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Antón Castro

MARUJA TORRES O EL PERIODISMO HOY

MARUJA TORRES O EL PERIODISMO HOY

[A finales de los años 70 'El País' era mi periódico de cabecera. Como un 'Catón' cotidiano. Allí leía a muchos periodistas que han sido mis maestros en la distancia: Manuel Vicent, en primer lugar, Martín Prieto, Maruja Torres (me gustaba su periodismo social y sus crónicas de cine), Marisa Flórez y Luis Magán, como fotógrafos, Álex Martínez Roig, García Candau, Luis Gómez, Rosa Montero (a la siempre he admirado como entrevistadora; la conocí y la admiro mucho más por todo); la lista sería interminable. Aquel periódico lo dirigía Juan Luis Cebrián, que publicaría incluso dos novelas y parecía tener una autoridad especial: una autoridad intelectual, com se vio en el 23 de febrero. Luego Cebrián tomó diversas derivas y pasó de ser un maestro del periodismo, o un director de equipos, a otra cosas. Este artículo es una reinvindicación de un periodismo clásico y es la crítica feroz a un profesional que siguió otros derroteros... Maruja Torres recobró en Barcelona su brutal sinceridad, la fuerza de sus convicciones.]

 

Crónicas del Nuevo Periodismo. Por David VIDAL

http://www.somatents.com/maruja-torres-las-redacciones-son-hoy-un-entorno-de-peloterismo-salvaje/

 

MARUJA TORRES: “LAS REDACCIONES SON HOY

UN ENTORNO DE PELOTERISMO SALVAJE”

 

 

La veterana periodista afirmó en el acto de inauguración de curso de la Facultad de Comunicación de la UAB que “el periodismo de la excelencia hace tiempo que no se encuentra en los diarios”


La periodista dio, en el Aula Magna de la Facultad de Comunicación de la UAB, el pasado martes 9 de octubre, una lección magistral a cientos de estudiantes. / UAB

 

Maruja Torres criticó duramente al consejero delegado del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, al que llamó “cateto” y “pijo rencoroso sin conciencia”, por su responsabilidad en el ERE de El País, en el acto de inauguración del curso académico de la Facultad de Comunicación de la UAB el pasado martes 9 de octubre. También lamentó la deriva mediocre de las redacciones, “un entorno de peloterismo salvaje”, y del periodismo, que busca gente “dócil y absorbida por el sistema”.

 

“Soy Maruja Torres, tengo 69 años y 48 de profesión, y mucha mala leche”. Maruja Torres, la Maru en guerra, la ganadora del premio Planeta y Nadal, la escritora de bandera, la mujer periodista, recordada como un mito por su valentía hombruna y por su saque alcohólico por los pocos periodistas que aún quedan en la redacción de El País, querida, asimismo, por su inquebrantable solidaridad con el débil, y valorada por su ojo infalible para la crónica y el reportaje, géneros que siempre ha practicado con una prosa viva y precisa, próxima, chispeante, imaginativa (como cuando bautizó a la zagala de la dinastía de Rocío Jurado como Roci-Hito o cuando habla, hoy mismo, de Soraya SS), se presenta así ante cientos de estudiantes de periodismo, que cuando oyen “mala leche” se arrebujan y murmuran cabeceando en sus asientos del aula magna porque vienen con ganas de juerga.

“Pero hoy es un día triste para las libertades en este país”, prosigue Maruja, con rostro serio. Es, efectivamente, el día del ERE en su periódico de toda la vida, El País. “Hoy 138 periodistas bien formados y que saben de lo que hablan, con capacidad crítica para oponerse al sistema, serán despedidos y sustituidos por gente dócil, absorbida por el sistema desde el inicio y dispuesta a hacer de todo por 800 euros.”


“El por qué es la pregunta fundamental en el periodismo y en la vida. Hay que practicar un periodismo de la contextualización, de la memoria”


Desde ese periódico, hoy deshinchado y desleído, Maruja tuvo los redaños de cubrir guerras en las que fue la Fallaci española; estaba en ese periódico cuando llamó “nazi sionista” a un ministro israelí por su política en los territorios ocupados en los años 80; en ese periódico vivió en Panamá la muerte por las balas estadounidenses de su compañero y fotógrafo Juantxu Rodríguez. En ese periódico. Y le preguntan, claro, por el editor Juan Luis Cebrián, por su sueldo astronómico, con el que se podrían pagar 400 redactores según convenio vigente, y por su parte de responsabilidad en la decadencia y caída del mejor diario de la democracia española.

“La historia de El País –dice– es la de Saturno devorando a sus hijos. Cebrián nunca asumió no ser el hijo carnal de Polanco. Es rencoroso y pijo, pero un pijo sin conciencia. Decía que estaba salvando el periodismo, que había un cambio de paradigma. Mentira. Perdió 5.000 millones de euros jugando al capitalismo de casino, comprando radios en Miami y teles latinoamericanas que no valían nada. Quería ser un tiburón de Wall Street pero era una sardinita que todo lo hizo mal. Se pulió las ganancias del trabajo de todos nosotros en la aventura del mejor diario de la democracia española. Cebrián era un quiero y no puedo, un cateto”.


