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Antón Castro

JOAQUÍN BERGES: UN DIÁLOGO

JOAQUÍN BERGES: UN DIÁLOGO

[Ayer, en la librería Cálamo, acompañado de Iguázel Elhombre, Joaquín Berges (Zaragoza, 1965) presenta su tercera novela, que publica Tusquets: ‘Un estado del malestar’, la historia de Ricardo Marco, un hombre en crisis que entre en contacto con gente humilde, vendedores de calle, y se queda fascinado por la viuda Estrella. Esta es la entrevista de la que he publicado una buena parte en ‘heraldo’ hoy.]

 

 

-¿Cómo se lleva eso de ser presentado como el Woody Allen de las letras españolas?

 

Así es como me llamaron en un blog de Radio Euskadi. Tiene un punto de broma y osadía muy divertido. Me gusta la idea. No sé qué le parecerá a Woody Allen. Quizá debería fotografiarme con mis gafas de presbicia a partir de ahora.

 

-¿Ha habido algún punto de partida específico, una imagen, una intención concreta que dé lugar a la novela?

 

Sí, el contraste entre dos mundos distintos: el del marketing de la ropa cara y el de la ropa de saldo que se vende en un mercadillo. Ese ha sido el punto de ignición de la novela, la diferencia entre el artificio del marketing y la sencillez del mercadeo en la calle que ya existía en la edad de Bronce.

 

-En la primera página leemos que el protagonista, Ricardo Marco, dice: “Eso es exactamente lo que deseo, que alguien me multe, me castigue y me abronque por ser quien soy”. ¿Adónde querías ir a parar?

 

En su juventud Ricardo fue un activista de asamblea y manifiesto, un hombre lleno de ideales, y en la actualidad es un pequeño burgués a punto de prejubilarse. No se siente nada orgulloso de sí mismo porque ha olvidado sus sueños de juventud. Por eso quiere ser castigado y abroncado.

 

-¿Por qué tus héroes son siempre antihéroes, un poco piltrafas, malquistados con la vida y consigo mismos? El protagonista dirá: “Soy un tipo aburrido de la vida”.

 

Yo creo que la literatura surge de la insatisfacción y la infelicidad. Si todos fuéramos felices no escribiríamos ni leeríamos (y los psicoanalistas tendrían que dedicarse a coger punto de media a domicilio). Los héroes protagonizan los dibujos animados de la misma manera que los antihéroes protagonizan las novelas, incluso las novelas divertidas. Sobre todo esas.

 

¿Quién es en realidad Ricardo Marco, ese subdirector de un centro comercial?

 

Es un luchador. Siempre lo ha sido. Cree que la vida es por encima de todo una lucha. Para este hombre una prejubilación es una auténtica condena a muerte, porque quien no tiene nada por lo que luchar está lejos de sentirse vivo. Sufrirá un gran cambio, una involución que lo devolverá a su juventud. Volverá a emborracharse e incluso correrá delante de la policía, como en los viejos tiempos. Eso le dará la oportunidad de tener algo por lo que luchar y quizá podrá volver a sentirse vivo.

 

-El protagonista dice: “Hace tiempo que no siento nada por mi mujer” y agrega que ella se acuesta con él, por compasión, quizá un par de veces al mes. ¿Esto es un diagnóstico o quieres advertirnos de algo? ¿Pasa así, crees?

 

Esta relación marital tan insatisfactoria forma parte de su faceta de anithéroe. Ricardo confiesa que sólo sintió una fuerte atracción física por su mujer. Por eso, al paso de los años, cuando el físico se arruga, la atracción desaparece y no queda nada entre ellos. Es una cruda confesión. Aprovecho la oportunidad para manifestar solemnemente que la novela no tiene nada de autobiográfico.

 

-¿Es para ti la familia el infierno tan temido o es una exageración que le viene muy bien a tus libros?

 

Literariamente hablando la familia es el infierno en el que viven mis personajes. Sin embargo, personalmente mi familia es mi refugio, el lugar donde encuentro la estabilidad necesaria para hablar de las inestabilidades de mis personajes. Quizá si mi vida familiar fuera un infierno escribiría sobre gente que tiene un entorno familiar feliz. No sé, no lo tengo hablado con mi mujer.

 

-¿Crees que los jóvenes son tan arriesgados como los del libro? El padre no puede creer que ganen dinero dando clases...

 

Algunos personajes de "Un estado del malestar", como el hijo mayor de Ricardo, están llevados al extremo. Es un cínico sin escrúpulos para el que todo tiene un precio. Su padre se escandaliza de sus actos y lo llama extorsionador y chantajista y él responde: "Virtudes todas ellas que me ayudarán a sobrevivir en esta jungla de mentiras encubiertas en que habéis convertido el mundo los idealistas renegados como tú y mamá." Muy rico el angelito.

 

Ricardo está inapetente y le despierta una mujer de la que nada sabe y a la que apenas ve. ¿El amor es temerario, es ciego o es un estado de imbecilidad incontrolable?

 

El amor es el deseo con mayúsculas, un impulso temerario y ciego, incontrolable y fugaz, egoísta y completamente irracional. Y conste que no me refiero al sexo, aunque forme parte inherente del amor. Woody Allen lo tiene claro: "el sexo sin amor es una experiencia vacía, pero como experiencia vacía es de las mejores que he tenido".

 

Todo el libro está en un tono de humor, entre negro y patético. ¿has querido que fuera así?

 

Ricardo, que toma la palabra desde la primera página, es quien ha querido que fuera así. Cualquier luchador que estuviera a punto de prejubilarse forzosamente, tuviera una esposa que practicara el terrorismo doméstico y unos hijos expertos chantajistas emocionales se expresaría mediante el humor, la broma y el sarcasmo.

 

Hablemos del personaje clave: Estrella. ¿Cómo la defines, por qué está marcada?

 

Estrella es el deseo, el reto. Ricardo la ve y se enamora instantáneamente de ella. Sin embargo hay múltiples problemas y dificultades a los que deberá enfrentarse porque Estrella es una mujer viuda, mucho más joven que él y muy controlada por su familia. Está muy lejos de ser conquistable. Es casi un objetivo imposible. Pero, como dice el propio Ricardo, "sólo lo imposible merece la pena".

 

¿En qué medida has querido sugerir que el estado de malestar del protagonista  tiene un paralelismo con el actual estado del malestar?

 

El bienestar que se le ofrece a mi protagonista (su prejubilación) le produce un profundo malestar. A lo largo de la novela Ricardo descubrirá que el bienestar no tiene nada que ver con lo material. Conforme reviva esa segunda juventud a la que antes me refería, tendrá la oportunidad de averiguar dónde está de verdad ese "estado del bienestar" del que tanto nos han hablado.

 

Esta ya es tu tercera novela, has consolidado una posición en Tusquets. ¿Cómo explicarías las claves de tu mundo, de tus novelas, qué quieres contar?

 

Me siento muy a gusto en Tusquets. Tengo un editor inmejorable y un equipo de grandes profesionales que trabajan incansablemente y, además, leen todas las entrevistas que contesto. Con respecto a las claves de mi trabajo, me gusta barajar elementos contemporáneos, las cosas que nos preocupan a todos, los sentimientos, las frustraciones que tenemos, los miedos, coger todo eso y meterlo en la batidora de la ficción junto con buenas dosis de humor, algo de emoción y un poco de sarcasmo para inventar un mundo paralelo al mío, que confluya en mí y sea como un espejo que me refleje y me indique dónde está la diferencia entre la realidad y la ficción, entre lo vivido y lo soñado, entre Woody Allen y yo.

 

 

 

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