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SEMPRÚN: NOTAS PARA UN RECUERDO

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Ayer fallecía Jorge Semprún en París, a los 87 años.

Era un hombre cordial y elegante,

distante y ensimismado,

un hombre de muchas vidas públicas,

alguien que siempre se sintió un deportado,

un combatiente clandestino y un luchador.

Un europeísta por actitud vital.

Un europeísta por optimismo.

Un europeísta contra las sucesivas formas del odio.

Paradójico, rebelde, vivió muchas existencias y episodios

 que se han prestado al equívoco:

sobrevivió al nazismo, al comunismo

(su lugar de resistencia y de residencia durante años),

fue ministro de Cultura con Felipe González,

guionista de cine, compañero accidental de Sartre y Camus,

colaborador de ‘Ruedo Ibérico’,

amigo de Marguerite Duras y de Montand,

y fue, ante todo, un buen novelista, en francés y en español,

y un estremecedor memorialista en libros

como ‘El largo viaje’ o ‘La escritura o la vida’.

Fue un hombre de perfil atractivo, con misterio y encanto,

que amó a sus anchas y nunca hizo ostentación de ello.

Creó un ‘alter ego’: Federico Sánchez, el otro y el mismo,

el disidente íntimo y de los otros, el desvelado

que iba de aquí para allá en la clandestinidad

para decir, al viento o a los últimos camaradas:

“Aquí estoy. Aquí me quedo. Semprún ha vuelto”.

Jorge Semprún se queda para siempre en la memoria,

En los libros, en el temblor de la lucidez.

 

*Esta foto es de Daniel Mordzinski, el fotógrafo de los escritores.

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