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Antón Castro

EUGENIA RICO SEGÚN AMELIA CASTILLA

EUGENIA RICO SEGÚN AMELIA CASTILLA

EUGENIA RICO

[Conozco a Eugenia Rico desde hace algunos años. Acababa de publicar una novela conmovedora: ‘La muerte blanca’ (Planeta), donde contaba la muerte de su hermano. Por entonces, vivía una historia de amor con un apuesto italiano. Eugenia, que es dulce y amorosa, siempre ha sido una mujer de grandes y apasionadas historias de amor. De ella siempre me conmueve su pasión por la literatura, su vocación, sus ganas de escribir historias intensas y de crear buenos personajes. Hasta hace algunos meses, tras la conmoción de su éxito alemán, vivía en Venecia. Hoy, esa estupenda periodista que es Amelia Castilla, que ha hecho de todo en ‘El País’ (desde reportajes inolvidables a muchas páginas de cultura) le traza este retrato. Lo traigo aquí por cariño hacia ella, por cariño hacia las dos, y porque hoy Eugenia Rico estaba un poco melancólica. En ‘Babelia’ de hoy había muchas cosas bonitas para mí, y una de ellas, especialmente bonita, era la calificación de Vicente Molina Foix como una traducción brillante de Daniel Gascón la del libro de relatos de Collier que ha publicado el sello Contraseña. Daniel traduce ahora un epistolario de más de quinientas páginas de Saul Bellow que saldrá en Alfabia. ]

 

EL SUEÑO ALEMÁN

Por Amelia CASTILLA. Babelia

 

¿Un rincón donde poder escribir medianamente fresco, en un ático durante el caluroso mes de julio en Madrid? Eugenia Rico (Oviedo, 1972) cambia de espacio varias veces a lo largo del día, huyendo del sol que cae a plomo sobre el barrio de Malasaña. Refugiada en un cuarto piso sin ascensor y con vistas al Pentagrama, el bar popularizado por Antonio Vega en su ya clásica canción La chica de ayer, la escritora dedica al menos seis horas diarias a la trama de su nueva novela. Su superstición le impide aventurar muchas ideas sobre el proyecto en el que trabaja. Confía en ponerle el punto final al manuscrito en unos meses y que el texto llegue a la imprenta antes de concluir este año. La acción transcurre en Venecia, en el curso de una cena con un personaje histórico fallecido. Será una mezcla de pasado y presente, como su anterior trabajo. "Venecia está fuera del mundo, escribir sobre ella es como opinar sobre el amor", dice la escritora, sentada en una chaise longue, bajo un cuadro, formado por un puzle construido con un lenguaje de signos inventado en el que se lee: "En el principio fue la palabra".

La autora de Aunque seamos malditas (Suma de Letras) presume de vivir de la literatura. Todavía no se ha repuesto del susto de su extraordinaria aventura alemana que le ha reportado unas ventas "de más de cien mil copias" en ese país y un conocimiento de los lectores del que antes carecía. "Un buen día recibí un correo electrónico del escritor y crítico Daniel Kehlmann que, fascinado con esta novela, la recomendó a una editorial alemana", cuenta. "A partir de ahí todo ha sido como un sueño; primero el paso por la Feria de Fráncfort, un evento profesional, pero quizás el más importante del panorama literario, y después la participación en otros festivales europeos donde he contactado con escritores de toda Europa". A la vuelta del verano, preparará las maletas para viajar a Estados Unidos, becada por una universidad norteamericana para trabajar durante tres meses.

No le asustan ni los nuevos formatos del libro ni las descargas en la Red. Su idea es que "la verdadera literatura seguirá llegando a los lectores". Si mira hacia atrás sonríe al recordar las cartas de rechazo de algunos editores, un auténtico género literario, en su opinión: "La historia de la literatura está hecha de grandes errores, espero que este sea uno de ellos", le contestó uno de ellos.

*La foto es de Álvaro García.

 

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