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Antón Castro

MARTÍ, EL ENAMORADO DE BLANCA

MARTÍ, EL ENAMORADO DE BLANCA

 A PLENO SOL / 5. José Martí (1863-1892) vivió casi dos años en Zaragoza. Aquí se inició en el teatro, completó el Bachillerato, se matriculó en Derecho y disfrutó de la Torre Nueva, La Seo y el Pilar. Y se enamoró de la joven Blanca Montalvo. García Guatas lo cuenta en ‘La España de José Martí’.

 

Martí, el enamorado rebelde de Blanca

 

José Juan Martí Pérez, nacido en La Habana en 1853, hijo del valenciano Mariano Martí y de la tinerfeña Leonor Pérez, pasaría a la historia como periodista, político, poeta y pensador. Será el “apóstol de la independencia de Cuba” y morirá por ella en mayo de 1895 en Dos Ríos (Cuba). Desde muy joven fue contestatario: con apenas quince años escribió, como su compañero Delfín Valdés, una carta a un amigo que había ingresado voluntario en el ejército español donde lo tildaba de “apóstata” y le decía que había cometido traición. Por eso texto lo condenaron a seis años de prisión. Los buenos oficios de sus padres, conmovidos por su suerte, consiguieron que fuese deportado a España.

Salió de La Habana y el primero de febrero de 1871, tal como cuenta Manuel García Guatas en su estupendo libro ‘La España de José Martí’ (PUZ, 2014), un volumen que ha conocido tres ediciones distintas, llegó a Cádiz, la ciudad que más se parecía a la que acaba de dejar atrás. En apenas quince días dio muestras de su carácter y de sus convicciones: visitó el diario ‘La Soberanía Nacional’ y en él publicaría su primer artículo, que saldría ya en marzo. Llevaba más de un mes viviendo en Madrid, que contaba con 360.000 habitantes y era “la sexta capital de Europa”. Descubrió una ciudad moderna, con “un buen alumbrado público de gas en la mayoría de las calles” y tranvía. Permaneció por un espacio de dos años, y en los primeros tiempos se dedicó “a una ardorosa actividad de denuncia de la represión en la isla”, y buena prueba de ello fue la publicación del folleto ‘El presidio político en Cuba’. El 31 de mayo se matriculó en la Universidad Central en Derecho como alumno libre y comprobó que, como el país, estaba muy politizada. En febrero de 1873 asistió a la proclamación de la República. En Madrid vivió con intensidad: acudió a los espectáculos teatrales de dos aragoneses como Eusebio Soler y Marcos Zapata y debió entrar en contacto con el coleccionista y erudito oscense Valentín Carderera, que le enseñó unos dibujos de Goya; tal como recuerda García Guatas, podrían estar inspirados en el Coreto del Pilar. El joven Martí vio mucha pintura, visitaba el Museo del Prado con frecuencia y entabló amistad con un joven pintor zaragozano, Pablo Gonzalvo (Zaragoza, 1828-Madrid, 1896), al que vio pintar a menudo. García Guatas, que elabora una pequeña biografía de él en las páginas finales, supone que “debía ser persona de carácter afable, comunicativo y de convicciones progresistas”. Luego, una vez que Martí se convierta en escritor y que decida repasar los días del pasado, le dedicará hermosas páginas. En Madrid se encontró con sus viejos amigos cubanos, Eusebio y Fermín Valdés. Estaba a punto de emprender la aventura que más nos interesa: escaso de recursos, en abril (parece probable que fuese más en abril que en mayo) de 1873 llega a Zaragoza y aquí a permanecer hasta noviembre de 1884. Alrededor de veinte meses.

