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Antón Castro

SENDER Y BILLY EL NIÑO

SENDER Y BILLY EL  NIÑO

[A PLENO SOL. La editorial Contraseña recupera una novela del Oeste y de aventuras del autor de Chalamera: ‘El bandido adolescente’, la historia del legendario forajido que fue asesinado, a los 21 años, por el sheriff Pat Garrett. Aquí, el novelista le encuentra parentescos hispánicos.]

 

 

Billy el Niño, según Sender

 

SENDER. ARCHIVO FAMILIAR SENDER

El escritor Ramón J. Sender, uno de los grandes narradores de posguerra.

Uno de los retratos más conocidos de Billy el Niño.

-Ramón Sender, según Luis Grañena.

 

Antón CASTRO

Ramón José Sender (1901-1982) es, con Galdós y Baroja, uno de los más grandes novelistas españoles del siglo XX. Poseía el don del contador de historias y también la diversidad de asuntos del fabulador que narra hasta el fin de la noche. Fernando Savater dice que “es el gran narrador español de la posguerra, el más puro y sólido, el más sobrio, el más intenso, el más dramático también, entendiendo el drama ante todo como conflicto ético en determinadas circunstancias históricas”. Por eso escribió de casi todo: de su vida y su infancia, de la guerra civil española, de los conquistadores como Lope de Aguirre, de Cervantes, del cantonalismo, de un error judicial absurdo y cruel como ‘El lugar de un hombre’, que inspiró a Pilar Miró su película ‘El crimen de Cuenca’; escribió de los paisajes y recuerdos de su Aragón de la niñez y juventud. También lo sedujo William H. Bonney (1859-1881), que ha pasado a la historia como Billy the Kid o Billy el Niño. Le dedicó una hermosa novela de aventuras en el Oeste que incluye una novedad: Billy y su mundo son muchos más hispánicos de lo habitual y el antihéroe incluso habla un castellano, contaminado de términos y expresiones mexicanas: ‘El bandido adolescente’.

Sender, con un estilo fluido y eficaz, detallista y veloz, con justas descripciones, acaba construyendo una bonita novela, llena de reflexiones, de frases, de filosofía, de escenarios, de acción y de personajes. Aquí la filosofía no está solo en la sabiduría del ranchero inglés John Tunstall, ni en la condición de poeta de Pat Garrett, que será quien mate al joven, sino en la mente y en el lenguaje de Billy. Se le oye decir: “El que pone limpiamente su vida en la aventura, ese no es ladrón, sino guerrillero o conquistador”. O “al cobarde su pánico lo castiga”. Ramón José Sender vivió varios años en México y experimentó una curiosa sensación: en siete lugares diferentes (otros dicen que en seis) le enseñaron la calavera del bandido. La auténtica, matizaban. En la novela lo cuenta en el texto y en unas infrecuentes pero jugosas notas de pie de página.

‘El bandido adolescente’ se publicó en 1965 en Destino, se reeditó corregida en 1969, y hace pocos meses la rescataba el sello zaragozano Contraseña con prólogo de Fernando Savater e ilustración de portada de Alberto Gamón. Ya hemos dicho que este Billy el Niño es algo diferente: Sender mezcla la realidad y el mito. Hijo de padres irlandeses (la madre “era una rubia céltica y dulce”), a Billy de pequeño le gustaba jugar a los indios y Sender dice que “se advertían en los once años del muchacho algunas cualidades de franqueza, lealtad y virilidad que en la mayoría de los hombres suelen aparecer más tarde (...) Su rostro tenía líneas delicadas y sugería más bien un carácter apocado”. Todo lo contrario. Un hombre insultó a su madre cuando él apenas tenía doce años y estuvo a punto de no contarlo. Era ambiguo en las pasiones, a pesar de que amó a Melba, mitad mestiza y mitad alemana. Le apasionaban los caballos: “Galopaba el Kid por aquellas llanuras grises como un indio bravo. Se sentía ya a salvo porque el caballo era bueno y respondía gustoso a la espuela”, escribe Sender. Otro matiz más: “Infausta circunstancia: Billy The Kid tenía el mismo tipo de belleza equívoca que tuvo Oscar Wilder y aproximadamente la misma edad. Era tres años más joven”.

A los 14 años empezó a delinquir, fue salteador de caminos, y mató a 21 hombres, aunque hay quien dice que fueron alguno más. Se hizo amigo del ranchero John Tunstall, frecuentaba sus fiestas y un día le comentó “que no había matado nunca sino en defensa propia”. Sabía qué significaba el término ‘gentleman’, “un hombre que nunca juega sucio”, como el propio Tunstall. La idea tiene una cierta prolongación en su sentido de solidaridad. Decía: “matarse entre amigos requiere cierta limpieza”. Por esa misma idea de fraternidad entre delincuentes será vengado por Jesse Evans: “lo encontró [a Garrett] en despoblado y le voló la cabeza”.

Billy aún iba más allá. Así se confesaba con Pat Garrett, el hombre que iba a asesinarlo: “Matar a un hombre no es ofenderlo. La muerte la lleva todo el mundo en la sangre desde que nace. Lo único que hacemos es adelantarle la fecha a nuestro enemigo para impedir que él haga lo mismo con uno. Eso es. Yo soy hombre de amistades, Pat”. Ramón José Sender se inspiró en las memorias del propio Garrett, ‘The Autentic Life of Billy the Kid’, para lograr esta modélica novela del Oeste, como señala Fernando Savater.

 

EL ANECDOTARIO

Letras de cine. Estados Unidos ha tenido grandes forajidos como Jesse y Frank James, Dillinger, Bonnie & Clyde, etc. Pero pocos suscitaron tanta atención como la historia de este joven, al que Borges incluye en su ‘Historia universal de la infamia’. El cine, por citar algunos títulos incuestionables, le ha dedicado diversas películas: ‘Billy the Kid’ de King Vidor, ‘Pat Garrett y Billy the Kid’ de Sam Peckinpah, a la que le pondría música Bob Dylan, o ‘El zurdo’ de Arthur Penn, donde Paul Newman hace un papel estremecedor y nihilista de aquel joven precipitado.

La última bala. Así cuenta Sender el impacto definitivo: “Un poco avergonzado Garrett de haber matado al Kid a mansalva, insistía en que Billy había disparado también y anduvieron por la habitación buscando el impacto sin hallarlo. La cápsula quemada en el revólver del Kid estaba fría y por el olor se veía también que no había sido disparada recientemente”.

 

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