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Antón Castro

ENRIQUE VILLAGRASA, TRES POEMAS

En la colección de plaquettes de Comuniter, Resurrección, que dirige Octavio Gómez Milián, Enrique Villagrasa publica ‘Lágrima de mar’, que puede leerse como un único poema que aborda, en clave lírica, un viaje desde el lugar de sus raíces, Burbáguena, los viñedos y el Jiloca, hasta el mar. Y en ese viaje se arrastra el amor, la esperanza, la escritura poética misma. Cuelgo aquí una selección de textos de Enrique Villagrasa, crítico de poesía de medios como ‘Qué leer’, ‘Turia’ o ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón, y traducido a varias lenguas del mundo.

 

LÁGRIMA DE MAR

 

Por Enrique VILLAGRASA

 

 

I

Ahí florecen los silencios.

Una lluvia acaricia distancias.

Pero en la lejanía y en la memoria

las manos desafían al tiempo,

buscan la cicatriz del aire.

El día amanece vestido de gris,

es una plomiza mañana de primeros de mes.

Gritas su nombre en tu habitación vacía:

la página es tu voz

y la palabra el silencio sido.

Cómo palpita el momento,

qué melancolía de gestos

en un huir de arrasadas lágrimas,

para ocultar el instante

y los tañidos del cristal.

Pero, de nuevo, las estrellas te arropan

en su belleza.

La clepsidra derrama su gota última.

Acaricias su sonrisa

en el guiño del verso.

Por descifrar su mirada

sucumbes ante la noche

al oír las estrellas.

 

II

Doblan lentas las voces.

Estériles arpegios

se repiten por ti.

El rasgueo del alba

duplica raudo su eco.

No puedes verla. Te recreas

en el olor de las sábanas.

Marcha un poeta en su taxi.

Llueve esta mañana,

su otra casa espera.

Regresas a tu papel,

a escribir. Diríase

que llevas en tus manos

sus palabras.

Has perdido un paisaje,

nunca representarás

ni el amor ni el dolor.

Coge una botella de sombras

y compra esta noche pasiones,

para encender sus ojos y los tuyos.

Entrada anda el alba

con su silencio clandestino,

que de voces sin rostro anda coronado.

 

III

Noviembre llora siempre

lágrimas ocres.

Te aferras al jarro vacío

de claridad que huye.

En ti ha germinado

la voz en minúsculas.

Reconoces el guiño,

no las palabras.

La tristeza difumina la tarde,

es un eco del arroyo.

Su luz, la sílaba

del anochecer.

Una saeta herida

escancia fragancias.

Sus plurales ecos

funden secretos candentes.

Cuando el poeta sedujo a la vida

y el lenguaje y los gestos

delimitaron la máscara.

La pluma dictó su verdad:

la noche es un callejón perdido.

Tú, que recorres sus esquinas,

ves que no está sola la playa.

 

*Las fotos son de Amelie Chassary. 

 

 

 

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