Ese tiempo fue muy decisivo para él. De entrada, se alojó en una casa de huéspedes de la calle Manifestación 13, donde vivían dos hermanas y un criado, cubano, Simón. Aquí consolidó algunas de las pasiones que había contraído en Madrid: la pintura, sin duda, el teatro, asistía al Teatro Principal, muy a menudo, y tuvo en el actor sevillano Leopoldo Turón a uno de sus ídolos: le rindieron un homenaje, leyeron un texto sobre él y se adhirió, con una composición, un joven llamado J. M. Cuenta Manuel García Guatas que no acudió solo al Principal, sino que frecuentaba el Lope de Vega, donde solía programar zarzuela, el Novedades... En la temporada teatral zaragozana había funciones de Bretón de los Herreros, Marcos Zapata, uno de sus ídolos, Calderón de la Barca o el ‘Don Juan Tenorio’ de Zorrilla… También debió frecuentar algunos de los cafés del momento: el Café Iberia, Matossi, que tenía jardín, como el Café Suizo, donde se interpretó un fragmento de ‘La flauta mágica’ de Mozart, o el Gran Café España.

José Martí se matriculó en el Instituto Goya, que estaba en la plaza de la Magdalena, para terminar su bachillerato, donde está su expediente, y se matriculó en Derecho y en Filosofía, aunque aquí al parecer no se halla la matrícula. Aprovechó el tiempo en esos meses: fue testigo de una revuelta republicana contra el ejército que ocasionó 200 detenidos, vio la tensión informativa que había entre los dos periódicos más importantes de la época, el conservador ‘Diario de Zaragoza’ que dirigió Mariano Peiró y su hijo, el escritor costumbrista Agustín, y el ‘Diario de avisos de Zaragoza, republicano, de Calixto Ariño. Aún tuvo tiempo a mudarse a la calle Del Olmo, cercana a Manifestación y en Zaragoza inició su labor de dramaturgo: poco antes de marcharse redactó el drama simbólico ‘La adúltera’.

Aquí vivió una de los episodios más románticos de su vida. Nada más llegar conoció a la joven Blanca Montalvo, la cuarta de una familia modesta de seis hermanos, de la que se enamorará. La pasión, a pesar de la oposición paterna, fue adelante y se veían a escondidas, en los paseos, etc. Fue sin duda un amor auroral e inolvidable. En el poema de ‘Versos sencillos’ que dedicó a Aragón, de gratitud y afecto, dice en la última estrofa: “Amo la tierra florida, / musulmana o española, / donde rompió su corola / la poca flor de mi vida”. Han sido muchos los que dedujeron que con Blanca Montalvo se inició en el amor y en el sexo. Luego amó a otras mujeres como Rosario de la Peña y Carmen Zayas-Bazán, con quien se casó. En 1875, publicó el cuento ‘Hora de la lluvia’ con el deseo de “que lo leas, mi Blanca”.

 

EL ANECDOTARIO

 

Cartas de Blanca. De Blanca Montalvo Palomar se sabe poco. García Guatas dice que no es cierto que se casase con un catedrático de Terapéutica, que esa es otra, Blanca Montalvo Ponte. Tras la muerte de su padre, se trasladó con su familia a la calle Don Jaime. Tras la partida de Zaragoza, la joven le mandó cuatro cartas a José Martí. He aquí una de las más apasionadas: “El día 25 recibí tus dos cariñosas y tristes cartas, pero a pesar de los tristes que son y lo que lloro cuando las recibo, me parece que me dan vida, que respiro cuando veo carta tuya... Mira tú si me vigilan que nos las puedo leer hasta las cinco de la tarde, desde las diez hasta las cinco”.

 

Recuerdos. José Martí nunca se pudo olvidar de Zaragoza. Ni de Blanca Montalvo, ni sus estudios de caligrafía, ni de su amigo Pablo Gonzalvo que pintó la Torre Nueva, que estaba muy cerca de su casa y oía el reloj, ni del vino. Y siempre recordaba con inmenso cariño el palacio de la Aljafería. “Quiero la tierra amarilla / que baña el Ebro lodoso: /quiero el Pilar azuloso / de Lanuza y de Padilla”. Une en el último verso al Justicia de Aragón y al comunero de Castilla.

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