“Cebrián es un cateto pijo, rencoroso y sin conciencia. Quería ser un tiburón de Wall Street pero era una sardinita”


Sin perder ritmo, la veterana periodista, que ha acudido a dictar una lección inaugural –“caótica, como yo”- a la Facultad de Comunicación de la UAB, obligada por las convenciones del género, aborda el estado del periodismo actual. “El ‘por qué’ es la pregunta fundamental en el periodismo y en la vida”, dice. Reconoce que “en el periodismo ya está todo inventado”, pero recuerda que “cada generación lo debe sentir todo como nuevo”. Por ello animó a practicar un “periodismo de la verdad”, es decir, “de la contextualización, de la memoria, un periodismo de la excelencia, que hace tiempo que no se encuentra en los diarios”, en buena parte porque en las redacciones de los periódicos se vive hoy “un entorno de peloterismo salvaje” en el que los buenos jefes brillan por su ausencia.

“Hay periodistas –explica– que sólo quieren ser jefes. Son los más mediocres y dóciles. Y ser jefe es lo más fácil del mundo. Cierto que hay mucha gente dando codazos y haciendo putadas para trepar, pero al final lo consiguen porque pese a que hay muchos se trata sólo de ir haciendo putadas e ir subiendo. En un mundo justo no sería así, pero la justicia hace tiempo que no está por las redacciones.”


“Los jóvenes acabaréis con todo esto: habrá que barrer mucha mierda y para hacerlo os tenéis que formar mucho”


Ante la grave situación actual, Maruja Torres llamó a los estudiantes al “boicot de forma profesional” y los animó a tomar el control y a acabar con todo lo que no funciona del sistema. “Yo formo parte de la generación que trajo la democracia, y éramos muy conscientes de que era eso lo que nos tocaba hacer. Ahora está muy claro que os toca a los que sois jóvenes acabar con esto. Sois claramente una generación destinada a hacer cambios. Para ello debéis formaros y formaros bien, para cuando sea necesario barrer toda la mierda que nos están dejando. Y habrá que formarse mucho para barrer mucho. Leyendo a Zweig te das cuenta que incluso esos grandes imperios y esas clases burguesas del siglo XIX se descompusieron y tuvieron que ser sustituidas por algo nuevo. Ahora todo se está descomponiendo mucho. Vosotros tendréis que hacer ese proceso.”

Maruja Torres, la Maru en guerra, la escritora de bandera, la mujer-periodista, salió del aula magna como Manolete tras una buena tarde: arropada y casi aupada por un jovencísimo gentío. Una alumna se filtró entre las autoridades académicas que la rodeaban para criticar lo poco que escriben en la carrera, lo difícil que es luego encontrar trabajo.
- Qué hacemos con la vocación? –le espetó.
- Eso es lo jodido –contestó Maruja–, los sueños rotos de las personas.
- ¿Cómo vamos a hacer todo esto sin seguridad social ni contratos, ni sueldo?
- Estamos peor que nunca. Pero la obligación del periodismo –dijo gravemente– es seguir intentándolo. Romper el techo. Meterles el miedo en el cuerpo.

Una lección inaugural.

 

1 comentario

Antonio Pérez Morte -

A finales de los setenta yo también leía El País cada día. Siempre me ha gustado ese columnismo sólido y potente que es capaz de comprimir en unos pocos módulos una historia que te hubiese gustado firmar a renglón seguido. Este periódico nos parecía un pionero en eso y lo fue, si bien la línea editorial fue perdiendo fuerza a medida que el PSOE se derechizaba y PRISA asumía compromisos con el gobierno de Felipe González. Quienes profesional o vocacionalmente, como colaboradores o lectores, accedimos por vez primera a sus páginas, creímos asistir a una aparente revolución y democratización de la prensa escrita. Luego vimos que no, que de eso nada de nada;
y por si quedaba algún resquicio para la duda, la mano negra de Hachuel y la ONCE,
le hicieron el favor a Alfonso Guerra de cerrar El Independiente. Dejé de leer El País, como lo hizo Jorge Riechmann, cuando me dí cuenta de que aquel no era mi periódico sino el de Felipe y Cebrián y a veces, también el de una renovada Maruja Torres, que echaba víboras por la boca cuando escribía de alguien, por ejemplo Pepa Flores, que osaba rebasar las lindes del estrecho pasillo socialdemócrata. La Guerra del Golfo llegó (guardo todavía en mi casa de Zuera todos los ejemplares de esos días)
y con ella, la vergüenza de haber sido, en su día, suscriptor de El País. Sánchez- Harguindey me agradeció cariñosamente dos “maravillosos trabajos, excelentemente documentados” que no verían nunca la luz por motivos de oportunidad y espacio.
Maruja Torres, una de las voces más complacientes con el poder de aquellos años, vuelve ahora (a la vejez viruela) disfrazada de eterna inconformista, arengando a los más jóvenes y yo tengo miedo: Aún recuerdo cuando en su Charla de la Expo, nos invitó a no tirar de la cadena, si sólo hacemos “aguas menores”.