo Borrás, Carlos Forcadell, Pepe Melero y Ángel Alcalá. ‘El paseo en bicicleta’ empezó un día de julio de 2010 tras ver cómo Víctor M. Juan Borroy y su hijo Guillermo pescaban en el Canal Imperial; bajo la maleza y las guirnaldas de fronda reposaban sus bicicletas. Cuelgo aquí este poema que contiene un homenaje a los dos y al pintor, pedagogo, escultor y periodista, entre otras muchas cosas, Ramón Acín.

 

EL PESCADOR Y SU HIJO

 

[Para Víctor M. Juan y su hijo Guillermo]

 

Ahí estaban los dos, padre e hijo, a orillas del Canal.

Habían dejado las bicicletas bajo la higuera

y llevaban una gorra, un sombrero, la cámara fotográfica

y una mochila con agua, cuadernos y bocadillos.

El sol tenía la dureza del naipe y se desmigajaba como

un pulpo de oro sobre la corriente y entre la fronda.

Padre e hijo estaban sentados, absortos en el agua.

De golpe, una carpa picó en la caña del chico.

Y luego otra, y una tercera, y hasta una cuarta.

Plateadas todas, nerviosas, se estremecían

con una sacudida desde la cola hasta la boca viscosa.

Como si recibiesen la descarga de un rayo

o un temblor de tierra en todo su espinazo.

El padre miraba al hijo embelesado, y de vez

en cuando le enseñaba a quitarle el anzuelo al pez.

“No te preocupes. No le haremos daño

y  quién sabe si volverá a comer”. El padre había sido                

pescador de niño y en la adolescencia y en su juventud:

más que los peces le importaban el sosiego del mediodía,

la tertulia, el sabor de las confidencias, la lenta

construcción de un paraíso de agua y silencio para los dos.

El padre le dijo al joven: “Mañana tengo que hablar

de Ramón Acín, el escultor, el pintor, el profesor,

en su ciudad. En Huesca. Diré cuatro o cinco cosas:

Ramón Acín tuvo un perro que se llamaba Tobi.

Se casó con Conchita Monrás, que era pianista, tenista

y una mujer increíble y poderosa que corría como el viento.

Conchita y Ramón tuvieron dos hijas: Katia y Sol. Ramón

les hizo una jaula que tenía música y un cuento de hadas.

Ramón Acín fue el artista que concibió y construyó

‘Las pajaritas’ para el parque, en el viejo jardín de Lastanosa.

Era un hombre bueno. Un día se desataron la guerra

y los perros hambrientos del odio, y sus buenos vecinos

de Huesca lo atraparon y lo fusilaron en el cementerio”.

El hijo se levantó como un resorte y gritó:

“Papá, por fin, mira, mira, te acaban de picar a ti”.

El padre recogió el sedal y vio cómo del anzuelo

pendía una carpa. La sacó, la miró ensimismado,

le quitó el anzuelo cuidadosamente y la arrojó al Canal.

Un ciclista que pasaba le gritó: “¡Viva la libertad!”.

 

*La foto, como se ve, es de un cartel de un cortometraje andaluz. Es una obra muy sugerente.

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