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Antón Castro

ALEJANDRA DÍAZ-ORTIZ: UN DIÁLOGO

ALEJANDRA DÍAZ-ORTIZ: UN DIÁLOGO

ALEJANDRA DÍAZ-ORTIZ. Escritora

 

 “En el amor, mentimos desde la primera mirada”

“Todos queremos amor”

 

 

Antón CASTRO. Zaragoza

La escritora mexicana Alejandra Díaz-Ortiz, afincada en España hace más de una década, presentaba ayer en Cálamo ‘No hay tres sin dos’ (Trama editorial, 2014), cuentos y microcuentos de amor, el tercer libro de una trilogía, conformada por ‘Cuentos chinos’ y ‘Pizca de sal’.

¿Cómo nació ‘No hay tres sin dos’?

El escritor Roberto Bolaño aconseja en el primer punto de su ‘Decálogo para escribir un cuento’: «Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.». Y eso es lo que estoy haciendo…

Explíquenos algo más.

‘No hay tres sin dos’ es el tercer libro de una trilogía, no planeada, sobre el amor, el desamor y la pareja. Los tres, según apuntó Aute en el prólogo del primero, ‘Cuentos chinos’, hacen del caos su principal virtud. El primero nació de mi aventura como bloguera, allá por el año 2006.  Justo el año en que comencé a vivir uno de los peores episodios de mi vida. Quizá por eso, aquel primer libro resultaba «cañero» según lo han descrito, con el tema. Lo cierto es que fue mi modo de afrontar el proceso de la pérdida. Parafraseando a Gamoneda, ‘Ardían las pérdidas’, y mi manera de rebelarme ante lo contundente, era reírme de las mismas.

¿Pérdidas? Creo que alude a la muerte de su compañero, el poeta y editor Carlos Álvarez-Ude, que falleció en 2010...

Sí. Dos años después, nace el segundo libro, ‘Pizca de sal’ (Trama Editorial, 2012), en pleno proceso de duelo. Así que, aunque sigo dando vueltas al tema del amor, quizá su tono sea más dolorido pero no por ello menos canalla. Y reflejo en él lo que, aunque parezca absurdo, me dio por hacer durante el luto: meterme en la cocina. ¡No tenía a quien cocinar!, pero yo insistía en probar y probar platos nuevos. De esa repentina obsesión, nació la segunda parte del libro, en la que juego a enredar recetas de cocina en los relatos. Así pues, para rematar, otro par de años más tarde, con el alma y el cuerpo menos rotos, nace el último. Curiosamente, en mi opinión, el más íntimo.

¿Ha querido componer un volumen de variaciones sobre el amor?

No es que lo haya querido, es que simplemente están ahí. Oigo a mis amigas. Me miro en el espejo. Mis amigos me cuentan sus aventuras. Escucho conversaciones en el metro. Leo lo que la gente cuelga en Facebook o escribe en sus blogs. En conclusión: todos queremos amor. El problema, casi siempre, es que no sabemos qué hacer con él cuando creemos haberlo encontrado. Escribo sobre algo que nos sucede a todos, pero que no es políticamente correcto admitir.

Es un libro mestizo, de cuentos, de microcuentos, de aforismos a veces, casi de pensamientos... ¿Cómo lo ha concebido y lo ha organizado?

Bien, yo los llamo cuentos. Sé que no es correcto desde el punto de vista formal, pero es que en México a todo le llamamos cuento. Incluso, al primer beso. Lo cierto es que lo que yo me he propuesto es provocar al lector. Darle una descarga, un chispazo para que sea él quien desarrolle su propia historia. La organización es mi caos, como la vida misma. Pero normalmente es el trabajo conjunto con mi editor de Trama, Manuel Ortuño, quien me centra y, con muy buen criterio, le va dando forma al libro.

¿Cuál es la importancia del humor, de la ironía y la sátira? O más bien, ¿cómo se reparten?

El humor me es de vital importancia. Soy la que más se ríe de mí. Por supuesto, me enamoro de quien me saca más de tres sonrisas. De la ironía, sobre todo la de las palabras, soy adicta. Me apasiona desarmarlas y llevarlas al extremo, como un perverso juego de seducción. Las palabras, más allá de la RAE, tienen múltiples posibilidades y eso es algo que me gusta trabajar. Quizá por eso ando mal de amores… En cuanto a la sátira: ¿cómo evitar decepcionar al lector con finales in/felices?

¿Podríamos decir que es el libro de una pesimista sobre las relaciones humanas?

Sobre las relaciones humanas, no. Me gusta la gente. Creo en la gente. Pero sí que soy pesimista con respecto al amor. No obstante, lo provoco, lo convoco y lo conjuro en cuanto tengo una oportunidad. Creo en el amor como cicuta que me hace verme más guapa cuando estoy enamorada. O ser más productiva. O ser más osada. En lo que no creo es en las personas que me han hecho ser más creativa gracias al corazón que me han destrozado.

¿Mentimos todo el rato en el amor?

Partiendo de la base que cuando vemos a alguien que nos gusta, sacamos lo mejor y escondemos lo peor debajo de la moqueta, pues sí. Mentimos desde la primera mirada. Luego, cuando ya pasó ese primer estado de «locura transitoria», mentimos para no alterar el orden. E, incluso, llegamos a mentir para subvertirlo. Aunque no sería justa al decir que «todo el rato». Siempre hay un momento, una mirada, un gesto que te hacen creer que, en esa ocasión, la cosa irá bien. Y creo que ese momento sí es sincero del todo. En el colofón de ‘Cuentos chinos’ escribí que el amor es como comprar en una tienda del ‘Todo a cien’. Sabes de antemano que la calidad es dudosa, aún así, lo compras, convencida de que tú tendrás la extraordinaria suerte de llevarte a casa algo con mejor hechura…

¿Qué autores de este género le interesan?

No son precisamente de ese género, pero Nicanor Parra, sin duda. Juan Rulfo, que escribió dos libros y se ganó la eternidad. Roberto Bolaño y su cuento del Rata. Cortázar, por supuesto. Idea Vilariño, poeta uruguaya, que está siempre en mi mesilla. Luis Eduardo Aute y sus ‘Animal(h)adas’. Alejandra Pizarnik. Mark Twain. Chéjov. E. Allan Poe. George Sand. Los poemas de Marilyn Monroe. ‘Las mil y una noches’. Clara Obligado. Guadalupe Nettel, paisana mía… En fin, es que me interesan todos… Incluso, Corín Tellado, ¿por qué no?...

 

 

1 comentario

Jorge Fernández Crespo -

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