FERRER LERÍN Y 'GINGIVAL': DIÁLOGO
Paco Ferrer Lerín, según Rafael Gobantes de Heraldo de Aragón.
Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) acaba de publicar una nueva entrega, ‘Gingival’, que nace de una selección de entradas de su blog. Cuentos, aforismos, juegos apócrifos, aproximaciones a los bestiarios, impresiones cotidianas, investigación en torno al lenguaje, sueños... El libro aparece en el sello Menoscuarto, colección Reloj de Arena, y lleva un epílogo del director de la colección: Fernando Valls. He aquí una entrevista extensa con el escritor, autor de libros como ‘Níquel’, ‘Fámulo’ (Premio de la Crítica en 2010) y ‘Familias como la mía’. El grueso de esta entrevista apareció en el suplemento ’Artes & letras’ de Heraldo de Aragón.
Dices en el texto ‘Fue feliz’: “Nunca necesitó viajar. Nunca necesitó expresarse en una lengua que no fuera la suya”. ¿Es tu autobiografía, no?
Fui trilingüe en mi infancia y adolescencia. Mi madre hablaba con soltura francés e italiano por haber vivido en esos países. Luego, al no practicar, fui perdiendo esas lenguas. En cualquier caso pienso que un escritor, y ese es mi oficio principal, debe elegir sólo una, la nativa, e incluso así, muchas veces, se tienen dificultades. Viajar, hoy, resulta casi tan incómodo como en la época de los viajeros románticos. Esa es una actividad, viajar, de características únicas: se paga por pasarlo mal.
Pero en ‘Gingival’ se viaja mucho.
No sé si a ese “viaja” de tu pregunta se le han caído las comillas. El viaje físico, convencional, el trasladarse de un lugar a otro mediante medios de transporte mecánicos, no es propio de personas educadas, aunque a veces no quede más remedio y haya que estar presente en determinados bautizos y funerales. Si ese viaje se refiere a traslados mentales, la cosa cambia. Los escritores, y los creadores en general, es lo que hacen todos los días, forzando la imaginación o con la ayuda de libros o artilugios electrónicos. El contacto directo con las ciudades y personas es un ejercicio no recomendable, la realidad siempre está poblada de moscas y desagradables voces. Quiero decir que sí, que la salida al exterior puede reforzar el discurso pero, en mi caso, prefiero asomarme desde mi lugar de trabajo.
-¿Qué significado tiene para ti la palabra apócrifo?
El de la primera acepción de la Academia: Fabuloso, supuesto o fingido.
¿Qué hay de apócrifo en Ferrer Lerín y en ‘Gingival’?
El otro día una señora portuguesa cargada de buenas intenciones me preguntó si las cosas que yo escribía eran verdad. No quise entrar en disquisiciones acerca de lo que es “verdad” y le dije que no lo sabía, que yo ya tenía muchos años y que era normal que me hubieran sucedido muchas cosas y que, como buen escribano, me limitaba a dar fe de ellas. Claro, añadí, a veces, para evitar la crudeza de ciertas situaciones, lo que hago es suavizarlas.
¿Desde cuándo no tienes espejos en casa?
Al cumplir cincuenta años dejó de producirme placer la contemplación de mi cuerpo dado su deterioro e hice que retiraran los espejos que me acechaban en los lugares que frecuentaba, en los lugares en que, lógicamente, podía ejercer mi autoridad.
Vayamos con el libro: ¿qué le debe a internet?
El libro se configura con algunas de las entradas de mi blog que disfrutan de carácter narrativo. Es una selección realizada por Fernando Valls Guzmán, amigo, profesor de Literatura en la Autónoma de Barcelona y especialista en la narración breve. En el epílogo, Fernando analiza mi manera de ser e, incluso, mi manera de escribir.
¿Ha potenciado internet una literatura donde te sientes cómodo?
El blog me permite editar al instante lo que en un libro tardaría meses o años, con la gran ventaja de poder modificar lo escrito si lo creo conveniente o lo creen conveniente los comentaristas; además, es una una plataforma abierta a las editoriales en papel. Sin embargo el blog condiciona el modelo de literatura; no sirve todo, las entradas han de tener un contenido y, sobre todo, una extensión, que se adapte a las características del soporte, por no decir a las características de los visitantes del mismo. Quizá estos condicionantes hayan conseguido crear un nuevo género.
Ferrer Lerín y su mujer Concha Jiménez.
¿Podríamos decir que aquí está un compendio de tus pasiones: las aves, la fauna en general, las palabras, la memoria, los libros, los diccionarios, la pura invención?
Es lógico. Pese a los condicionantes, el blog otorga mucha más libertad que la que otorga una editorial, en especial las grandes y férreas editoriales.
Hay continuas alusiones a la prensa. Y a veces glosas historias que parecen fantásticas como la del hombre que trabaja en la máquina del tiempo.
La prensa, en especial la prensa diaria, escrita o digital, es la fuente primordial de mi escritura, dejando atrás otras fuentes tradicionales como los viejos diccionarios, las grandes enciclopedias y los manuales especializados. Lo que se puede hallar, con algo de paciencia y experiencia, en los medios de información de masas, excede a menudo los límites soportables de asombro. El hombre que trabaja en la máquina del tiempo es una noticia sacada del diario El País.
