ENRIQUE VILLAGRASA, TRES POEMAS
En la colección de plaquettes de Comuniter, Resurrección, que dirige Octavio Gómez Milián, Enrique Villagrasa publica ‘Lágrima de mar’, que puede leerse como un único poema que aborda, en clave lírica, un viaje desde el lugar de sus raíces, Burbáguena, los viñedos y el Jiloca, hasta el mar. Y en ese viaje se arrastra el amor, la esperanza, la escritura poética misma. Cuelgo aquí una selección de textos de Enrique Villagrasa, crítico de poesía de medios como ‘Qué leer’, ‘Turia’ o ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón, y traducido a varias lenguas del mundo.
LÁGRIMA DE MAR
Por Enrique VILLAGRASA
I
Ahí florecen los silencios.
Una lluvia acaricia distancias.
Pero en la lejanía y en la memoria
las manos desafían al tiempo,
buscan la cicatriz del aire.
El día amanece vestido de gris,
es una plomiza mañana de primeros de mes.
Gritas su nombre en tu habitación vacía:
la página es tu voz
y la palabra el silencio sido.
Cómo palpita el momento,
qué melancolía de gestos
en un huir de arrasadas lágrimas,
para ocultar el instante
y los tañidos del cristal.
Pero, de nuevo, las estrellas te arropan
en su belleza.
La clepsidra derrama su gota última.
Acaricias su sonrisa
en el guiño del verso.
Por descifrar su mirada
sucumbes ante la noche
al oír las estrellas.
II
Doblan lentas las voces.
Estériles arpegios
se repiten por ti.
El rasgueo del alba
duplica raudo su eco.
No puedes verla. Te recreas
en el olor de las sábanas.
Marcha un poeta en su taxi.
Llueve esta mañana,
su otra casa espera.
Regresas a tu papel,
a escribir. Diríase
que llevas en tus manos
sus palabras.
Has perdido un paisaje,
nunca representarás
ni el amor ni el dolor.
Coge una botella de sombras
y compra esta noche pasiones,
para encender sus ojos y los tuyos.
Entrada anda el alba
con su silencio clandestino,
que de voces sin rostro anda coronado.
III
Noviembre llora siempre
lágrimas ocres.
Te aferras al jarro vacío
de claridad que huye.
En ti ha germinado
la voz en minúsculas.
Reconoces el guiño,
no las palabras.
La tristeza difumina la tarde,
es un eco del arroyo.
Su luz, la sílaba
del anochecer.
Una saeta herida
escancia fragancias.
Sus plurales ecos
funden secretos candentes.
Cuando el poeta sedujo a la vida
y el lenguaje y los gestos
delimitaron la máscara.
La pluma dictó su verdad:
la noche es un callejón perdido.
Tú, que recorres sus esquinas,
ves que no está sola la playa.
*Las fotos son de Amelie Chassary.
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