E incluso hay cuentos fantásticos inequívocos: la presentadora Marta Fernández mueve un brazo y entra un perfume italiano en tu salón de estar.
La sinestesia es una virtud que me adorna. En Gingival se recogen dos experiencias vinculadas al monitor de televisión; la que citas del perfume italiano de la espléndida presentadora, y otra relacionada con el humo que desprenden unos hierbajos quemados en una secuencia de una película mediocre.
¿Qué hay de realidad y de ficción en el cuento ‘Causa y efecto’ o es pura coquetería de bloguero?
Es una historia verídica excepto en un detalle: el lugar en el que descubro que no lleva sujetador, por primera vez en su vida reproductiva, no es un canódromo sino la almazara de su propiedad.
Una de las entradas, que es casi una sección, es Domicilios. ¿Qué te atrae de las casas?
Dos elementos. Uno, exclusivamente constructivo, el edificio en sí, su presencia que deseo fantasmagórica, y que pocos alcanzan. Otro, su condición de recipiente, de escenario ideal para el desarrollo de la miseria humana.
¿Cuántos hombres y mujeres extraordinarias has conocido?
Tres hombres. Cinco mujeres.
¿Has conocido más que has soñado seres extraordinarios?
Por suerte, después de muchos años de ausencia, han vuelto los sueños (o la posibilidad de recordarlos, da igual). Pero no recogen seres extraordinarios sino sucesos extraordinarios o, mejor, situaciones extraordinarias que, intento, a veces con éxito, reproducir en mis escritos.
Hay un homenaje claro, creo, a Monterroso en ‘Despertó en cama extraña’. ¿Qué lugar ocupan los microcuentos en el libro? ¿Cómo los entiendes?
Es lógico que el relato induzca a esa creencia, pero no es así. No soy lector de autores de ficción contemporáneos. Sé que existen, a veces amigos del alma me sugieren su lectura, pero prefiero no hacerlo, me molesta comprobar que me han copiado, incluso los que murieron antes de que yo naciera; ese fenómeno denominado plagio inverso. Los microcuentos, y me alegra que utilices este bonito término, no están buscados, surgen de la nimiedad argumental que los conforma, del espíritu de economía lingüística en el que creo, o de ambas circunstancias a la vez.
¿Qué autores están entre tus fuentes de inspiración?
A lo larga de mi larga aunque partida vida literaria (veintiocho años sin escribir) he ido desarrollando, sin duda de modo insconsciente, una metodología de la escritura. Quiero decir que en la primera etapa, entre los diecisiete y los treinta años de edad, utilicé autores de gran calidad, pienso en Sain-John Perse, Rimbaud y Borges, a los que ensarté, como en los pinchos morunos, en un alambre que era el ruido en la cabeza que me acompañó durante aquel tiempo y que marcaba el ritmo y la cadencia de los poemas. La segunda etapa, quizá al disponer de biografía, no necesita esos aportes y la inspiración se extrae de mi propia vida, de mis sueños y del anonimato de algunos textos y escenas cotidianas.
¿Cuál es la relación entre el azar y tu literatura?
En la poesía que he practicado y practico hay razones para creer que ciertos versos, o al menos ciertas palabras, son fruto del azar. Sería un fenómeno localizado, como digo, en la poesía, que no supone novedad alguna y que ya permitió acuñar el término de “escritura automática” en época surrealista, aunque los teóricos más disciplinados reconozcan que en el ser humano nada es automático.
Ferrer Lerín visto por Vicente Almazán en el balneario de Jaraba.
¿Cuando dicen que eres heterodoxo, qué crees que quieren decir?
Nunca he buscado la originalidad, que es sin duda una meta detestable. Simplemente, en mi caso, en mi vida y obra, dada la gran curiosidad que aún poseo por las cosas, han coincidido doctrinas y obsesiones muy variadas. Que eso me convierta en heterodoxo... es posible, aunque habría que preguntar a los que así me etiquetan ¿respecto a qué? ¿respecto a quién?
¿Qué hay en ti de niño asombrado, adulto escéptico y maduro extravagante?
Dije en una ocasión, en una entrevista para Cuadernos Hispanoamericanos, que lo que más apreciaba era que me sorprendieran. Si a esa declaración irresponsable sumamos otra, vertida no recuerdo dónde, sobre mi condición de Peter Pan permanente, podríamos responder a la primera parte de la pregunta. ¿Adulto escéptico? Habría que delimitar el campo de ese escepticismo, centrarlo en el foso de las supercherías. Extravagante es una palabra con abundante carga peyorativa, deseo que nadie me vea así.
¿Tienes alguna receta para la crisis o algún consejo que dar?
Existe una crisis económica española motivada, como todo el mundo sabe, por la apuesta única en el sector inmobiliario, por la estrafalaria estructura territorial y por la cultura del no trabajo. Pero la crisis realmente preocupante es la crisis planetaria, la que se origina por la explosión demográfica, catástrofe de tal dimensión que sólo podrá ser resuelta colocando a personas capacitadas al frente de los gobiernos, olvidando, durante unos cuantos años, la ensoñación que producen los idearios participativos.
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